Estrenamos octubre, mes en el que los campos ribereños inician su metamorfosis. A medida que las cepas dejen ir los racimos que han crecido a su savia durante meses, maduros ya y listos para mutar a vinos aspiracionalmente maduros, los pámpanos todavía verdes se van enrojeciendo antes de secarse y caer para fundirse con el terruño. O dicho de forma menos florida, tras la vendimia las parcelas de viñedo se tiñen de rojo antes de quedar las cepas desnudas de hojas. Un cambio natural que deja bellas estampas por toda la Ribera del Duero. 
Este mes es crucial para la economía de la comarca del sur de la provincia, porque antes de poder sacar al mercado la añada de 2021 la actividad en los campos concita la creación de centenares de puestos de trabajo, todos ellos temporales por necesidades del servicio. Los sindicatos estiman que llegarán a la comarca ribereña entre 800 y 1.300 temporeros, muchos de ellos ya habituales en la zona y que las bodegas contratan año tras año por conocer la forma de trabajar de las cuadrillas y ellas las necesidades de cada bodega, tratándoles «como familia», en palabras que oía hace unos días de boca de un bodeguero.
Pero ¿qué hay de los que tienen que buscarse la vida para encontrar un trabajo, a veces por unas pocas jornadas, con suerte para varias semanas? ¿Y dónde residen todos esos a los que no se les facilita un alojamiento? Sin olvidarnos de su situación sanitaria porque, no olviden, seguimos en situación pandémica. ¿Nadie ha caído en la necesidad de cerciorarse de que, si aún no están vacunados, se les pueda vacunar para evitar que enfermen y puedan contagiar a otros? Ahora que los números hablan de que estamos venciendo la batalla a la covid-19, que la vendimia no haga que los datos que ahora tienden a verde nos vuelvan a colocar en el rojo.