«El verano del 64 fue una fiesta; corría champán como agua»

I. PASCUAL
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Retratos del Burgos olvidado (IV) | Camilo Ruiz Ruiz tenía 4 años cuando brotó petróleo de las entrañas de Valdeajos. Trabajó repartiendo cartas con su padre, pero se fue y se ganó la vida en otras tierras, luego regresó hasta el ocaso del crudo

Camilo Ruiz Ruiz tenía 4 años cuando brotó petróleo de las entrañas de Valdeajos. - Foto: Alberto Rodrigo

¡¡¡Petróleo, petróleo, ha salido petróleo...!!!

Prólogo

Era el 6 de junio de 1964. Camilo apena tenía 4 años y vivía en Valdeajos, a apenas unos kilómetros del campo donde brotó el oro negro. Pero Camilo no es uno de los niños que aparece en aquella primera y famosa foto de Federico Vélez en la que, sin embargo, están una decena de vecinos del cercano pueblo de Ayoluengo -separados por 6,6 kilómetros- y media docena de niños como los hermanos Manjón, Fernando y Marco Antonio, y su primo Juanma. Éstos ganaron la partida a los primeros, estuvieron desde luego más rápidos en llegar al corazón del pozo número 1. 

Hubo tiempo en días y meses sucesivos de que los niños de Ayoluengo, Valdeajos o Sargentes corrieran como locos detrás de los mayores como por inercia y sin ser conscientes de lo que ese hallazgo iba a suponer para esos pueblos durante varias décadas. Quién le iba a decir entonces a Camilo que acabaría trabajando en el campo de petróleo, en dos fases, y que iba a ser uno de los 16 trabajadores que viera el fin del campo en 2017 manchándose aún las manos. Y no solo él, su mujer Piti también ha trabajado como cocinera en las instalaciones. Ambos se prejubilaron el pasado mes de junio.

Infancia

Pero vayamos por partes. Y es que a Camilo le gusta recordar aquellos meses de alborozo en la zona. Seguro que de tratarse de otro acontecimiento ni se acordaría, pero cómo olvidar un hecho histórico semejante, cómo olvidar las portadas de los periódicos de medio mundo, cómo olvidar las visitas de las autoridades nacionales, incluidos los entonces príncipes de España Juan Carlos y Sofía -ella con un visón blanco que acabó tiznado de negro-, de los periodistas y fotógrafos, cómo olvidar el olor del champán que corría como si fuera agua de mano en mano entre los vecinos y visitantes. Esas imágenes no se olvidan ni hasta con 4 años. Además, dice Camilo que tiene recopilados casi todo lo que se publicó entonces y años sucesivos sobre el campo petrolífero, así que aquella memoria infantil también se ha ido retroalimentando con los años de la tinta impresa de periódicos y revistas. «Eso era un jolgorio, los fines de semana esto estaba lleno de coches, me daba envidia, porque con esos añitos no me dejaban participar mucho», dice.

Camilo era hijo del cartero del pueblo, que también labraba la tierra y tenía algo de ganadería. Esa posición privilegiada de su padre le permitió tener más contacto con lo que estaba sucediendo en el yacimiento, donde se instaló un buzón. Qué contento iba andando Camilín con su padre a depositar las cartas en la estación habilitada. Entre risas cuenta que hasta allí trasladaron un destacamento de guardias civiles, «les tenía mucho miedo, un día bajaba todo feliz con mi padre y mi hermano y a lo lejos veo brillar unos cascos; me di media vuelta y me escondí, sin  que mi  padre se enterara». Después debió irse acostumbrado a su sempiterna presencia porque se acercaban mucho a los bares de Valdeajos , que contaban con dos. Casi 170 personas vivían entonces en el pueblo, hoy apenas queda una veintena. 

Juventud
Y así fueron pasando los años, hasta que con 11 cumplidos le traen a Burgos, como a otros tantos de la zona, a estudiar a la Escuela Hogar de las Benedictinas en San Pedro de  Fuente. Ahora reflexiona y dice que no sabe por qué no le dejaron en la escuela de Sargentes que sí permaneció abierta a la espera, quizás, de que fuera el centro de una repoblación al amparo del crudo, porque ya se había comenzado a sentir la emigración. Pero no, tampoco el petróleo salvo a la zona de ella, aunque peor hubiera sido sin él, que trabajo dio a mucha gente durante años y años. Al menos, esa aureola de lugar singular ha acompañado a La Lora desde entonces, y gracias a ella se vio por estos páramos a la Cardinale y a la Bardot, que rodaron Las Petroleras en 1971. 

Al cumplir los 14, otro viaje, en esta ocasión a Bilbao, donde vivía una hermana. La primera base de cotización la tiene allí, como trabajador de un taller de herramientas.

Algunas idas y venidas al pueblo, su padre le reclamaba, su madre enfermó... hasta que se marchó voluntario a la mili con 17 años, al Parque de Artillería de Burgos. 18 meses permaneció. «Fui con una idea, lo tenía bien pensado, pero me salió mal, yo quería quedarme como cadete y estudiar, pero ese año lo quitaron», recuerda. Tras unos años en el sector de la hostelería en Salou, regresó definitivamente al pueblo en el año 82, cuando el golpe de estado.

Todo un hombre
Camilo, al que la mili ya había hecho un hombre, como se decía entonces, entró a trabajar en el campo de petróleo, donde prácticamente estaban ya construidos todos los pozos, los 50. Lo hizo en logística llevando el agua, tanta y tanta que se necesitaba para perforar los pozos. Acabado ese trabajo, no siguió en la contrata. Su vida dio un giro total porque durante varios años trabajó en el antiguo ICONA, otros 6 años en la gasolinera de Basconcillos del Tozo, y hasta se dedicó a la agricultura; cuando ya su padre no puedo, se compró un tractor y a arar junto a su mujer. El regreso al campo del petróleo se produjo en 2001 y hasta su cierre. Estuvo en mantenimiento, en producción, en la torre, y en los últimos años llevando el crudo en camión a la estación para procesarlo. «Nosotros veíamos venir que esto se acababa, aunque dijeran otra cosa, eran maniobras de empresa; el fallo fue pedir prórroga, tenían que haber pedido nueva concesión». Y se acabó... 

Epílogo   
Es un día cualquiera. Amanece, Camilo se levanta. No hay prisa, ya no haya prisa para nada. Coge a Vilma y Garras, sus perros, y sale a pasear y a coger fósiles. Y así uno y otro día. Mañana quizás, él y Pita vayan a Aguilar de Campoo, donde vive su hija y su nieto, al que algunos días tienen que cuidar.