"Hemos usado las palabras como puñales"

María Albilla (SPC)
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La convivencia en la España de la Edad Media entre judíos y cristianos y los puentes que tendieron entre ambas religiones, tanto físicos como de entendimiento, se convierten en 'Palabra de judío' en un potente nexo con la rabiosa actualidad

"Hemos usado las palabras como puñales" - Foto: DANIEL ALBERTOS FOTOGRAFIA

El amor y la fuerza de la palabra emanan de la historia que Martí Gironell cuenta en Palabra de judío, la continuación que le pedía El puente de los judíos y con la que pone fin a este duplo novelístico.

Qué premonitorio -y necesario escribir sobre el entendimiento entre culturas en la época en la que estamos...

Es una línea que ya exploré con la anterior novela. En el siglo XIV judíos y cristianos estaban enzarzados en esa pelea que acabó tan mal para los hebreos y tenía ganas de volver a través de esa figura del puente que simboliza esa voluntad que siempre hay en personas de diferentes pareceres para trabajar por la concordia y que las diferencias sumen más que resten, independientemente del tiempo del que estemos hablando.

¿Al hombre le resulta más fácil levantar puentes de piedra que puentes de entendimiento?

Esta es una paradoja. Esta novela quiere ser un elogio a la palabra. Las tenemos tan a mano que las hemos ido corrompiendo y vaciando de contenido, las hemos usado para hacer daño, para que sean puñales más que como bálsamo para el otro. Con esto, como aprecias, parece más fácil levantar puentes físicos, cuando parece que sería más fácil hacerlo a través de las palabras.

La falta de entendimiento es una constante entre nuestros dirigentes... ¿hay alguna receta para acercar posturas?

Evidentemente, no tengo una receta, pero viendo las cosas como están creo que la idea en la que hay trabajar es la voluntad. Si hay voluntad de entender al otro y no imponer ni de un lado ni de otro el discursos y las verdades; si hay voluntad de escuchar al otro sin condiciones previas ni revanchismos, siempre se puede llegar a un entendimiento. A todos nos ha pasado mil veces que llegas a un punto en el que no avanzas y nos han dicho eso de ‘dale una vuelta’. Al final, entre mi visión y la de la otra persona, sale una tercera fruto del empeño de dos que es mejor que las anteriores. Esto sirve tanto en el plano político como en el religioso. 

El mestizaje ha sido a lo largo de la Historia de la Humanidad una de las formas de crecimiento social y cultura, sin embargo todavía hay ejemplos de intolerancia. ¿No suena esto ya como un anacronismo en el siglo XXI?

Siempre acaba imponiendo el miedo a la realidad. Están documentados casos de parejas mixtas de judíos y cristianos a los que, en algunos casos, acabaron ajusticiando o matando. Se vio como una amenaza, pero no se tomó en cuenta que muchas veces, de la mezcla, sale pura magia. Si mezclas colores, sale puro arte; si mezclas palabras, pura poesía. Todo depende de la mirada de cada uno.

Como se percibe en la novela, la ignorancia y el desconocimiento son el detonante de que no se pueda avanzar en este aspecto.

Si Donald Trump lograra levantar su muro, ¿cree que alguien podría escribir alguna historia bonita sobre ello?

Yo desde luego no, pero porque no tengo la suficiente información sobre este tema. Para mí, que me gustan las palabras, independientemente del idioma, la documentación es clave. No tengo la perspectiva necesaria...

Se siente más cómodo en la novela histórica, ¿no?

Totalmente. Me gusta hacer ver a los lectores qué ha pasado en distintas épocas. Además, al escribir sobre temas más actuales siento que no tengo suficiente distancia de los hechos como para poder explicarlos como creo que los cuento en la novela histórica, en la que intento facilitar todos los detalles que puedo sobre los hechos que ocurrieron.

Hablábamos antes de la palabra como eje de la historia de la novela, pero también habría que hablar del amor. ¿Por qué son tan importantes ambas cosas?

Octavio Paz decía que «El hombre es las palabras», no seríamos lo que somos si no fuéramos capaces de verbalizar lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que vemos, lo que vivimos. Hay un libro determinante para la cultura judía que es el Libro de la creación y que está basado, precisamente, en el poder de crear vida que tienen las palabras, por eso es esencia en esta historia. 

La mayoría de las crisis se dan por el mal uso de las palabras. Cuando los judíos llegaron a España expulsados de Francia, no se pensaba que venían médicos, astrólogos, poetas... se pensaba en conceptos siempre negativos como el miedo, la amenaza, la incertidumbre, que se pueden usar como arma arrojadiza.

 

Ahora está más de moda el mal uso de la palabra, que puede convertir falsamente la mentira en verdad. ¿Las fake news ya existían en la Edad Media?

Claro que existían, pero ahora lo que tenemos es la capacidad de poder contrastar la información con otras fuentes. Antes lo que emanaba del entorno real o eclesiástico, nunca mejor dicho, iba a misa, aunque tuviera tufo de bulo o corrupción o lo que fuera. Ahora es más fácil destaparlo y que nos la cuelen aunque la tecnología facilita este trabajo.

En lo que no hemos avanzado es en esta voluntad de intentar corromper la información tergiversando las palabras. Por eso quiero revalorizar su profundo sentido.

La novela está llena de simbolismo. ¿Hay alguno que conecte la realidad del siglo XIV con la actualidad?

El antropólogo Eudald Carbonell me decía hace unos días que estamos en un punto en el que, como sociedad, nos jugamos, literalmente, nuestro futuro inmediato y el de nuestros hijos. Esta es la hora de la verdad porque o vamos todos juntos y cooperamos para hacer frente a una amenaza común como es la pandemia, o ¿cuándo va a ser? Primero solucionemos el problema, luego ya nos sentaremos a repartir la cuota de responsabilidades. Y esto es lo que refleja la novela. La voluntad de entendimiento con el otro.

¿Qué es lo que más le ha atraído de la cultura judía para que haya sido parte crucial de las dos novelas?

Yo nací en Besalú (Gerona) y aquí los judíos dejaron mucha impronta. Siempre me ha llamado mucho la atención que fuera un pueblo errante que siempre llevaba consigo mucho conocimiento. Nos dejó cosas tan importantes y básicas, más en estos días, como es el lavado de manos, un ritual de origen hebreo. 

El último judío documentado en mi pueblo fue en 1460 y siempre he pensado, ¿por qué se les trató así? ¿por qué con lo que aportaban se les señalaba y apartaba? La Iglesia y la Corona siempre les vieron como una amenaza. Por eso empecé El puente de los judíos, porque me interesaba saber quién fue el constructor de ese puente y cómo fue la época que lo vio nacer.

¿Cuántos paseos ha dado por ese magnífico puente de Besalú imaginando esas historias?

Infinidad de ellas. Cuando tenía 14 años trabajaba como guía turístico para sacarme unas pesetas y, ya entonces, empece a pensar en ello.