4-M: Elecciones 'casi' generales

Pilar Cernuda
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Podemos y Ciudadanos son los que más arriesgan en los comicios que la Comunidad de Madrid celebra el 4 de mayo, donde para el PP es fundamental que Ayuso siga de presidenta para presionar al PSOE

Isabel Ayuso sabe que, además de jugarse el 4-M la Presidencia del Gobierno regional madrileño, se juega también el futuro de su valedor y gran amigo, Pablo Casado. - Foto: EUROPA PRESS/M.FERNÁNDEZ. POOL

El último partido en reaccionar ha sido Ciudadanos. Inés Arrimadas comprendió al fin que su futuro dependía de las elecciones madrileñas, y dio luz verde a que el mejor de sus colaboradores, Edmundo Bal, sea el candidato a la Presidencia del Gobierno madrileño. 

El resultado del 4 de mayo puede suponer la supervivencia de los partidos nacionales. Si Gabilondo, por ejemplo, no vuelve a ganar las autonómicas, deja muy tocado al partido socialista; no por las cualidades o falta de cualidades del exministro de Educación, sino porque tras algo más de un año de gobierno de coalición entre PSOE y Podemos, un sector importante de socialistas y de podemitas sienten un absoluto desencanto, incluso decepción, porque la coalición no cumple con las expectativas de los votantes de los dos partidos. 

Es la razón de que Iglesias tomara la decisión de presentar su candidatura, un paso estratégico arriesgado pero bien calculado: solo él tiene el gancho suficiente para lograr un resultado aceptable. La fuga de votos es masiva, porque el Podemos del Gobierno no tiene nada que ver con el Podemos de oposición de denuncia sistemática y, además, hay votantes que nunca volverán a repetir por animadversión hacia la forma en que han enfocado su vida Iglesias y Montero. 

Una vez celebradas las elecciones, si Podemos no tiene buen resultado, Iglesias no tomará posesión del escaño en la asamblea madrileña, y mantendrá el del Congreso de los Diputados. Exactamente lo mismo que ocurre con Edmundo Bal, al que también se le augura que su partido podría no llegar al 5 por ciento de votos necesario para conseguir escaño.

Podemos y Ciudadanos son los partidos que más arriesgan en los comicios que la comunidad de Madrid celebra el 4 de mayo, y Vox, que ya ha avanzado su apoyo a la formación de Ayuso, el que menos. 

La representación de Vox no se corresponde con el resultado obtenido en elecciones posteriores a las madrileñas, las generales y andaluzas y, por tanto, su dirección nacional no estará condicionada por el actual resultado madrileño; aunque si no sube sensiblemente la ilusión de los militantes y votantes sufrirá un hachazo considerable. Pero siempre les quedará el consuelo de que sus votantes han considerado que lo importante ahora era parar los pies a un posible Gobierno en Madrid de PSOE-Podemos como el nacional, un Ejecutivo que ha pactado con independentistas y terroristas, que ha promovido leyes desastrosas para el bienestar de los españoles y que atentan incluso a sus principios morales. De hecho, Vox anunció desde el primer momento su disposición a colaborar con Isabel Ayuso si necesita sus votos para formar gobierno.

Para el PP, es fundamental que Ayuso siga siendo presidenta, y si puede ser en solitario mejor. En Génova nadie sensato piensa hoy que el objetivo de la madrileña sea postularse un día a la Presidencia de Gobierno, pero también saben, aunque no lo explicitan verbalmente, que Pablo Casado no acaba de cuajar aunque su equipo ha conseguido frenar la jugada murciana. Y si Ayuso no consigue el resultado que esperan, el que apuntan la mayoría de las encuestas incluso las que suelen favorecer al PSOE por cuestiones ideológicos, se interpretará como un castigo a las siglas del partido. 

Un PP que no acaba de despegar a pesar de que se encontraba en la mejor de las situaciones para hacerlo, al liderar la oposición a un Gobierno que provoca tanto rechazo, incluso, entre un sector relevante de los votantes tradicionales de PSOE y Podemos. Para Casado, por tanto, el 4 de mayo es una fecha que puede marcar un antes y un después en su carrera. El después será camino firme hacia el gobierno o necesidad de que el partido cambie de caballo porque el actual, el que monta Pablo Casado, lleva al PP a la irrelevancia. Ayuso, además de jugarse el 4-M la Presidencia del Ejecutivo regional, se juega también el futuro de su valedor y gran amigo Pablo Casado.

En situación parecida se encuentra Pablo Iglesias, aunque en su caso él es el principal responsable de la situación, por no decir el único. No solo por ser el candidato a la Presidencia madrileña, por eso abandona el Gobierno, sino que es, además, la persona que representa más que nadie la decepción que provoca la formación morada desde que forma parte del Gobierno nacional. 

División

Mientras, Iglesias ha mantenido el pulso al PSOE en el Gobierno pero, desde que se celebraron las elecciones catalanas, con mal resultado también, las tornas cambiaron y perdió su ascendente sobre Pedro Sánchez. La ley trans que promueve Irene Montero no se va a aprobar, Calviño ha anunciado el pasado jueves que no se va a abolir la reforma laboral y Ábalos insiste que no se aprobará la ley de alquileres que promueve Podemos. Iglesias ha amenazado a Sánchez con que busque «otros socios» si no cumple con lo firmado en el acuerdo de coalición respecto a los alquileres, pero clama en el desierto. El ministro Ábalos no se ha movido ni un ápice de su posición. Si, además, Iglesias no consigue que Podemos mejore resultados en Madrid el partido irá directo al abismo aunque Iglesias haya elegido como nueva responsable nacional a Yolanda Díaz.

Los cambios que preparan insisten precisamente en esa dirección: potenciar el partido, prestar más atención a las estructuras regionales, promover la presencia en la calle de los dirigentes incluido el presidente de Gobierno y, sobre todo, despegarse gradualmente de los socios que más dañan a la imagen de Estado del PSOE: los independentistas y Bildu. 

Su destino no depende del resultado de Madrid, aunque sí lo va a afectar si, de nuevo, los números finales no son propicios a Isabel Ayuso y puede formarse un gobierno de PSOE, Podemos y Más Madrid. Entonces, los buenos propósitos de rehacer la imagen de Pedro Sánchez como hombre de estado, será complicada, por no decir imposible: con esos compañeros de cama no podrá presentarse como el gran defensor de los intereses de todos los españoles.