El último cartucho

M.R.Y. (SPC)
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Israel afronta sus cuartas elecciones en dos años con un Netanyahu que quiere sacar pecho de su gestión de la pandemia y sus alianzas internacionales antes de sentarse en el banquillo

El primer ministro tiene que aprovecharse de la debacle del centroizquierda para seguir al frente del Ejecutivo. - Foto: AMMAR AWAD

A la tercera fue la vencida en Israel... pero no la definitiva. Después de tres citas con las urnas -en abril y septiembre de 2019 y en marzo de 2020-, el conservador Likud de Benjamin Netanyahu y la coalición de centroizquierda Azul y Blanco de Benny Gantz firmaron una inédita alianza de Gobierno para tratar de dar, sin éxito, estabilidad a un territorio sumido en una crisis sanitaria sin precedentes. Pero la supervivencia de esta extraña asociación, formada por dos duros enemigos, fue corta, debido a los desencuentros y la desconfianza entre sus miembros. Apenas siete meses duró ese Ejecutivo «de unidad», formado en mayo y roto en diciembre ante la falta de acuerdo a la hora de aprobar los Presupuestos nacionales. E Israel se sitúa, de nuevo, en la casilla de salida. 

El próximo martes 23, los hebreos volverán a las urnas por cuarta vez en dos años, nuevamente con un escenario político fragmentado, inmersos aún en la lucha contra el coronavirus y con un Netanyahu pendiente de sentarse en el banquillo de los acusados por tres casos de corrupción -el juez volvió a retrasar el juicio hasta el 5 de abril-.

Tal vez esta sea la última oportunidad para Netanyahu, consciente de que perder la inmunidad que le otorga el cargo de primer ministro podría llevarle a prisión en caso de que resulte culpable de los cargos de soborno, fraude y abuso de confianza.

Y es que, a pesar de que el proceso por corrupción sigue pesando en su contra, el dirigente conservador tiene cuatro importantes ases para intentar ganar esta partida. 

Por un lado, su gestión de la pandemia, criticada entre los hebreos por sus severas restricciones -los confinamientos han sido constantes y no ha sido hasta febrero cuando se han recuperado las clases presenciales o la posibilidad de viajar al exterior-. Las medidas no han logrado frenar con éxito la expansión del virus, pero sí la campaña de vacunación, que ha situado a Israel como el territorio donde más se ha avanzado en todo el planeta, con casi un 90 por ciento de sus adultos inmunizados y el inicio de las inyecciones en los niños. Un hito del que Netanyahu se jacta de haberlo conseguido gracias a sus políticas.

En segundo lugar, solo en 2020 Israel ha normalizado las relaciones diplomáticas con cuatro países árabes -Baréin, Marruecos, Sudán y Emiratos Árabes Unidos-, lo que puede ayudarle a conseguir votos entre la población musulmana, una asignatura pendiente que ahora podría aprobar.

El tercer as también se encuentra en el exterior, con la buena sintonía que mantiene el premier con EEUU, a pesar de la salida de su fiel aliado Donald Trump, puesto que Joe Biden ha manifestado intención de «reforzar las relaciones»  con un «socio estratégico» en la región de Oriente Próximo.

Y, por último, está la baza de la debilidad en la oposición. La alianza con Gantz no solo no ha debilitado al Likud -que podría firmar 32 diputados y solo perder tres respecto a los últimos comicios-, sino que ha fragmentado la coalición Azul y Blanco, con la salida de algunos de sus más insignes integrantes por su rechazo a asociarse con Netanyahu. Así, el centroizquierda se encuentra actualmente polarizado, con varios partidos nuevos, y, según los sondeos, la formación de Gantz quedará en un lugar residual tras estos comicios -actualmente con 33 escaños, podría bajar a cuatro tras la cita de la próxima semana-. 

Eso sí, tendrá que plantar cara a dos frentes: el bloque Yesh Atid, del actual líder de la oposición Yair Lapid -escindido de Azul y Blanco-, que podría firmar una veintena de parlamentarios- y el partido Nueva Esperanza, del exdirigente del Likud Gideon Saar, que lograría hasta 14 diputados. No se descarta en Israel una nueva falta de acuerdo y una llamada a una quinta cita electoral. Y eso es lo que Netanyahu pretende evitar aprovechando la desunión entre sus detractores.