La desmovilización de la izquierda

Pilar Cernuda
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Solo Íñigo Errejón, al frente de Más Madrid, y Mónica García, su candidata el 4-M, mantienen un mínimo de coherencia frente a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que han perdido el norte ideológico

La desmovilización de la izquierda

Lo dicen partidos considerados de centro y también la derecha. Por decir, lo dicen incluso miembros destacados de partidos de izquierda: la izquierda está desmovilizada. Lo está en Madrid ante las próximas elecciones, pero se augura que se puede dar en el futuro si los dirigentes de la izquierda no espabilan. No hacen el esfuerzo de ser coherentes con los programas que supuestamente defienden, no son buenos gestores cuando alcanzan puestos de Gobierno y, lo que es más grave aunque parezca anecdótico, en muchos casos su vida personal no va acorde con lo que defienden. En ese sentido el ejemplo más claro es Podemos, con dirigentes -no todos- que han hecho suyos los hábitos de aquellos a los que demonizaban, buscan el dinero con la misma ansiedad que aquellos a los que llamaban casta, ejercen el nepotismo más que cualquier otro partido desde que hay democracia y, a la espera de lo que diga la Justicia, no parece que tengan muy claras sus cuentas, beneficiándose en algunos casos de los dineros del partido para asuntos particulares.

Pedro Sánchez ha hecho un daño considerable a la izquierda. Al PSOE sobre todo, porque ha apostatado de sus principios, ha relegado a sus referentes para rodearse de personas que no representan el espíritu de los auténticos socialistas, ha mentido descaradamente, ha faltado a su palabra y ha utilizado bienes públicos para fines privados. La transparencia no ha sido precisamente un signo de identidad de su Gobierno sino todo lo contrario, como gestor ahí está el resultado, con cifras escalofriantes que condicionan ya el futuro de los españoles, y buscando adhesiones políticas pactando con partidos hacia los que los socialistas han considerado siempre como fuerzas poco aconsejables para sacar adelante este país. No ha dudado en formar un Ejecutivo con más Ministerios que cualquier otro Gobierno europeo y para garantizarse apoyo parlamentario, reparte dinero a espuertas en una España con colas de hambre.

Entre Sánchez e Iglesias se han cargado la izquierda española y si de momento sobreviven es gracias a los errores cometidos por los partidos de centro y derecha. Como confesaba días atrás un histórico socialista en privado: «Nos hemos convertido en el partido al que mucha gente vota con la nariz tapada, sin ganas; pocos son ya los que lo hacen por convicción. Votan PSOE para que no gobiernen PP y Vox».

Mal asunto. Es lo que provoca esa desmotivación que advierten los que siguen las campañas de los militantes madrileños. Pablo Iglesias, que abarrotaba los lugares en los que hacía sus mítines, ya no atrae multitudes. No ya por las normas anti-COVID, sino porque no entusiasma como en tiempos pasados, no enfervoriza a la gente, no seduce como seducía antes de subirse al coche oficial. Como candidato a la Presidencia del Gobierno de Madrid vuelve a utilizar algunos gestos, algunas frases, propias del Iglesias que entró en la Moncloa, pero han perdido credibilidad. Galapagar fue el primer indicio de que el protagonismo político lo convertía en un hombre distinto, con otros planteamientos vitales. Después llegaron otras informaciones sorprendentes que provocaron un desapego gradual hacia su persona, hasta el punto de que ha perdido incluso el apoyo incondicional de sectores donde tenía fuerza: gran parte de los movimientos feministas, que rechazan radicalmente la visión que trata de implantar Irene Montero, que relega los derechos de la mujer a los trans o queer, y la juventud más rebelde que siempre se ha identificado más con la izquierda que con las posiciones conservadoras.

Es curioso lo que ha ocurrido con el fenómeno Podemos, porque efectivamente fue un fenómeno político y social cuando empezó a abrirse paso. Ha perdido en el camino a sus fundadores, desencantados con las imposiciones de su líder, pero Íñigo Errejón está demostrando en Madrid que hay hueco para una izquierda que simpatiza con el modelo que defendía Podemos cuando se fundó al hilo del movimiento 15-M, que tan bien supieron aprovechar el grupo de profesores de Políticas de la Complutense para formar un partido que, en principio, no iba a ser al uso. El éxito de Errejón en las pasadas elecciones madrileñas se debió a que llevaba a Manuela Carmena candidata a la Alcaldía, con efecto arrastre en el resultado al parlamento regional, con lista que encabezaba Errejón, que renunció a su escaño para presentarse al Congreso de los Diputados. El crecimiento de Más Madrid según todos los sondeos, a pesar de que Carmena ya no forma parte del partido, indica que hay izquierda… pero que rechaza a Iglesias y se inclina por quien fue brazo derecho hasta la aparición de Irene Montero, a la que Iglesias propuso como portavoz parlamentaria en sustitución de Errejón y, después incluyó en el grupo de ministros que presentó a Sánchez como exigencia para el pacto de coalición.

El éxito de Más Madrid se debe a que recoge militantes y votantes de Podemos, desencantados con la pareja Iglesias-Montero y su corte. Y eso se debe al trabajo sin límite de horas que dedica Errejón a su partido con la ayuda de un equipo muy reducido en el que destaca Tania Sánchez, la antigua pareja del líder morado, y a la personalidad de la candidata, Mónica García, una médico muy activa en la organización del movimiento batas blancas. Pero además de activa es una parlamentaria destacada, cercana a la gente y capaz de debatir defendiendo con fuerza sus posiciones. Sobre todo en el campo de la Sanidad, pero desde que es candidata se ha tomado la molestia de prepararse sobre cuestiones que le son más ajenas y aunque no entra en profundidades sabe defenderse bien.

Errejón y García, sobre todo García, demuestran que hay izquierda más allá del PSOE y de Podemos, aunque no se encuentran todavía en condiciones de ganar a esos dos partidos. A medio plazo, si Errejón sale adelante con Más País, podría superar a Podemos aprovechando su declive, que parece imparable.

 

Sánchez superviviente  

No ocurre lo mismo con el PSOE. Es impensable ahora mismo que pueda acabar derrotado a pesar de los muchos errores de Sánchez y de la falta de ilusión hacia su proyecto. Pero es sabido que Sánchez se crece ante la adversidad, que cuenta con resortes que le han hecho ganar cuando parecía definitivamente hundido, y que es un pésimo gestor pero conoce bien la estrategia política.

Sin embargo, ha fallado en su último golpe: elegir a Ángel Gabilondo como candidato el 4-M. Es, o era, un exministro al que admiraban incluso sus no votantes por su rigor y su serenidad, siempre se mantenía al margen de discusiones estériles. El error fue no tener en cuenta esas virtudes y, en lugar de potenciarlas, le impuso una lista imposible desde Moncloa, pensando en su propio futuro más que en las elecciones inmediatas. En estos últimos días le ha impuesto también que asumiera que, en contra de lo que había declarado, gobernaría de la mano de Iglesias si de esa manera cortaban el paso a Isabel Díaz Ayuso.

Gabilondo, en un último gesto de lealtad, acató las instrucciones. Pero ese anuncio es muy probable que provoque que no llegue a los escaños previstos. Por la desmovilización de una izquierda desencantada y porque los que quieren votar, es probable que se inclinen por García.