La juventud aviva el alma de la Bureba vaciada

S.F.L.
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El año ha traído consigo un incremento de las familias afincadas en pueblos de la comarca, donde pretenden «echar raíces»

En menos de 12 meses en la pequeña localidad de Grisaleña ha pasado de residir un niño a 10. Asimismo, la población se ha visto incrementada en un 35%. - Foto: DB

La vida en el pueblo de familias jóvenes con niños es un proceso silencioso. No se trata de un éxodo masivo, más bien de un goteo que en La Bureba comienza a ser visible en algunas localidades. El regreso al pueblo es una realidad. Ya sea por buscar una vida más tranquila o porque empujados por la crisis, el paro, la precariedad laboral o el elevado coste de la vivienda, entre otros, no tienen otro remedio. Grisaleña, Salas de Bureba, Cubo, Busto o el Valle de Caderechas resurgen como una alternativa de vida en unos momentos duros, lo que ayuda la gran transformación sufrida por los núcleos rurales, donde algunos servicios están garantizados, si no en el mismo pueblo, en el de al lado. Eso sí, dispongan de vehículo.

Los municipios más poblados de la comarca han comprobado que desde el inicio de la pandemia de coronavirus la cifra de empadronados se ha visto incrementada ligeramente con respecto a la del 2019, pero también los pequeños. Según los datos aportados por los ayuntamientos y el Instituto Nacional de Estadística, el aumento de población es «notable» aunque los responsables del registro desconocen si la covid-19 tiene algo que ver en ello.

Si bien, la mejora de las infraestructuras locales ha provocado que el vecindario de Grisaleña haya aumentado en el último año con cuatro familias establecidas, una tendencia contraria lo que en general los pequeños núcleos viven en la actualidad. Así, las calles del municipio vuelven a cobrar vida gracias a los diez niños y jóvenes que residen diariamente. En doce meses el número de habitantes ha pasado de 39 a 60, lo que supone un aumento del 35%. Guazimara se trasladó al pueblo con sus dos hijos por amor y está completamente feliz de la decisión que tomó. Considera que la calidad de vida de la que  goza es totalmente distinta que en Alicante, donde residía anteriormente. «He ganado mucho con el cambio. Con un mismo presupuesto, en una ciudad alquilas un piso pequeño y medianamente acogedor, mientras que en un pueblo existe la posibilidad de tener una casa con jardín para que todos lo disfrutemos», afirma.

 Ana Milena se instaló en Salas de Bureba hace casi veinte años y desde entonces la ha seguido parte de su parentela. Ana Milena se instaló en Salas de Bureba hace casi veinte años y desde entonces la ha seguido parte de su parentela. - Foto: DB

Los seis miembros de los Gómez-Picón dejaron su Venezuela natal en 2018, con una mano delante y otra detrás. Primero se instalaron en Cáceres y después en Salamanca para llegar a Briviesca. El padre de familia es pariente de los dueños de la quesería de Grisaleña, Granja Burebana, y la cercanía a sus primos fue el detonante para que acabaran en el pueblo. «Acertamos quedándonos aquí», declara Anmely.

La familia Alonso-Paredes, de Salas de Bureba, la componen once personas, sumando hijos, hermanos, cuñadas, sobrinos y nietos. Ana Milena pisó por primera vez el pueblo hace dos décadas y aún sigue. «Me siento como en casa y aunque recuerdo mucho a mi gente de Colombia soy muy feliz por haberme afincado en la localidad y que mis familiares me hayan seguido», asegura la camarera, que regenta uno de los dos bares, el Stop, que a tanta gente atraen a diario en la hora de las comidas.

Ainara López y Willy Sánchez tienen tan claro que quieren pasar el resto de su vida en un pueblo que acaban de comprar una vivienda en Quintanaopio, en pleno Valle de Caderechas. La pareja, procedente de Bilbao, dejó ‘El Botxo’ hace seis años para comenzar una nueva etapa en la provincia burgalesa. Hasta el pasado verano han vivido en Cornudilla pero las malas condiciones de la vivienda que arrendaron provocaron que cambiaran de ubicación. «Nuestro día a día apenas se ha modificado. Mi marido continúa trabajando en Oña y mis tres hijos estudiando en el colegio de la villa y en Briviesca. Sin embargo, podemos decir que somos propietarios en un lugar en el que la soledad abunda pero sin embargo nos encanta», expone la matriarca.

a familia Sánchez-López es la única que reside en Quintanaopio con niños, aunque los fines de semana hay más pequeños.a familia Sánchez-López es la única que reside en Quintanaopio con niños, aunque los fines de semana hay más pequeños. - Foto: DB

Igual de felices se encuentran los vecinos de Valdazo, entidad menor de la capital burebana, que en los últimos años han sido testigos de como la población se ha duplicado. «Ya somos 33 adultos y 5 niños, todo un logro», aclara Puri. La última en llegar fue Alia Aicha, una bebé que acaba de cumplir los dos meses de vida.

«Durante 2019 nadie decidió censarse aquí y en poco tiempo ya lo han hecho once», explica Julio Capillas, regidor de Busto de Bureba. No relaciona este extraño acontecimiento al coronavirus sino más bien a que el pueblo dispone de unas «buenas infraestructuras y conexiones para aquellos que se trasladan por motivos laborales y esperemos que la fibra óptica atraiga a más gente», aclara. En Frías, Oña y Poza la tendencia resulta similar. 12 individuos más son ya vecinos de la ciudad más pequeña de España, 9 de la villa salinera y 20 de la condal.