Y en el principio fueron las traviesas

ALMUDENA SANZ
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El laboratorio de Conservación y Restauración del Cenieh recupera los restos del ferrocarril minero cuya construcción hace un siglo dejó al descubierto los yacimientos que hoy configuran Atapuerca

Fernández Colón, junto a la ‘sala de operaciones’. - Foto: Luis López Araico

El boom industrial de finales del siglo XIX fijó la mirada de las compañías siderúrgicas en las minas de la Sierra de la Demanda. Su transporte propició la construcción de infraestructuras como el ferrocarril. Una línea se tiró desde Monterrubio de la Demanda hasta Villafría. Ese tren minero cortó la sierra de Atapuerca y dejó a la vista unas cavidades colmatadas de sedimento que, con los años, se revelaron como un gran tesoro. La vía se terminó en 1901 y apenas estuvo una década en funcionamiento. Se abandonó, sufrió el expolio y los sedimentos la fueron cubriendo, cubriendo... hasta caer en el olvido. Pero en 2009, al levantar el puente para el paso de vehículos y de personas sobre la Sima del Elefante, quedó al descubierto. Ahora, sus restos ocupan el quirófano del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (Cenieh). Su recuperación es uno de los proyectos actuales de su laboratorio de Conservación y Restauración. «El motivo por el que estamos aquí trabajando todos es que pasó ese tren por la sierra hace 120 años», resume su responsable, Pilar Fernández Colón, junto a la mesa en la que se extienden estas viejas traviesas originales de una madera aún por determinar, aunque sopesan que sea roble, cuyo destino final será su musealización en alguno de los centros que orbitan en torno a Atapuerca. 

Su interés simbólico lo merece. «Tienen un alto valor porque son el origen de los yacimientos. Cuentan, además, con la particularidad de que son patrimonio industrial, de poco más de cien años, mucho más modernas de lo habitual aquí, y de un material, como es la madera, tampoco frecuente para nosotras, pero, sin embargo, las estamos dando un trato muy especial porque son muy importantes para el Cenieh, Atapuerca y la ciudad de Burgos», ahonda Sofía de León, miembro de este equipo. 

La actuación apenas acaba de arrancar. Se encuentran con las pruebas preliminares. Empezaron con la limpieza, seguirán con la consolidación y siempre vigilantes ante su comportamiento. Calculan que hay unas 12 traviesas, las mejor conservadas están tapadas para su aclimatación al nuevo ambiente ya que vienen de otras salas. Otras llegan fragmentadas debido al abandono, el expolio y la acción de los animales después de tantos años. Y las conservadoras ya están en faena para determinar qué padeceres han sufrido. 

Y en el principio fueron las traviesas Y en el principio fueron las traviesas - Foto: Luis López Araico

«Tienen muchos procesos de deterioro diferentes como infección por diferentes xilófagos, que son los insectos que se comen la madera; hongos de pudrición, que las han deformado... Son peculiares y las tratamos con criterios arqueológicos porque pertenecen a los yacimientos de Atapuerca. Quizás la restauración de patrimonio industrial se haría de una manera diferente», explica De León al tiempo que apunta que también están haciendo pruebas para elegir el mejor consolidante, un producto químico para garantizar su conservación para el presente y el futuro, que determinarán con la utilización de distinta tecnología como el microscopio electrónico de barrido. 

Y es que este trabajo ha propiciado la colaboración de este laboratorio con otros del Cenieh en los estudios compositivos de la madera o los procesos de corrosión, que se analizan en los de Microscopía y Arqueometría.

Algunas traviesas están tapadas para aclimatarse al nuevo ambiente y entre los restos hay tirafondos.
Algunas traviesas están tapadas para aclimatarse al nuevo ambiente y entre los restos hay tirafondos. - Foto: Luis López Araico

Junto a estas curiosas pacientes, para disponer de una visión de conjunto, en la mesa de operaciones aparecen sedimentos originados tras la limpieza y otros restos aún sin identificar, xilófagos y otros insectos, además de piezas metálicas, como tirafondos o placas de unión de las vías, protagonistas en los procesos de corrosión.