Una lucha de 272 días frente a la covid

GADEA G. UBIERNA
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Francisco Javier de Domingo, de 59 años, recibió este lunes el alta tras cinco meses en la UCI y otros cuatro en planta por la infección. Aún no sabe ni dónde ni cómo se contagió. «Con la covid hay que tener paciencia, ánimo y fuerza, pero se puede»

Francisco Javier de Domingo, nada más salir del hospital. «Está siendo un día muy emocionante», admitió. - Foto: Alberto Rodrigo

Francisco Javier de Domingo fue consciente de que estaba ingresado a causa de la enfermedad del coronavirus cuando el equipo de la Unidad de Cuidados Intensivosdel HUBU empezó a retirarle la sedación para que, poco a poco, volviera a tomar contacto con la realidad y comenzara su larga recuperación. Aquello sucedió un 8 de enero y él, de 59 años, había ingresado el 29 de octubre. «Solo podía mover los ojos, pero cuando me di cuenta de que estaba solo en la UCI, me desmoralicé», recordaba este lunes en el exterior del HUBU, a los pocos minutos de recibir el alta tras 272 días de ingreso por la covid. Esa es de las pocas licencias que le ha concedido al desánimo en sus nueve meses de ingreso: cinco en cuidados intensivos y cuatro en la planta. «Cuesta, hay que tener paciencia y mucha fuerza, porque nunca sabes cuándo vas a acabar. Pero se trata de ti mismo y se puede», decía.

Para salir adelante, De Domingo se ha aferrado a su confianza en el personal sanitario - «no sabemos lo que tenemos aquí»- y a su fortaleza, en el sentido amplio de la palabra: ingresó con más de 90 kilos y sale con 70. Le ha quedado afección pulmonar y para todo lo que requiera de un cierto esfuerzo físico, aún necesitará oxígeno. Pero es autónomo, come sólidos, puede caminar y, sobre todo, está lo suficientemente bien como para seguir recuperándose en su casa. Y hasta hace no tanto tiempo, esto último se antojaba lejano: a él se le complicó casi todo lo posible.

Del ‘antes’ de sus nueve meses de hospitalización recuerda que estaba de vacaciones, haciendo arreglos en casa y que, dos días después de ir a comprar algunos materiales, empezó a encontrarse mal. «Con mucho sudor, fiebre...», dice, matizando que por precaución fue a Urgencias, donde le hicieron una PCRque dio negativo y se comprobó que no tenía falta de oxígeno en sangre. Dos días después, los síntomas habían empeorado, con dolor lumbar y volvió a Urgencias, donde la PCRotra vez fue negativa. Pero la placa evidenciaba el avance, a pasos agigantados, de la neumonía. Tan rápido se extendía la infección que ingresó casi directamente en la UCI. Y solo entonces, cuando el pulmón ya estaba muy tocado, la prueba confirmó el positivo en SARS-CoV-2. Pero ni él ni su mujer, María del Mar Cámara, saben dónde ni cómo se produjo el contagio. Mientras él ingresaba como crítico, ella estaba en casa, también infectada y sin más información que la llamada de teléfono diaria del personal de la UCI. «Es un momento tan raro en el que ni te crees lo que te está pasando, todo te parece mentira. Pero los médicos de la UCIson alucinantes, con una humanidad...», destaca Cámara, mientras mencionan a los intensivistas José Antonio Fernández, Sergio Ossa y Miguel Martínez, «porque le dieron la vida».

Con la sedación retirada, el equipo permitió que Cámara pasara a la UCI y acompañara a su marido en las largas horas de ingreso. No podía hablar, comer ni beber, algo que le obsesionaba -«soñaba con agua»- pero ya no estaba solo «y eso es súper importante».  A partir de ahí se dejó tratar. «Te dicen que te estás recuperando y hay que creérselo. Te repiten que vas bien, que estás saliendo y es clave. Y luego, es cosa de ir dando un pasito cada día». Esto es, empezar a comer, primero gelatinas y luego purés, e ir prescindiendo del respirador, cosa que a De Domingo le costó. 

Cuando lo consiguió, subió a planta, ya sin sondas, y al mes y medio estaba comiendo sólidos. Más fuerte y con el apoyo de los fisioterapeutas y neumólogos, empezó a caminar y a recuperar, aunque no sin sustos de por medio. «Nada más subir a planta tuvo un neumotórax, al mes otro y creíamos que teníamos que volver a la UCI», cuenta el matrimonio, reconociendo que ahí hubo otro pequeño bajón. Pero, una vez más, se sobrepuso y remontó. Otra vez.  «Al final, lo que me gustaría transmitirles a quienes estén ahora en mi situación es que sean pacientes, que tengan fuerzas para sacar las ganas y que no le dejen sitio al desánimo, que se crean que están en buenas manos y que sean buenos pacientes», explica.

Prueba de que él lo ha sido es que a la calle lo acompañaron este lunes dos neumólogas y una enfermera (Lucía, Arlyn y Natalia). Y, de nuevo, tuvo palabras de agradecimiento para los neumólogos que más lo han tratado en planta: Victoria García-Gallardo, Javier Minguito y Ana Pueyo. «De verdad que son increíbles», concluye.