Septiembre de 1902 - Una discusión con final trágico

D.B.
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Un altercado llevó a Felipe Recio (cochero de 47 años, de Lerma y con varios hijos pequeños) amatar de dos disparos a Federico Santillana (pintor de 44 años, casado y con una hija de seis) en el paseo de los Vadillos a las 13.30 horas del día 21

El altercado entre las familias Santillana y Recio se inició en la calle San Juan - Foto: Alberto Rodrigo

VÍCTIMA: Federico Santillana, pintor de 44 años, casado y con una hija de seis. Su mujer estaba embarazada cuando se produjo el suceso.

CAUSA: Una fuerte discusión entre la esposa del fallecido y la mujer del autor del crimen, Felipe Recio, por la basura que la familia Santillana dejaba «con frecuencia» en la cochera.

Una fuerte discusión que concluyó en asesinato. Ésa fue la causa, según cuentan las crónicas de la época, por la que Felipe Recio (cochero de 47 años, natural de Lerma y con varios hijos pequeños) mató a Federico Santillana (pintor de 44 años, casado y con una hija de seis) el 21 de septiembre de 1902 en el Paseo de los Vadillos.

Al parecer, las mujeres de ambos discutían porque, con frecuencia, aparecía basura delante de la cochera de Valeriano Sáiz Valpuesta (calle San Juan, 44) que cuidaba Felipe Recio y en la que también vivía la familia Santillana. De hecho, aquel día, «al salir al patio, el cochero encontró unos trapos que habían caído de la habitación del cabeza de familia. Parece que la mujer de Felipe maltrató de palabra y obra a la de Federico mediando frases gruesas en que se aludió al coraje de ambos maridos», según se publicó en Diario de Burgos.

Enterados del altercado, los esposos también intercambiaron algunas palabras a las puertas de la cochera (concretamente hacia las 13 horas). Unos minutos después Recio dijo a Santillana que le esperara un momento y, según cuentan, aprovechó para coger una pistola de dos cañones que ocultó en el pecho o en el bolsillo de la americana, según las versiones. Cuando volvió, los dos se dirigieron andando por la calle San Juan y se detuvieron en el establecimiento de Eusebio Briones a tomar «unos cincos de claro». Y aunque durante su estancia en el bar las versiones sobre si discutieron o no fueron contradictorias, lo que sí es cierto es que salieron del local hacia los Vadillos, cruzaron el puente inmediato al matadero y en las proximidades de la denominada ‘fuente redonda’ Felipe Recio sacó una pistola y disparó dos tiros a Federico Santillana. «Privado del conocimiento quedó en el suelo yéndose en sangre, mientras el asesino, con gran tranquilidad se volvió hacia la población», se puede leer en la edición de DB del 22 de septiembre de 1902.

A los pocos minutos de producirse el suceso, numerosas personas se personaron en el lugar de los hechos. Sin embargo, los facultativos que lo examinaron coincidieron en señalar que su estado era gravísimo, por lo que se le administró la extrema unción y se le trasladó al Hospital de San Juan, donde falleció poco después.

 

MUY TRANQUILO

En relación con lo que hizo Felipe Recio nada más cometer el crimen, se cuenta que «recorrió tranquilamente varias tabernas, yéndose luego a la cochera donde fue detenido por tres guardias municipales mientras fumaba un cigarro y apuraba un porrón de vino». De allí, le trasladaron hasta un calabozo donde quedó incomunicado. Se supo también que en el momento de ser detenido no llevaba el arma con el que cometió el asesinato.

La reacción popular ante el suceso fue de indignación y también de gran sensación, máxime cuando se supo que la mujer de Recio «demostró bastante cinismo al conocer el delito». Tanto es así que «varias personas quisieron agredirla, aunque gracias a la intervención de una persona respetable no ocurrió ninguna desgracia», lo que llevó a la esposa de Recio a presentarse en el retén de la guardia municipal a quejarse de que sus vecinas la insultaban e inculpaban continuamente de lo sucedido.

Asimismo, merece la pena señalar que la hija de Federico Santillana, de seis años, conoció la noticia de la muerte de su padre en la calle y que la madre de la pequeña, además, se encontraba entonces embarazada.

Por todo ello, y con el fin de ayudar a la viuda, los amigos que tenía la familia abrieron una suscripción pública, que inició el señor Justo Lozano.

 

JUICIO

Cinco meses después de producirse el suceso, comenzó el juicio contra el presunto asesino. El 5 de marzo de 1903 el juez dictó sentencia: cadena perpetua para Felipe Recio, además de una indemnización de 2.000 pesetas para la familia Santillana. «Mientras se dictaba la sentencia se desarrollaron en la sala conmovedoras escenas por encontrarse allí la esposa del procesado con dos niñas de corta edad», según Diario de Burgos.

* Este artículo fue publicado en la edición impresa el 18 de enero de 2004