"El ser humano sigue siendo frágil y limitado"

MARILUZ MARTÍNEZ (ICAL)
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El abad de Silos destaca que "el ser humano es capaz de muchos logros técnicos y científicos" pero que "la situación actual ha puesto de evidencia que sigue siendo un ser frágil y limitado"

Autorretrato de Lorenzo Abad durante estos días de confinamiento en el Monasterio de Silos.

El padre abad del monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, en Burgos, transmite un mensaje de paz y esperanza en estos duros momentos que atraviesa el mundo como consecuencia de la crisis global por el Covid-19. Los monjes ofrecen su plegaria por las víctimas del coronavirus y desde el pasado 19 de marzo solo tañe una de las dos campanas de la torre de su iglesia. Además, un dispensador de gel hidroalcohólico artesano improvisado (utilizando el alcohol de hacer licor benedictino junto con otro elixir preparado por el hermano herbolario conocedor y recolector de plantas naturales) sustituye a la vacía pila de agua bendita a la entrada del coro de la iglesia del monasterio.

A lo largo de esta entrevista concedida a la agencia Ical, relata que la vida del monje no solo es "ora" sino también es "labora". "No hay tiempo para estar ociosos dentro del Monasterio", asegura. Los religiosos viven esta situación como "una llamada a ser de verdad verdaderos monjes, hombres de fe, entregados, acogedores, compasivos", siendo esta una manera de "aliviar muchos sufrimientos".

¿En qué ocupa los días de confinamiento?
En el Monasterio seguimos con el mismo ritmo de la jornada ahora como antes de la pandemia. Nuestra vida gira en torno al Oficio Divino, la oración celebrada comunitariamente en la iglesia. El primer rezo del día, las Vigilias, o los maitines como recuerda la gente, las tenemos a las seis de la mañana; al amanecer, a las 7.30 horas, tenemos los Laudes, para dar gracias por el nuevo día y para poner en las manos del Señor los trabajos de la nueva jornada. Este es el listado de oraciones: Eucaristía y Tercia a las nueve; Sexta, a las 13.45 horas; Nona, a las 16.10 horas; Vísperas, a las 19 horas. La última oración son las Completas, a las 21.30 horas; en ellas damos gracias por los beneficios recibidos en el día que termina, pedimos perdón por las faltas cometidas, y nos acogemos a bondad de Dios antes de entregarnos al descanso. Quiero destacar que nuestra oración tiene un corazón universal, es decir en ella traemos y presentamos al Señor todas las necesidades, sufrimientos, deseos y aspiraciones de la humanidad. La vida del monje no solo es 'ora', también es 'labora'; y así los tiempos dedicados al trabajo, estudio, cuidado de la casa, van de 10 al 13.30 y de 16.30 a 18.30 horas. No hay tiempo para estar ociosos dentro del monasterio.

¿Qué echa más de menos de cuando se podía salir a la calle?
Durante el tiempo de Cuaresma no tenemos paseos fuera del Monasterio; así que este confinamiento, considerado externamente, para nosotros no supone ningún choque emocional. Los monjes estamos habituados a la soledad y los monasterios están pensados para la reclusión, y por eso cuentan con amplias galerías, claustros y huerta por donde poder pasear. No echamos de menos el salir fuera del monasterio, en cambio sí echamos de menos la falta de fieles en nuestros rezos diarios. En este tiempo lo que más he echado de menos ha sido no haber podido salir para acompañar a familias amigas en el momento de la muerte y despedida de sus seres queridos, aunque todos hayan estado presentes en mi oración.

En el ámbito más íntimo o personal se tiene más tiempo para pensar ¿Qué reflexiones le pasan por la cabeza con la situación actual?
La situación actual de pandemia no es que dé más horas al día para pensar, pero sí que suscita muchas preguntas dentro de uno mismo. ¿Cómo ha surgido este virus, dónde, por qué? ¿Es que nuestra sociedad no tiene ciencia y medios técnicos suficientes para acabar con este virus? El porqué de tanto sufrimiento, de tantas muertes... Muchos interrogantes que solo desde la fe en Cristo pueden vislumbrar, si no una respuesta o solución, al menos sí una luz que ayuda a caminar. Porque Cristo está junto a cada uno de nosotros sufriendo en cada hermano esta situación de pandemia, por eso sigue aún clavado en la Cruz. La situación actual nos hace una llamada a todos, y más en concreto a los creyentes, para que colaboremos en el alivio de los hermanos que sufren, siendo buenos samaritanos con los hermanos necesitados, y no solo ahora en estos tiempos de calamidades, sino en todo momento. Esta situación, para nosotros, es una llamada a ser de verdad verdaderos monjes, hombres de fe, entregados, acogedores, compasivos; y así es como aliviaremos muchos sufrimientos.

Una crisis puede suponer una catarsis. ¿Qué cosas debemos cambiar después de esto?
Espero que cambie nuestra sociedad de marcado; esta sociedad que no ve más que el dinero, los beneficios, la satisfacción de intereses individuales. Es cierto que los seres humanos buscamos la felicidad, pero la hemos de buscar más allá de los bienes materiales, más allá del consumo, poniendo la mirada en los valores humanos, en los valores trascendentes, en la espiritualidad, en el compartir, en la fraternidad. Igualmente, espero que esta situación sirva para una mayor colaboración a nivel mundial entre las naciones, y para una mayor unidad entre los políticos, que de verdad sean servidores del bien común, y no solo de los intereses del partido. Del mismo modo espero que nuestras relaciones con la naturaleza sean menos agresivas, más respetuosas con el medio ambiente, con su funcionamiento, sin alterar sus leyes. El ser humano es capaz de muchos logros técnicos y científicos, pero la situación actual ha puesto de evidencia que sigue siendo un ser frágil, limitado, que no puede hacer todo lo que quiera.