Baya peligro

F.L.D.
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Vecinos y usuarios de la plaza del Pacífico, en el barrio de San Cristóbal, piden que se talen los árboles con frutos venenosos y se cambien por enredaderas

BAYA PELIGRO - Foto: Alberto Rodrigo

Pocos despistados quedan ya en el barrio de San Cristóbal que no sepan de la peligrosidad de las bayas que cuelgan de los árboles de la plaza del Pacífico y que quedan a escasos metros del suelo, o lo que es lo mismo, al alcance de los niños que juegan en el parque. Por si acaso, vecinos de la zona se apresuran a advertir a aquellos chavales que lo cogen, aunque sea para jugar con ellos, de que se trata de un fruto venenoso. De hecho, ya en 2016 se intoxicó un menor que probó uno de ellos, lo que motivó un mayor adecentamiento de la vegetación que decora la parte central de esta plazuela ubicada entre la carretera Poza y la calle Vela Zanetti. Sin embargo, el mantenimiento duró apenas un verano.

Merche, una vecina del barrio que acompaña cada día a sus nietos a este parque, recoge del suelo algunas de estas bayas para evitar la tentación de que otro niño termine llevándoselas a la boca. «Están demasiado expuestas. Los chavales a veces las utilizan para jugar. Las meten en los maceteros y hacen como que las cocinan. Pero es algo demasiado peligroso porque igual alguno termina dándole un mordisco y tiene que irse al hospital intoxicado», advierte. Lo cierto es que los más pequeños solo tienen que subirse a uno de los bancos cercanos a estas plantas o pegar un salto para hacerse con uno de estos frutos que en esta época del año están especialmente maduros.

Entre mayo y los meses centrales de verano, por la plaza del Pacífico pasan diariamente 500 niños, estima Merche, quien en las últimas semanas ha llamado al Ayuntamiento de Burgos en numerosas ocasiones para que, al menos, poden las ramas con bayas. «Estos árboles tienen que tener un mayor mantenimiento, pero cada vez que llamo pasan la pelota los unos a los otros y nadie hace nada a pesar de que en su día se comprometieron a podarlo cada año», protesta. No obstante, en su opinión y la de otros vecinos, la solución más acertada sería talar esta plantación y cambiarla por una enredadera que no suponga ningún peligro para los menores que juegan en este lugar. «No queremos esperar a que se intoxique otro chico para que por fin se haga algo», zanja.