Miranda abandona la idea del sello de calidad para su tomate

R.C.G.
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La asociación de hortelanos que lo impulsaba se ha disuelto por falta de apoyos para dar el paso definitivo, a pesar de contar con un estudio que avala que tiene un 30% más de sabor que la media y haber seleccionado una variedad de semilla

Miranda abandona la idea del sello de calidad para su tomate - Foto: Ruth Laguna

En casi todas las mesas  de la ciudad el tomate tiene un lugar preferencial estos días. Para los mirandeses, la joya de la huerta local está entre los mejores del país y tienen razones objetivas para afirmarlo, ya que un estudio del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) confirmó hace tres años que tiene una calidad superior a la media de los que se venden en cualquier supermercado. Los análisis le conferían un 30% más de sabor y una nota alta en otros parámetros, como apariencia externa o carnosidad.

Aquellos resultados fueron el impulso necesario para pensar en un sello de garantía que facilitara su comercialización. El siguiente paso fue unificar criterios para seleccionar una semilla, y la elegida fue una mezcla de brandywine con flor de baladre, que por sus características es ideal tanto para ensaladas como para cocinar y que fue la que mejores puntuaciones obtuvo en las muestras. También se delimitó la zona geográfica, otro de los trámites necesarios, aunque la ciudad es un lugar privilegiado para este tipo de planta ya que el secreto de un buen tomate radica en un alto porcentaje en el agua, clima y terreno.

Sin embargo, cuando parecía que se daban todos los requisitos para obtener la marca colectiva, el proyecto se frenó por la falta de interés de los productores ya que la mayoría no se plantea la comercialización industrial sino que tiene una huerta para consumo propio o vende a pequeña escala a restaurantes y tiendas de la ciudad.

Poco a poco el proyecto se fue diluyendo hasta caer en el olvido, y los esfuerzos de un grupo de hortelanos por reflotarlo, no ha dado resultado. De esta forma, se ha abandonado definitivamente la idea y la asociación que la impulsaba se ha disuelto, dejando escapar una gran oportunidad de obtener un logotipo que distinguiese al producto agrícola por excelencia. "Tampoco hemos contado con un apoyo institucional fuerte que tirara del carro, aunque creemos que era algo positivo para Miranda", lamenta Miguel Ángel Valderrama, uno de los principales impulsores de la iniciativa.

Contar con una figura legal no perjudicaba a los particulares, ya que no obligaba a nada, pero es casi imprescindible para la expansión comercial. Demanda existe, porque la calidad del tomate mirandés es innegable, pero sin un distintivo de calidad que lo certifique es complicado traspasar fronteras y abrirse paso en un mercado muy competitivo. "Hay restaurantes de Vitoria que vienen a buscar todos los kilos que pueden, y desde Burgos nos han pedido semillas, pero son casos puntuales", asegura Valderrama. Si se hubiera dado el paso definitivo, los que quisieran seguir plantando por su cuenta para obtener un ingreso extra lo podían haber seguido haciendo, y se dejaba la puerta abierta a una actividad empresarial más fuerte que generara empleo.  

Aunque más allá de la visión de negocio, el objetivo era definir unos parámetros comunes para que "cuando hablemos de tomate de Miranda todos sepamos a cuál nos estamos refiriendo, no a cualquier variedad que se ha plantado en una huerta de la ciudad", asegura Valderrama, quien considera que aún existe mucha confusión sobre este tema. La fórmula elegida era la marca colectiva, mucho menos costosa que la denominación de origen. Es la misma etiqueta que ha permitido a las alubias de Ibeas o las cerezas de Caderechas consolidar su fama entre los consumidores, pero cuando solo faltaba un último paso, el proyecto se ha visto truncado. El tomate mirandés seguirá siendo el rey de la huerta local, pero su calidad no será apreciada fuera.