En la carretera de Arcos están cansados de avisar cada día a los Bomberos y a la Policía Local para que acudan a ahuyentar a las decenas de moradores que se saltan el vallado y entran en la antigua fábrica de Mífer. Algunas veces son chavales que van a beber y a hacer pequeñas fiestas. Pero lo más común allí es robar chatarra para luego venderla. Lo que ocurre en este recinto no se puede calificar de okupación como popularmente se conoce, pero los peligros que existen para las personas que entran esporádicamente son los mismos que acechaban a los residentes ilegales de una lonja de Badalona que ardió el pasado jueves. En el incendio fallecieron tres personas. En la localidad barcelonesa temían que algo así ocurriera cualquier día. Algo muy similar a lo que dicen los burgaleses que viven cerca de la antigua factoría de la zona oeste de la ciudad y también en la de Lejías El Cid, okupada desde hace más de una década. Pero estos dos son solo los dos ejemplos más claros, porque la capital cuenta con al menos cinco naves por donde la tragedia ha sobrevolado.

Porque casi todos estos inmuebles abandonados han sido pasto de las llamas alguna vez en los últimos años. Cuando el portavoz de Imagina, Raúl Salinero, alertó del mal estado de Mífer en 2017, los Bomberos ya habían ido siete veces en apenas dos meses, tres de ellas por incendios. La cosa no ha cambiado mucho desde entonces. Los técnicos del Servicio de Extinción del Ayuntamiento acuden cada dos por tres alertados por los vecinos. «Todos los días viene gente con sopletes para fundir parte de la chatarra y los metales que hay dentro. Los viernes se pasan con una furgoneta y los recogen», asegura Raúl, un residente del bloque contiguo a la vieja fábrica.

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