Alzhéimer se enfrenta a un incierto futuro

A.G.
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La reducción del número de usuarios impuesta por la pandemia ha hecho que estén trabajando para la mitad de pacientes con el mismo personal. Para este año esperan un déficit de 170.000 euros

El ejercicio físico y la fisioterapia son fundamentales para las personas con una demencia y mucho más tras el largo confinamiento de 2020 que les supuso muchos meses de inmovilidad. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

La Asociación de Familiares de Alzhéimer de Burgos (Afabur), el único recurso sin ánimo de lucro específico para las personas con demencia que existe en la ciudad y que en el año 2019 celebró el 25 aniversario, no está pasando por uno de sus mejores momentos. Las reducciones de aforo impuestas por la Consejería de Familia de la Junta para hacer frente a la pandemia han hecho que los usuarios de sus centros de día -tiene dos, en la calle Loudun (G-3) y en la calle San Julián- desciendan al 40% y con ellos los ingresos, a pesar de que la entidad continúa con la misma plantilla, 42 personas, y, por tanto, los mismos gastos que tenía antes de que se iniciara la crisis sanitaria del coronavirus.

Tanto la presidenta de la entidad, Marielo Bellostas, como la directora del centro de día de Loudun, la psicóloga Raquel Moreno, aseguran que están pasando por auténticas dificultades para mantener sus servicios y, en definitiva, la asociación a flote como consecuencia de ese bajón, y para este año ya prevén un déficit de, al menos, 170.000 euros. Por ello, la junta directiva está pensando cómo resolver esta situación tan difícil y aunque no ha tomado una decisión sí barajan varias ideas como poner en marcha una campaña de captación de socios (en la actualidad son alrededor de 700) y otra para fidelizar a los que ya lo son, porque en muchas ocasiones, las familias que se asocian dejan Afabur en el momento en el fallece que la persona que había estado recibiendo los servicios. 

Hay algunos de sus programas que no se han visto afectados por esta situación como el de la estimulación a domicilio de las personas con demencia ya que es una trabajadora la que se acerca a la casa del usuario con la protección adecuada, «y a pesar de ello hemos tenido menos personas porque las familias tenían miedo de que entrara alguien en casa», según explica Raquel Moreno. En la actualidad están dando esta atención a 20 pacientes. El resto de los  servicios han tenido que disminuir el aforo: los dos centros de día (el de la calle Loudun ha pasado de 45 usuarios a 27 y en el de San Julián, de 40 a 24) y los talleres de memoria, ubicados en San Julián para quienes tienen una demencia incipiente, de 38 a 26: ««La disminución de ingresos debido a que las personas que no acuden, lógicamente, no pagan, ha sido bárbara porque se mantienen todos los puestos de trabajo que teníamos antes de que empezara la pandemia; estuvimos en ERTE todos al decretarse el confinamiento severo de marzo pero volvimos todos en verano», añade la psicóloga.

Afabur no recibe ninguna subvención por parte de la Junta ya que la prestación económica para costearse una plaza de centro de día como las que ofrece se le da directamente a la persona dependiente. Con el Ayuntamiento de Burgos tiene un convenio de 50.000 euros y la asociación concurre anualmente a la convocatoria de ayudas de la Diputación para sostener sus talleres de memorias que hace en la Bureba. De la Fundación la Caixa recibe una ayuda bianual y hasta el año 22 no puede concurrir de nuevo y el resto de obras sociales de entidades financieras ya no son tan activas en ese sentido como lo fueron hace un par de décadas.

«Nosotros no podemos ampliar  las cuotas que nos pagan porque nos convertiríamos en un servicio elitista ni disminuir el número de trabajadores, ese no es nuestro espíritu porque queremos dar siempre calidad», indicó la presidenta, Marielo Bellostas, quien espera no tener que cerrar: «Vamos a intentarlo por todos los medios. Qué pasaría con las familias, con los enfermos, con todo el sufrimiento que produce una demencia».

Deterioro de los pacientes. Los centros de día de Afabur empezaron a recibir a los pacientes con alzhéimer a principios del verano del año pasado tras el confinamiento que empezó en marzo, y lo que vieron los profesionales fue un importante deterioro físico en ellos: «Es lo primero que notamos porque dejaron de salir y de moverse, como todos en la primera ola, pero luego cuando se permitían las pequeñas salidas, muchas familias no las hacían porque tenían que bajarles en el ascensor, sentarles en un banco... y no querían que tocasen nada y pudieran contagiarse. Y ahora seguimos con problemas porque como en su inmensa mayoría no son capaces de interiorizar las normas los familiares prefieren que no salgan».

No obstante, una vez que se ha vuelto a instaurar la rutina de llegar al centro (que está dividido en tres alas diferentes en las que las personas forman burbujas independientes), de tener contacto con otras personas y de estar activos con las diferentes propuestas de actividades la mayoría ha notado mucha mejoría física: «La familias nos dicen que descansan mejor y que están más centrados. Cognitivamente, también se les nota, no se han recuperado totalmente con respecto a cómo estaban en marzo pero sí que están algo mejor de lo que estaban en casa, aunque las familias han trabajado con ellos muchísimo. En los que peor estaban hemos notado menos pérdida y al revés, los que estaban mejor les hemos visto más torpes».

En Afabur se cerró el 2020 con un brote detectado en el mes de octubre, del que nunca supieron el origen -«creemos que tuvo varios focos»- y que afectó a unas veinte personas, de las que dos necesitaron hospitalización. Todas se recuperaron sin mayores problemas.