"La cultura saldrá muy perjudicada de todo esto"

R. PÉREZ BARREDO
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Para el mundo artístico, la pandemia ha supuesto un hachazo brutal. Sueños y economías se han ido al garete. Muchos han tenido que buscarse nuevas ocupaciones. Quienes han resistido aún miran con inquietud al futuro

Mario Mayoral, músico. - Foto: Alberto Rodrigo

No ha salido Mario Mayoral de la imaginación de Valle-Inclán, por más que parezca un doble del genial autor de Luces de Bohemia, y de no existir en carne y hueso -más hueso que carne, todo hay que decirlo- habría que habérselo inventado : este espigado personaje es un talento de la percusión, un portento de la más atávica manera de hacer música. Para todos los que se dedican al maravilloso oficio de llenar nuestra alma con sonidos, la pandemia supuso un hachazo tan invisible como homicida, un empujón brutal que derribó sus sueños y sus economías. A Mario Mayoral, que responde al nombre artístico de Tembleque, nunca le faltaban bolos aquí y allá, colaboraciones con este y con aquel, grabaciones en un lado y en otro. Trabajo suficiente para sobrevivir con dignidad, con años gloriosos, buenos y regularcillos. Pero sin quejas en líneas generales. Mario Mayoral tenía precisamente el 14 de marzo del pasado año, día en el que se decretó el estado de alarma y el confinamiento estricto, una cita con Diego Galaz (Fetén Fetén) en Poza de la Sal para honrar la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente, del que se conmemoraba el 40 aniversario de su fallecimiento en tierras de Alaska.

"Se veía venir, pero el bolo se cayó la víspera". Y la pandemia lo detuvo todo. "Lo primero fue sentir incertidumbre. Creíamos que sería cuestión de quince días o como mucho un mes. Y como el fuerte de lo nuestro es en verano, teníamos ese horizonte. Había ciertas expectativas. Pero a medida que fue pasando el tiempo te vas mosqueando . Teníamos previsto un concierto el 23 de abril en la Casa Regional de Castilla y León en Madrid. Nada tampoco. No pude hacer ni ese ni los otros bolos que tenían cerrados antes de la pandemia. Todos se fueron cayendo uno detrás de otro ".

Por delante, un abismo de tiempo insondable. "Yo soy un tío al que le gusta la soledad y en un principio me adapté perfectamente. Pero luego descubrí que me gusta la soledad buscada, no la impuesta. Pero en un principio, con tanto tiempo libre por delante, me dio por explorar nuevas cosas relacionadas con la percusión, por experimentar y estudiar. Pero el tiempo pasaba. Y llegó un momento en el que, o me desesperaba, o me conformaba a esperar que esto acabara ".

Y aunque en verano se abrió algo la mano, apenas hizo tres o cuatro conciertos, con escaso público y embozamiento general "en plazas, espacios, medidas de seguridad brutales ... En alguno había más gente de seguridad que músicos y público". El primer bolo en pandemia lo recuerda frío. Fue un concierto virtual desde el Teatro Principal en los pasados ??'Sinsampedros'. "Acababas un tema y claro, ni dios aplaude porque los que te están viendo están en su casa. Y eso da bajonazo: no sabes si ha gustado, si no. Es como actuar para nadie". En total, ha hecho seis bolos en un año. Una ruina. "Ha sido un año baldío. Y comparado con otra gente no puedo ni quejarme porque hay quienes han hecho uno o ninguno".

Incertidumbre. Se va a cumplir un año desde el principio del infierno y Mario Mayoral'Tembleque' no pierde la esperanza, aunque la incertidumbre sigue siendo el pan suyo de cada día. "Creo que este año se abrirá un poco más la mano; la gente tiene muchas ganas de ir a conciertos, de ir a los teatros, de disfrutar de nuestro mundillo." Creo que la cultura saldrá perjudicada de todo esto. Lo único bueno, que se tirará de ingenio: proyectos nuevos, formas diferentes de hacer cultura, de llegar a la gente. Pero en este sentido soy pesimista. Esta pandemia marcará tendencias negativas para todos los artistas, para los técnicos de sonido e iluminación, programadores ... Hay mucha gente desesperada. Y si abrieran de nuevo los aforos al cien por cien ¿quién recupera los cachés que había hace dos años? ". Muchos artistas, ante tan negro futuro, han dado un paso a un lado y se han puesto a estudiar oa trabajar en otro sector . Él mismo está trabajando como bedel en el Alejandro Rodríguez de Valcárcel. "Hay que buscarse la vida. No se puede esperar demasiado", concluye.