Desconexión en la periferia

C. SORIANO
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Los barrios a examen (V) |Los vecinos de la Ventilla reclaman un mejor mantenimiento del cauce Molinar, un parque cardiosaludable para los mayores y aprovechar la inutilizada pista de petanca ubicada junto al parque infantil para otros usos

El cauce Molinar, en su paso por la Ventilla, está lleno de maleza debido al mal mantenimiento. - Foto: Luis López Araico

El presidente de la Asociación de Vecinos de la Ventilla, José Antonio Irisarri, no se separa de la lista de peticiones que quiere que se escuchen desde el Ayuntamiento y que ha elaborado para que no se le olvide nada. Aunque se ha ido invirtiendo en la mantenimiento y remodelación de la zona, que no tiene comparación con el estado en el que se encontraba hace 15 años, el relato es parecido al de muchos otros barrios: «Aún quedan muchas cosas por hacer».

La ubicación del barrio de la Ventilla, junto a una zona industrial, hace que los vecinos sufren la contaminación de algunas de las fábricas. «Cuando sopla el viento, el humo llega a las viviendas. Hemos reclamado varias veces, pero parece ser que legalmente está todo en orden», explica José Antonio. En ocasiones, la polución ha acabado afectando al cauce Molinar, que antiguamente daba servicio a los molinos y, ahora, mueve alguna de las industrias. Sin embargo, la preocupación de la Asociación respecto al cauce no es tanto por la contaminación como por el estado de abandono de su entorno. 

La dejadez ha causado que la vegetación crezca hasta el punto de no dejar que el agua corra y, sumado a la acumulación de basura, preocupa que alguien tenga un accidente:«Si se cae un niño, a ver cómo lo sacan de entre tanta maleza», se queja José Antonio. Los fondos para conservarlo provienen de una junta de usuarios, entre los que estánPapeleras Arlanzón, el Club Soto y el Consistorio (mayoritario). «Los que lo usan tienen que pagar su mantenimiento. Ahora, con ese dinero que ya no sale del presupuesto del Ayuntamiento sino de un fondo, los contribuyentes de Burgos no tienen que pagar por una cosa que no es suya», explica. Sin embargo, han pasado años desde que se empezó a exigir un mejor mantenimiento, y parece que van a tener que seguir esperando más tiempo hasta que se le dé arreglo.

Otra de las deficiencias que ve José Antonio es que no hay infraestructuras dedicadas a actividades para los vecinos más mayores. «Es un barrio de unos 800 habitantes y la media de edad es, como en todos lados, bastante alta», describe. Desde la Asociación se ha propuesto que, en un terreno vacío al final de la calle Labradores, donde ahora solo se acumula basura, se construya un parque cardiosaludable.

Justo detrás de esta parcela se encuentra la rotonda abierta que tanto malestar genera entre los vecinos al ser un punto de accidentes graves. José Antonio afirma que están «esperando como agua de mayo a que el Ayuntamiento decida hacer obras, porque una raqueta ahí como esta es una trampa». Al ser una carretera nacional, el obstáculo está en la necesidad de obtener el permiso del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que el Consistorio solicitó hace unos meses pero que aún no se ha formalizado.

El último de los temas de la lista de José Antonio es el de la obra que se realizó en la plaza principal del barrio. Si bien antes era una zona que solo servía para que los vehículos pudieran dar la vuelta, con la reforma se abrió una calle y, el resto, se hizo peatonal. Se construyó un parque infantil, y el espacio contiguo a este, donde hicieron una zona de gravilla para jugar a la petanca, se ha vuelto un problema. El presidente afirma que se ha convertido en un espacio inutilizado que podría haberse aprovechado para ampliar la zona de juegos o poner algunas mesas de ping pong, porque en el barrio «no ha jugado nadie nunca a la petanca». Ahora la grava está por toda la plaza, llegando incluso a contaminar todo el parque, por lo que los niños pequeños «vuelven a casa con heridas y con las piedras clavadas en las rodillas. Y es una pena porque el área infantil no es tan grande como para perder esa parte», se queja José Antonio.

El presidente relata que la Ventilla fue antes el pueblo de Villayuda que, en los años 60, en pleno desarrollo industrial, se anexionó a Burgos. «Entregó todas sus pertenencias y, hoy en día, es una zona más de la ciudad... En teoría». El problema, afirma, es que están «desconectados», ya que desde Capiscol hasta el vecindario hay un par de kilómetros de fincas abandonadas con aceras que no están en condiciones. En su día, el planeamiento urbanístico preveía construir viviendas, pero «llegó la crisis, se pararon los proyectos y así se ha quedado». Hay quien tiene la sensación al caminar por ahí que está saliendo de la ciudad.