g.g.u. / burgos
José Ortega Hernando estaba convencido de que esta vez era la buena y que, después de 5 años en lista de espera, le iban a poner la prótesis de la rodilla izquierda. Había ingresado en el HUBU a la hora convenida del 28 de octubre, le hicieron la prueba sobre el grupo sanguíneo y pasó la noche lo más tranquilo que pudo para levantarse temprano el día 29, ducharse y esperar el momento de entrar en quirófano. Era el segundo en la agenda;por delante solo tenía un cambio de prótesis infectada, que se alargó. Tanto, que cuando el cirujano subió a la habitación de Ortega no era para comunicarle que ya era su turno, sino que se tenía que ir a casa. Su operación se posponía. ¿Hasta cuándo? Diez días después, sigue sin saberlo.

Ni José Ortega ni su hija Marisa, quien le acompañaba en el momento del alta y relata ahora los hechos en Diario de Burgos, daban crédito a lo que les estaba sucediendo. «Nosotros entendemos que ese día no pudiera ser, asumimos que una operación puede alargarse. Pero sí esperábamos que, después de cinco años en lista, saliéramos del hospital con una fecha y no que nos dijeran que no se sabe cuándo se puede volver a programar, que si las circunstancias son complicadas, que si hay pocos días de quirófano para Traumatología... Los profesionales serán números uno, no lo dudamos, pero, con mi padre, el sistema ha fracasado», lamenta Marisa.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)