El número de incendios hasta junio es el menor de la década

F.L.D.
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En lo que va de año se han declarado 27 siniestros y han ardido cerca de 200 hectáreas. La superficie quemada hasta el momento es más o menos similar a la de 2019 a estas alturas

Incendio en un terreno agrícola en Caleruega el pasado lunes. - Foto: DB

La campaña de incendios no arrancó con las mejores perspectivas al término de la primavera. Por entonces, a finales de mayo, dos grandes incendios en el norte de la provincia calcinaron casi la mitad de masa forestal que en todo el 2019, lo que hacía temer un verano movido en el momento en el que arreciara el calor. Sin embargo, las lluvias de junio han sofocado los malos presagios y, por el momento, incluso se están alcanzando mínimos históricos. Sin ir más lejos, a estas alturas se han declarado tan solo 27 siniestros, según los datos de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León, el menor número de la década a estas alturas. Eso si, la superficie quemada está en niveles similares a los de el estío anterior. 

Hasta el 30 de junio, se han producido en la provincia 19 conatos de incendio, aquellos que son inferiores a una hectárea de terreno calcinada, y 8 siniestros en los que ardió más de una hectárea. El matorral y monte bajo es el tipo de superficie que más se ha quemado hasta el momento, 155 hectáreas, seguido de la arbolada (58) y los pastos (16). Se trata de una cantidad muy similar, aunque ligeramente superior, a la del pasado ejercicio. 

Nunca antes a estas alturas se habían declarado tan pocos incendios. Ni siquiera en 2018, un año especialmente bueno en cuanto a siniestralidad en los bosques y montes de la provincia. Aunque se cerró con apenas 57 fuegos, a estas alturas se habían producido algo más de una treintena. Eso sí, todos fueron bastante menos graves. Esta es la principal razón por la que hay más superficie quemada que el verano anterior. A principios del mes de abril, ardieron 157 hectáreas en Espinosa de los Monteros. Este balance y las condiciones meteorológicas de entonces hicieron saltar las alarmas. 

En un año extraño, en el que apenas se ha podido adecentar los montes y bosques por el confinamiento, y en el que se registraron intensas lluvias primaverales, se generó una gran masa forestal que no deja de ser el mejor combustible cuando llegar el calor y sopla el viento. Por suerte, junio también fue un mes pasado por agua, lo que ha provocado que la vegetación haya permanecido fresca en las últimas semanas y se haya reducido el riesgo.