¿Está muerto el Rudrón?

G. ARCE
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La Junta publica los resultados de los estudios de poblaciones de trucha realizados desde 2014 en los ríos burgaleses, muestreos que desmienten las alarmas y confirman una evolución positiva de la especie en todos los ríos pescables, salvo el Cadagua

El río Rudrón ha recuperado la normalidad tras la inundación. - Foto: Patricia

El Rudrón "está muerto", sin pesca, sucias de ramas y maleza sus orillas y expuesto a todos los riesgos ante sus periódicos desbordamientos. Este es el mensaje de alarma lanzado por los alcaldes de la cuenca (Valle de Sedano, Sargentes de la Lora y Tubilla del Agua) de este afluente del Ebro tras las inundaciones y daños provocados por la borrasca Elsa el pasado diciembre. Estamos ante uno de los ríos trucheros más emblemáticos de la provincia, protagonista de muchas de las andanzas del Miguel Delibes pescador y cuyo principal coto de pesca, San Felices, ocupa el segundo puesto (tras el vecino de Pesquera de Ebro) entre los más demandados por los aficionados a la caña procedentes de toda España.

El aviso de los alcaldes es preocupante, entre otras cosas, porque este río es uno de los refugios privilegiados de la trucha común, especie catalogada como preferente en Castilla y León, pues ejerce de bioindicador de la calidad de los sistemas fluviales. La preocupación coincide con la de muchos pescadores que conocen estas aguas, cuyo estado, como el del resto de ríos locales, no es ideal y arrastra numerosos problemas generados por vertidos domésticos, agrícolas y viales (fundente de las carreteras), fuertes estiajes acentuados por los riegos incontrolados, barreras artificiales (presas, azudes, molinos...) y -hasta su limitación- por la presión pesquera. 

Pero, retomando la pregunta de arranque de este artículo, ¿está realmente muerto el Rudrón? De entrada, aunque pueda parecer otra cosa a tenor de lo que dicen los alcaldes, el Rudrón no está ni olvidado ni abandonado, como tampoco lo están los grandes ríos trucheros de la provincia, que son sometidos a muestreos periódicos por parte de la Junta de Castilla y León para ver la evolución de sus poblaciones de peces.

Hablamos, entre otros, del Arlanza, el Pedroso, el Arlanzón, el Úrbel y el San Martín (en el cuenca del Duero); el Nela, el Trema y el Rudrón (en la del Ebro) y del Cadagua (en la cuenca Cantábrica), ríos a los que se vienen realizando chequeos anuales desde el año 2014 y cuyos resultados se han hecho públicos en el último Consejo Regional de Pesca, dentro de la política de transparencia implantada por el Gobierno regional. 

Dichos estudios emanan de los datos captados en la Red de Seguimiento y Control de Poblaciones Acuáticas de Castilla y León, que cuenta con 611 estaciones (zonas de control) repartidas por toda la región, 91 de las cuales se ubican en la provincia. Ocho de éstas son de nivel 1, es decir, se analizan cada año; 78 de nivel 2 (con controles cada 2 o 3 años) y 5 de nivel 4 (con muestreos bienales o trienales en tramos de pesca extractiva). 

Los controles son realizados por agentes medioambientales, celadores de medio ambiente y técnicos de la Junta mediante procedimientos de pesca eléctrica no lesiva. Los individuos capturados -por lo general de pequeño tamaño, pues no se trabaja en las pozas- son devueltos sin daño alguno al agua tras ser identificados, medidos, pesados y sexados por los expertos.

Estos trabajos en río -en tramos seleccionados y cerrados de 100 metros de longitud- se realizaron  en los meses de septiembre, octubre y noviembre, coincidiendo con la época de mayor estiaje, lo que facilita la efectividad del control.

Los inventarios, lógicamente, no dan la cifra exacta de peces en la totalidad del curso del río pero sí ofrecen información representativa sobre su población global y detectan los cambios que producen año tras año. Se trata, subrayan los estudios consultados, de estimas (valores) no de cifras absolutas. No obstante, ilustran perfectamente cuál es la evolución de los ríos trucheros de Burgos en los últimos cinco años.  

