De las trabas al compañerismo

FERNÁN LABAJO
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Cuando se cumplen 40 años de la incorporación de la mujer a la Policía Nacional, seis agentes relatan cómo ha cambiado el cuerpo a lo largo del tiempo y cuál es su papel en la actualidad

De las trabas al compañerismo - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los primeros años no fueron fáciles. España se desperezaba aún de los años de dictadura cuando en 1979 se acordó la integración de la mujer en la Policía Nacional y, claro, la sociedad de este país avanzaba a pasos agigantados para agarrarse al vagón de la igualdad de derechos, incluso en materia de género, pero aún existían personas que les resultaba extraño ver a una chica vestida de ‘madero’. Por suerte, esta fuerza de seguridad del Estado ha superado con nota aquellos inicios y, cuando se cumple el 40 aniversario de este importante acontecimiento, reina la plena integración y el compañerismo. En Burgos, las mujeres suponen el 15% del total del cuerpo, pero todo indica que va a crecer en un futuro no muy lejano. Seis protagonistas del cambio y de la situación actual aportan su visión en un 2019 que es, sin duda, para ellas.

Ninguna fue de las pioneras, pero para Pili, que lleva 25 años en el cuerpo y que ahora está dentro de la Unidad de Seguridad Ciudadana, su entrada no fue de plena integración. Aún tuvo que lidiar con las miradas de algunos compañeros y con instalaciones en las que no tenían espacios habilitados. «En algunas comisarías teníamos que compartir vestuario y baño», comenta antes de reconocer que «al principio, algunos hombres se negaban a patrullar con nosotras, y eso que yo no fui de las primeras que entró».

La inspectora delegada de Formación, Pilar, que ingresó hará unos 27 años, es la segunda generación de una saga de Policías que tiene continuidad con su sobrino. Desde siempre quiso este oficio y esas pequeñas trabas no fueron, ni mucho menos, un impedimento. En su caso, la desigualdad apareció cuando ostentó un cargo intermedio y tenía que dar órdenes a hombres que en ocasiones le sacaban más de 10 años. «Es cierto que les costó un poco aceptarlo porque a veces no sabía si tratarte como un mando superior, como hija... Pero poco a poco todo se fue normalizando y puedo decir que nunca he tenido ningún problema de discriminación», asegura.

Tampoco Ana, la inspectora jefa de la Comisaría de Miranda de Ebro, recuerda ningún episodio de desigualdad, aunque sí matiza que cuando ella entró en la Policía Nacional, justo antes del inicio de las Olimpiadas de Barcelona ‘92, los uniformes eran los mismos para hombres que para mujeres: «En eso sí he notado un cambio, porque ahora nosotras tenemos un vestuario y una protección específica. Pero en cuanto al trato, nunca tuve ningún problema y el trabajo era el mismo para todos».

Por supuesto, cualquier atisbo de desigualdad es impensable para agentes que no cumplen ni la quincena de años en el cuerpo. Almudena, de la Unidad de Prevención y Reacción, subraya que «desde que entré hace 13 años he sido una más». En la misma situación están dos compañeras coetáneas como María, de la Unidad de Familia y Mujer, y Noelia, de los Zetas. Las tres viven la realidad de un cuerpo igualitario en el que reina el compañerismo. «Es lo mejor de este trabajo», insiste Almudena, «pasamos muchas horas juntos y a veces vivimos situaciones complicadas, eso nos une más todavía». Lamentablemente, aún hay mucho cafre suelto que las insulta por el mero hecho de ser mujer, aunque restan importancia recordando que «de esos ha habido, hay y, por desgracia, los va a haber». Noelia también hace mención a que a veces algunos se les quedan mirando sorprendidos por que una chica  sea Policía, sobre todo niños: «Aún les choca, pero también hay que decir que vamos con mucho equipo, en ocasiones armadas, y eso influye».

Nuestras protagonistas más jóvenes entraron en el cuerpo en unos años en los que se ofertaron  muchas plazas. En el caso de Noelia y María, por vocación absoluta. «Fue una oportunidad que siempre barajé y, cuando salió la oposición, me lancé», relata esta última. Su función dentro de la Unidad de Familia se puede decir que es multiusos, pues lo mismo tiene que atender a una mujer víctima de violencia de género, que salir a la calle a detener a alguien o a hacer un informe vecinal.

Violencia de género, peleas y otros problemas comunes a otras ciudades son los delitos más habituales a los que se tienen que enfrentar día a día en la capital y provincia, las cuales son, recalca Ana, bastantes seguras. Eso sí, el yihadismo sigue siendo la principal amenaza en la actualidad, ya que España mantiene el nivel 4 de riesgo alto de amenaza terrorista.

Las más veteranas y las más jóvenes coinciden en que la satisfacción que produce servir en un cuerpo como el de la Policía es indescriptible. «Cuando terminas la jornada y te quitas el uniforme sabiendo que has ayudado a alguien o que has resuelto algún caso sientes mucho orgullo», ensalza Noelia. Por ello, recomiendan a todas las mujeres que tengan clara que esta es su vocación a que entren, prueben y se queden. Porque,  además de existir muchas unidades en las que desarrollarse, «esto engancha mucho», concluye Pilar.