Un salto hacia el cielo

Alejandra G. Feijoó
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Ana Torrequebrada, bailarina graduada en la Escuela Profesional de Danza de Burgos, alcanza el éxito en el Hamburg Ballet, uno de los más prestigiosos de Europa

Ana Torrequebrada - Foto: Valdivielso

La danza y la búsqueda de la perfección que define a este arte han atrapado a Ana Torrequebrada de forma irreversible. Han pasado catorce años desde que se puso su primer maillot, y cinco desde que pronunció en su casa: "Mamá, quiero ser bailarina y dedicarme a ello". Hoy, a sus diecinueve años, se encuentra en Hamburgo (Alemania) cumpliendo su sueño. El de formar parte de una de las compañías más prestigiosas del panorama internacional y vivir de su pasión. Se podría decir que la suerte ha estado de su parte, pero, hablando de danza, se trata de un elemento poco válido sin sus aditivos de talento y sacrificio de los que Torrequebrada no está nada exenta. Antes de dar el gran salto a los focos han ido apareciendo en el recorrido artístico de la bailarina un sinfín de oportunidades que parece que se hayan dispuesto a medida y en el momento preciso como el mejor de los cuentos que, para su enorme satisfacción, está teniendo el desenlace deseado. En septiembre de este año empieza a escribir una nueva página en el Hamburg Ballet, donde podrá emocionar en los teatros de las grandes capitales del mundo los más de diez días al mes que se realizan actuaciones en la compañía.

Es en la Escuela Profesional de Danza de Burgos donde empezó a abrirse camino a los ocho años. Innumerables horas ha pasado Torrequebrada en ese edificio gris repleto de pianos de cola, barras de madera, espejos amontonados sin dejar apenas una pared libre y mucha magia. La magia de decenas de jóvenes expresándose a través del baile y dejándose la piel en cada movimiento.

En su segundo año, los profesores, fascinados por sus cualidades, decidieron promocionarla un curso más del que le correspondía. Poco a poco fue madurando y formando el característico cuerpo de la disciplina. El punto de inflexión llegó en 2016, año en el que fue seleccionada para participar en el Prix de Lausanne, la élite de los concursos de danza al que solo acuden 75 promesas de todo el mundo. "Estoy viviendo en una nube constante. Creo que a día de hoy todavía no he asumido lo de Lausanne como para creerme todo lo que ha venido después", asegura la bailarina. Desde el momento en el que recibió el correo de admisión sus días empezaron a girar en exclusiva entorno a este arte. No solo por las horas y horas de ensayos que el certamen requería, también porque la noticia significaba "que esto de la danza iba en serio, que podría ir a más, a un futuro". De la ciudad suiza volvió con ocho ofertas bajo el brazo que le otorgaron ojeadores del concurso, ocho oportunidades de las que tuvo que rechazar siete para decantarse por una: Hamburg Ballet. Recuerda con especial cariño la entrega que recibió por parte de la profesora Ana González Barca en esos días tan determinantes, y asegura que a día de hoy la sigue sintiendo desde la distancia.

Sus padres, Yolanda y Fernando, siempre han apoyado a su hija para que bailase, pero insistieron en que tuviese un plan b por ser un mundo tan delicado y competitivo. Lo cierto es que a raíz del Prix los estudios pasaron a un segundo plano, ya que su salida profesional, de forma definitiva, estaba cogiendo el camino de la danza. No obstante, ha finalizado Bachillerato a distancia desde Alemania y en la actualidad habla cinco idiomas y está en primero de Traducción e Interpretación.

DE TEATRO EN TEATRO. Con 17 años, recién graduada por el conservatorio de la ciudad, aterrizó en Hamburgo para realizar séptimo y octavo en la escuela del Ballet de allí. A los pocos meses de haber llegado, una bailarina de la compañía se lesionó e hicieron una prueba en la escuela para elegir a otra que le sustituyese con urgencia. Gracias a esta casualidad, Ana Torrequebrada fue la elegida de entre cuarenta y empezó a acudir a los escenarios con el gran Hamburg Ballet, compaginando a su vez las clases con la escuela. "El primer día con la compañía me quería morir. Todas las bailarinas de allí son buenísimas y yo solo podía hacer un ensayo antes de la actuación. Me sacrifiqué mucho para sacarlo adelante, quería que viesen de lo que soy capaz".

Sus deseos se hicieron realidad, ya que desde esa demostración no dudaron en contar con ella en varias ocasiones para cubrir alguna que otra baja, e incluso sin tener ninguna excusa de por medio al darse cuenta de que su talento les encajaba en el cuerpo de baile. Mientras tanto, la escuela creó una versión de El lago de los cisnes diseñada para cuatro parejas solistas que llevarían el ballet a ciudades como Hong Kong, Japón o Berlín y, una vez más, la burgalesa fue una de las elegidas, una oportunidad extraordinaria pero que suponía pasar sus primeras navidades fuera de casa. "Fue bastante duro, pero salir al escenario y que te aplaudan es la mejor recompensa del mundo. Aún no he aprendido a controlar la emoción y el orgullo que se siente en ese momento final. Se me caen las lágrimas solas y olvido hasta cómo saludar. Es una sensación única", describe.

UN PAÍS PARA LA DANZA. Lo que recuerda como el día más feliz de su vida tuvo lugar este febrero en el despacho de John Neumeier, director del Hamburg Ballet y un reconocido icono de la danza que, sin esperarlo, le dijo: "Te has hecho más fuerte y has crecido como persona y como bailarina desde que llegaste. ¿Te gustaría formar parte del Hamburg Ballet?". Se podría decir que, de alguna forma, ya estaba con un pie dentro de la compañía por las colaboraciones que llevaba año y medio realizando, pero es realmente difícil que a un bailarín de la escuela le promocionen de forma directa sin que pase por los años de aprendiz. "No tengo las facilidades físicas que tiene mucha gente y lo tenía muy complicado para llegar hasta aquí. Llevo años levantándome a las seis de la mañana para entrenar y me esfuerzo al máximo en cada clase que recibo. Muchas veces me he planteado si esto merecía la pena. Ahora ya sé que sí; estoy donde quería estar".

En septiembre comienza su aventura como bailarina profesional con todo lo que ello supone: un sueldo sólido, actuaciones todas las semanas, viajes y mucho sacrificio, el mismo que ha definido a Torrequebrada desde sus inicios. Singapur, Macao, Venecia, Spoleto y más que quedan aún por confirmar tendrán la suerte de tener en sus escenarios a la burgalesa durante la gira de este año. Es feliz en Alemania, donde está cumpliendo su sueño sintiéndose totalmente integrada llevando este estilo de vida, aspecto que en España es prácticamente impensable. Reconoce que allí dices que te dedicas a la danza y te ven como a una diosa, pero que en cambio aquí, en España, la respuesta tiende a ser: "Bailarina... ¿y qué más?". Y esta percepción que hay de la cultura se refleja en lo productivo: apenas hay compañías, los sueldos no son los que deberían, la gente no está acostumbrada a pagar por ver un ballet.... A pesar de que eche de menos su casa y el cariño de su familia, ya no se ve bailando en el país en el que todo empezó, no hasta que no sienta que es valorada en su profesión como se merece.

El sueño de toda bailarina es llegar a ser solista, y, aunque parezca un reto inalcanzable, tampoco se hubiese imaginado nunca lo que está viviendo, así que no puede hacer otra cosa que seguir luchando y soñando por aquello en lo que, con una asombrosa dosis de valentía, está dejando su pasión y alma.