Evolución. Los muestreos anuales (nivel 1) realizados en Burgos entre 2014 y 2019 se han centrado en 8 estaciones, ubicadas en Barbadillo del Pez (río Pedroso), Ibeas de Juarros (Arlanzón), Villasuso de Mena (Cadagua), Santelices (Nela), Cornejo (Trema), Barrio Panizares (Rudrón), Huérmeces (Úrbel) y  San Millán de Lara (San Martín).

De entrada, en todos estos controles se ha constatado la presencia de trucha común (como muestra el gráfico de ejemplares capturados) y con una abundancia "relativamente significativa", lo que se considera como un indicador de la salud y el equilibrio (siempre frágil) de la fauna piscícola provincial. Las poblaciones más abundantes se registran -con mucha diferencia- en el Arlanzón (se ha llegado a contabilizar 628 ejemplares en 2017) y, en menor media, y por orden descendente, en el Nela, el Úrbel, el Rudrón y el Pedroso. 

La trucha, concluyen, prosperó especialmente entre los años 2014 y 2017, y sufrió una fuerte caída en la campaña 2018, caracterizada por la sequía, factor que agrava la contaminación de las aguas y los riesgos para la supervivencia de esta especie. La última campaña, la de 2019, cuyos datos aún no se han publicado, confirma la estabilización de las poblaciones, que apenas sufren aumentos.

Abundancia "media". La situación del Rudrón no es de "muerte" como se ha denunciado en los últimos días, sino todo lo contrario, el río conserva una abundancia de truchas calificado como de "tamaño medio", según los estándares usados por la Junta. 

Así, se ha pasado de los 98 ejemplares capturados en el control desarrollado hace cuatro años en Barrio Panizares, a los 87 de 2017 y los 51 de 2018. Son fluctuaciones habituales -de hecho, en 2014 solo se contabilizaron 24 truchas-, pero muestran que este afluente del Ebro tiene una población estable. 

Es más, confirman desde el departamento de Pesca de la Junta, el Rudrón fue repoblado con trucha autóctona en octubre (también el Gromejón y el Cantabrana). En cifras absolutas, se soltaron en sus aguas 22.000 alevines criados en la piscifactoría de Vegas del Condado (León), cuya evolución se irá testando en los  controles anuales y trianuales. 

Las repoblaciones se realizan en otoño y primavera de forma aleatoria, aunque respetando siempre las líneas genéticas de cada río.

Las últimas inundaciones, reflexionan desde la Junta, no tienen por qué afectar a la evolución de la trucha, que se adapta a estas circunstancias naturales, aunque sí preocupan los ejemplares de trucha arcoiris (especie calificada como invasora) que ‘escaparon’ tras la inundación de la piscifactoría de Covaleda al subir el nivel de las aguas varios metros. Muchos, y de tamaño considerable, aún permanecen y comen en el Rudrón.

El afluente del Ebro también se ve afectado a lo largo de su recorrido por vertidos de las fosas sépticas de los pueblos que, según la Junta, no cumplen con su función de saneamiento y por la falta de permeabilidad provocada por los azudes de los viejos molinos, barreras que no permiten la movilidad de los peces y que deberían ser eliminadas o sorteadas, al menos, con escalas. 

Asimismo, tal y como han denunciado alcaldes y pescadores, la abundante vegetación en la ribera cierra la entrada de la luz al río, lo que influye en el desarrollo de la vida del mismo y también en la actividad de la pesca, impracticable en algunos tramos.

El coto de Sanfelices, según percepción del Club de Pesca de Burgos, ofrece una situación "lastimosa". Pese a ello, cada temporada alcanza el 100% de ocupación, tanto en días con muerte y sin muerte, lo que supone un total 345 pescadores al año. La cifra contrasta con los 23 que pescaron en el coto de Tubilla -aguas arriba, mucho más complejo y con la vegetación más tupida-, que apenas alcanza un 24% de ocupación. Solo hay dos cotos con similar demanda a San Felices, Pesquera de Ebro, que ocupa el 100% de sus permisos y Barbadillo del Mercado, en el río Pedroso, el 86%.