El Kabul del terror

EFE
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Algunos ciudadanos intentan seguir con sus labores cotidianas pese a que los insurgentes patrullan las calles fuertemente armados y casi ninguna mujer se atreve a salir de casa

El nuevo califato ha asegurado que sus combatientes no dañarán a nadie. - Foto: YANNIS BEHRAKIS

Kabul comenzó ayer una nueva era tras la caída del país en manos de los talibanes, con sus ciudadanos intentando continuar con sus vidas bajo el nuevo régimen, mientras los insurgentes, fuertemente armados, patrullaban una ciudad sin mujeres a la vista.

Pese a la captura de la capital afgana por parte de los radicales, la bandera nacional más grande del país, símbolo de orgullo para los afganos que se levantó en las última dos décadas, continua izada en la cima Wazir Akbar Khan, como cualquier otro día.

A diferencia del pasado domingo, que Kabul fue testigo de disparos, saqueos y focos de violencia, ayer la ciudad estaba en silencio, mientras los nuevos amos de la capital patrullaban las calles o permanecían en los puestos de control.

«Cuando me desperté, lo primero que hice fue subir a la azotea para ver si la bandera nacional tricolor sigue ondeando o si la habían bajado», indicó Sabir Malik.

El gesto de la tricolor afgana ondeando es importante para los afganos, después de que en gran parte del país los talibanes arriaran el pabellón nacional para izar en su lugar la bandera blanca inscrita con el Shahada, que ha representado a los insurgentes y su Emirato Islámico.

«La bandera ha sido el símbolo de identidad para nosotros durante las últimas dos décadas, espero que los talibanes no la cambien. Millones de afganos la aman de corazón», afirmó conmovido.

Aunque la mayoría de las tiendas y comercios continúan cerrados, los propietarios de pequeños establecimientos empezaron a abrir con la esperanza de que, quizá, lo peor ya pasó.

«Me alegra que Kabul haya superado un día difícil, tenía miedo de que hubiera enfrentamientos y mucho derramamiento de sangre cuando los talibanes intentaran capturar la ciudad, pero gracias a Dios, fue en su mayor parte pacífico», señaló Dawood Raufi, otro residente de Kabul.

Los talibanes tomaron el pasado domingo el control de Kabul después de que sus combatientes entraran sin encontrar resistencia, con casi todas las provincias bajo su control en solo 10 días, y tras la huida del presidente, Ashraf Ghani, a Tayiquistán.

Un día después de la toma de Kabul, las emisoras de radio, que son uno de los principales logros de los afganos y que temen perder con el regreso de los talibanes, aún transmitían con normalidad, y el canal de deportes emitía fútbol.

 

Panorama desolador

La única diferencia del Kabul de los talibanes fue que la ciudad estaba casi vacía de mujeres, particularmente empleadas de oficinas y estudiantes que se quedaron en casa por temor al regreso del régimen opresor, recordado por la brutalidad de sus castigos y la dominación a este sector de la población.

«Espero que los talibanes permitan que las mujeres trabajen, asistan a la universidad y no les impongan el burka», aseveró Hamida, una mujer de 40 años, que salió de casa solo para ir al hospital.

El califato ha asegurado en varias ocasiones a los ciudadanos de Kabul que sus combatientes no dañarán a nadie, que no tomarán venganza, y que todos han sido «perdonados». Además, aseguraron que mantendrán los derechos alcanzados por las mujeres en las últimas dos décadas. Pero muchas mujeres, entre ellas artistas, políticas y activistas afganas, no se fían.

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