La importancia de decir adiós

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Un equipo de 13 psicólogos clínicos del HUBU ha atendido desde el principio de la pandemia a 85 familias de pacientes de UCI y en 12 de los casos ha acompañado en el duelo tras el fallecimiento

La importancia de decir adiós - Foto: Christian Castrillo

Al espanto de los miles de enfermos, de las calles vacías y de la sensación de incertidumbre que todo lo recorre, en estos días muchas personas suman el enorme dolor de no poderse despedir de sus familiares fallecidos debido a las restricciones sanitarias que ha acarreado la pandemia de COVID-19. Si ya parte el alma a los de fuera ver esas imágenes en las que un solo deudo acompaña al coche fúnebre tiene que ser devastador no poder tomar de la mano a la madre o al padre que se van, no estar junto a ellos en sus últimos momentos y pensar que han pasado su durísima enfermedad en soledad, circunstancias todas ellas anómalas y muy inusuales que hacen que los profesionales prevean que se puedan desarrollar muchos duelos patológicos. No en todos los casos, obviamente, pero sí en una buena parte.

Se le pone el apellido de patológico al duelo de aquella persona que presenta dificultades para aceptar la pérdida, sensación de culpabilidad y, en general, una alteración emocional muy intensa que le impiden seguir su vida con normalidad: «Desde luego que todos los condiciones que está imponiendo esta enfermedad no están facilitando el duelo, sobre todo por dos circunstancias: que las personas no se pueden despedir de su ser querido y que no están pudiendo ni abrazarse ni consolarse mutuamente, es decir, compartir el dolor, algo fundamental para entenderlo y mitigarlo, y la razón por la que se hacen los rituales cuando una persona fallece», explica Jesús Sánchez, psicólogo clínico del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos.

Considera este experto que será importante y reconfortante para las familias poder despedirse conforme a las creencias y expectativas de la persona fallecida cuando termine la crisis: «Aunque sea más tarde es aconsejable y necesario que se haga, lo estamos recomendando porque todos necesitamos el ritual de las despedidas en función de las creencias, de las rutinas familiares y de las circunstancias de cada uno, se puede celebrar una misa, una reunión familiar... Es importante que se comparta el momento de dolor ahora, en estos momentos, con una carta o con una oración -cada uno como quiera o sienta- y cuando pase, con algún ritual. Porque lo que enquista e impide una adecuada elaboración del duelo es quedarse con los últimos momentos de la enfermedad y el fallecimiento y, por desgracia, este escenario está poniendo el foco en los ingresos hospitalarios en soledad, en no poder acceder al cuidado de nuestros enfermos y no será infrecuente que se quede un mal recuerdo, un recuerdo en blanco y negro y no en color porque un buen duelo no deja de ser asumir la pérdida dentro de un recuerdo favorable y de vida, no de muerte».

En el caso de que se produzca un duelo patológico, el psicólogo aconseja que lo primero que hay que trabajar es la culpabilidad «y más en este contexto de aislamiento en el que van a aparecer culpas por no haber podido cuidar y acompañar». Después, la ubicación del recuerdo: «Lo justo es recordar a alguien no por cómo se produjo su muerte sino por lo que esa persona fue y el contexto en el que se desarrolló su vida. Sí es importante siempre no pasar de puntillas por la muerte con esas frases hechas tipo ‘la vida sigue’ a las que estamos acostumbrados porque la sociedad actual vive de espaldas a la muerte».

En este sentido, recordó que es necesario hablar de la muerte, algo que la gran mayoría de las personas evitan a toda costa: «Es importante que se hable de ello más allá de las cifras frías, de la curva o de otros conceptos de la enfermedad de los que estamos oyendo hablar mucho, y que se haga con un reflejo emocional y de vida, que seamos conscientes de que detrás de cada fallecido hay una biografía, unos hijos, un enamoramiento, una historia, en definitiva».

Lo que se están encontrando los profesionales en las entrevistas que están haciendo en el HUBU con los familiares de personas ingresadas en la UCI y de fallecidas por coronavirus es, precisamente, mucha culpa por estas circunstancias que están impidiendo acompañar y consolar: «Casi todos recuerdan la cara de su madre o padre -está siendo lo más frecuente- cuando les dejaron en Urgencias, la última vez que les vieron, y que lo siguiente que les llegó fue la notificación por teléfono de que habían fallecido. Eso genera mucho dolor, mucha rabia pero también culpa y es algo sobre lo que estamos trabajando».

A diario, en el servicio de Psiquiatría se recibe un listado de los pacientes que están en la unidades de críticos (UCI y URPA) y los 13 los psicólogos clínicos con los que cuenta se ponen en contacto telefónico con sus familias,  llamadas que continúan cuando, desgraciadamente, la persona fallece. Hasta el momento, se ha atendido a 85 familias, en doce de las cuales ya se ha producido la atención tras la muerte. «Casi de forma generalizada, aunque también influidos por nuestra recomendación, nos están diciendo que cuando todo pase harán una despedida de sus familiares. Es fundamental humanizar a quien se va».