El hombre que manejaba los hilos

Gonzalo Sánchez (EFE)
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Una buena mano de las cartas de la vida llevó a Mario Puzo a escribir 'El Padrino' y lograr el 'sueño americano'. Nació pobre y se crió en la calle, pero murió rico y tras saborear el éxito

Puzo empezó su carrera con más éxito entre la crítica que entre el público

Mario Puzo conoció en sus propias carnes la mísera vida de los inmigrantes italianos en la Nueva York de los llamados felices años 20, pero todo cambió cuando la vida le repartió una buena mano y, asediado por las deudas, publicó El Padrino, la novela que le encumbró y que acabó idealizando para siempre la figura del capo mafioso. El escritor, que hubiera cumplido hace unos días su centenario, contribuyó con su célebre obra y su posterior adaptación cinematográfica a construir los clichés de Cosa Nostra en Estados Unidos y de los bajos fondos del crimen organizado.

Cuando Puzo nació lo que hoy es la ciudad que nunca duerme recibía cada día a miles europeos, entre ellos muchos italianos que emprendían una aventura en busca de suerte y un futuro. Entre ello, estaban sus padres, dos inmigrantes analfabetos de la zona de Nápoles que se instalaron en la isla de Manhattan y donde tuvieron y criaron ocho hijos.

Su infancia no fue fácil, como tampoco lo era la del resto de los niños inmigrantes en aquella metrópoli. El pequeño Puzo se curó de espanto en sus calles, donde pidió limosna y realizó desde párvulo todo tipo de trabajos precarios pero, como suele ocurrir, el hambre afiló su ingenio y en su adolescencia era ya un experto jugador de póker.

Sin embargo entre timbas y mesas de juego, aquel hijo de italianos pobres pronto se sintió atraído por la literatura. Tardó aún en poderse dedicar a ella, ya que en su vida se cruzó la IIGuerra Mundial, en la que tuvo que prestar servicio militar. Fue después, tras la gran contienda, cuando se matriculó en la Universidad de Columbia para estudiar ciencias sociales y escritura creativa.

Su ingenio y maestría enseguida le llevaron a publicar historias policiales por entregas en varias revistas del momento y en 1946 se casó con Erika Broske, con quien tuvo cinco hijos.

Sus dos primeras novelas, bien acogidas por la crítica, pero no por el público, fueron Dark arena (1955) y The Fortunate Pilgrim (1965), esta última sobre la una familia de Little Italy (el barrio neoyorquino en el que se instalaron los inmigrantes italianos) en los años 30 y de la que se haría una serie con Sophia Loren.

Y llegó el éxito

Pero Puzo no saborearía realmente las miles del éxito hasta que en 1969 publicó El Padrino (The Godfather), novela sobre la mafia italiana en Estados Unidos, acerca de sus códigos y sus guerras internas, con la que logró crear para la posteridad el estereotipo del capo mafioso, el de Don Vito Corleone.

Lo hizo por dinero. Un agente literario le propuso la historia al conocerle en la editorial en la que trabajaba y el escritor aceptó porque las deudas por el juego le llegaban al cuello.

Y esto no es una leyenda urbana. Así lo reconoce él mismo con «vergüenza» en las memorias The Godfather papers & other confessions: «Lo escribí por el dinero, tenía 45 años y estaba cansado de ser un artista. Además debía 20.000 dólares a familiares y bancos», rememoraba.

El escritor, además, confesaba que no había visto a un mafioso en su vida: «Nunca conocí a un gángster, conocía bastante bien el mundo del juego, pero eso es todo», puntualizaba.

Lo cierto es que en aquellos momentos la mafia en la Gran Manzana y sus luchas de poder empezaban ya a ser desveladas y se empezaba a conocer cosas de ellas. Sin duda, eso le sirvió para documentarse. Basta citar el proceso al primer arrepentido de la mafia neoyorquina, Joe Valachi, quien en 1963 había facilitado los detalles sobre las cinco familias que se disputaban el control de la ciudad.

En este contexto, en el que la opinión pública asistía asombrada al surgimiento de este tipo de crimen organizado, Puzo se puso manos a la obra y escribió El Padrino, su obra culmen y con la que se hizo rico vendiendo millones de ejemplares en todo el planeta.

A este arrollador éxito le siguió una prometedora trilogía cinematográfica dirigida por Francis Ford Coppola, con quien Puzo se embarcó en la redacción del guion, y para la que se contó con figuras como Marlon Brando como Don Vito o Al Pacino como su hijo, Michael Corleone.

El propio Puzo se obstinó en que Brando diera vida al patriarca de la Cosa Nostra y en alguna ocasión reconoció que para crear el personaje se inspiró en la figura de su madre y en su voz, la de una autoridad de una familia numerosa en un hábitat hostil.

Las películas tuvieron un gran éxito y recibieron un aluvión de galardones premios. Es más, Puzo se alzó con dos premios Oscar por el guion de la primera y de la segunda parte.

La vida después

El escritor de origen italiano, familia pobre y padres analfabetos, criado con todo tipo de estrecheces en las calles neoyorquinas, consiguió el sueño americano. Millonario y henchido de éxito, siguió escribiendo. En 1978 publicó Fools die, crítica descarnada a la sociedad estadounidense, aunque quedó prendado para siempre de la mafia.

Otro de sus libros sobre este tema es The Sicilian (1984), sobre el bandolero Salvatore Giuliano, y en 1996 sacó The last Don, otra novela sobre traiciones, servilismos y vendettas.

El escritor falleció el 2 de julio de 1999 a los 79 años en su casa de Long Island como consecuencia de un paro cardíaco. En su escritorio, a modo de epílogo, cocinaba sus últimas dos novelas.

Una sobre el papa Alejandro VI Borgia, patriarca de una familia que enredó con un sinfín de intrigas en la Italia del siglo XV, y la otra Omertà, un libro sobre el código de silencio de la mafia siciliana terminado por su última pareja, Carol Gino.