Iceta: "El descenso de fieles me ocupa pero no me preocupa"

Angélica González
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El arzobispo de Burgos repasa en una larga entrevista concedida a Diario de Burgos su primer año al frente de la diócesis, un tiempo en el que ha estado volcado en los actos del VIII Centenario y en conocer los 11 arciprestazgos y los 29 monasterios

Mario Iceta, arzobispo de Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

No lo parece porque tiene un aspecto estupendo, pero el arzobispo de Burgos, Mario Iceta (Guernica, Vizcaya, 1965) está agotado y pensando seriamente en bajar el pistón de una actividad que ha sido frenética desde que -justo hoy hace un año- se consagró en su nuevo cargo. Jornadas de diez horas festoneadas por los eventos vinculados al octavo centenario de la Catedral, el conocimiento de su nueva diócesis y la preocupación por los vaivenes de la pandemia han hecho que no tenga ni un minuto para dedicarse a algunos de sus pasatiempos favoritos: nadar, caminar y pasear en moto. En cualquier caso, dice que ha disfrutado extraordinariamente de todo este tiempo y que está impresionado de la belleza que ha visto a su alrededor, de la pujanza industrial de esta provincia y de la bondad y la honestidad de sus gentes. Este médico de formación, al que si Jesús no se le hubiera cruzado en el camino hoy sería un traumatólogo casado y con varios hijos, es un hombre directo, divertido, dialogante y prudente al que no le gusta aprovecharse de las prerrogativas del cargo, que prefiere conversar a abroncar, al que le chifla conducir su Toyota de color gris e híbrido -«me encantaría que fuera eléctrico pero el sueldo no me da»-  lo que hace con prudencia y respeto al medio ambiente porque eso, dice, también es amar a Dios.

¿Qué balance hace de este primer año en la diócesis de Burgos, tan atravesado, en lo bueno, por el octavo centenario de la Catedral y, en lo malo, por la pandemia?

Ha sido un año de conocer  la archidiócesis y en esta tarea sigo. He podido estar con los órganos colegiados, con todas las delegaciones, con Cáritas, en los dos seminarios, en la Casa Sacerdotal, la Facultad de Teología y de los 29 monasterios de clausura solo me falta el de la Camáldula. También he ido a los once arciprestazgos y estoy recibiendo a todos los sacerdotes por orden alfabético: empecé por la i, por ser la inicial de mi apellido, y estoy ya por la ce. Me he encontrado con el octavo centenario ya completamente organizado -llegué al postre-, con la Asamblea Diocesana en marcha y con un clero bueno, suficiente y relativamente más rejuvenecido que el de otras diócesis, hasta el punto de que en este tiempo he ordenado seis sacerdotes y dos diáconos. En cuanto al laicado, he visto que hace sus tareas pero creo que hay que impulsarlo, incorporándole a las tareas pastorales. He saludado a todas las autoridades y de la gente a la que he conocido puedo decir que es buena, sencilla, amable, acogedora y generosa. Los sábados doy misa en las parroquias de la ciudad, los domingos por la mañana voy a los pueblos y por la tarde estoy en la Catedral.

Una actividad tremenda...

Es que la intención es hacerme con la idiosincrasia y el modo de ser de la provincia.

¿Y ha sacado ya alguna conclusión?

Algunas cosas me han sorprendido muchísimo. Por ejemplo, la belleza de la propia ciudad de Burgos. Había venido otras veces a conocer la Catedral, las Huelgas o la Cartuja pero he visto que tenéis un casco viejo muy bonito, con casas muy singulares, todos los paseos preciosos, las dos universidades me parecen espectaculares... Además, yo no sabía que Burgos tenía tal potencia industrial con empresas multinacionales y que era tan importante como nudo de comunicaciones aunque con el déficit de completar las infraestructuras, que creo que es vital.

Esto en cuanto al paisaje. ¿Pero qué me dice del paisanaje?

He visto a una gente responsable, trabajadora, seria en el buen sentido de la palabra, acogedora, como ya he dicho, sencilla y amable aunque menos extrovertida y más contenida que la que conocí en el sur.

En la encuesta que encargó la diócesis hace unos meses se indica que menos de la mitad de la población burgalesa se considera católica practicante y de entre ellos, solo el 24% dicen ser practicantes habituales. ¿Qué le dicen estos datos?

Pues que tengo que ir a encontrarme con los que no vienen, por eso digo que el desafío cultural es muy importante.  Quiero saber qué elementos confluyen para que algo que para mí es tan excepcional y a lo que he entregado mi vida como es el mensaje de Jesús y la vida que él nos comunica, no sea atractivo para un núcleo importante de la población. Quiero recordar que el 67% de la población se declaraban católicos pero, efectivamente, qué hacemos con el 33% que se declaran no católicos, ahí es donde tenemos que ver qué propuesta podemos hacer y cómo presentarles el mensaje evangélico. Este es uno de los primeros cometidos que me gustaría abordar cuando acabe este tiempo de conocimiento y la Asamblea Diocesana, que está reflexionando sobre esto, cómo llevar adelante la evangelización a estos burgaleses, gente buena, a quienes la fe les genera indiferencia, aunque tampoco rechazo, que yo no lo he visto en Burgos, pero sí indiferencia, y que no ven necesario ser creyente, cómo hacerles ver que es importante para sus vidas.

Las cifras tampoco son buenas en cuanto al número de bodas y bautizos, que va descendiendo paulatinamente. ¿Le preocupa?

Más que preocuparme, me ocupa.  Solo se bautiza al 56% de los niños que nacen en Burgos, uno de cada dos, esto nos tiene que hacer pensar en una provincia que siempre ha sido católica y donde la gente bautizaba a sus hijos. Y en cuanto a los matrimonios, efectivamente, es una quinta parte de los que se casan, porque la mayoría no se casa sino que convive. Evidentemente, todo esto nos interpela, como las confirmaciones, que confirmamos a los jóvenes y desaparecen al fin de semana siguiente. Como digo, me ocupa pero no me preocupa porque Dios no nos pide resultados, esto no es una empresa, Dios nos pide entrega y fidelidad. Intento estar en las redes, en los medios, en la Catedral, en las parroquias... y luego digo 'Señor, el cortijo es tuyo, yo he echado la semilla', y que crezca o no, ya no depende de mí, depende de las personas, porque Dios no violenta la libertad, Dios se propone pero no se impone y el ser humano puede decirle a Dios 'no quiero' y Dios no puede violentar esa libertad.

 

(La entrevista completa en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)