Allí donde habita el silencio

Á.M. / Burgos
-

En el Yagüe ya no pasa nada y sólo los rótulos permiten recordar que fue un gran hospital

A lo largo de más de medio siglo el Hospital General Yagüe fue el lugar donde nacían y morían burgaleses a diario. Cientos de profesionales sanitarios atendían a la población de más de media provincia de forma cotidiana y el complejo llegó a convertirse en una pequeña ciudad que habitaban más de 6.000 personas cada nueva jornada. Su impacto lo alcanzó todo, hasta el punto de que su área de influencia muestra un claro declive comercial y vital que anuncia una pronta desaparición.
Hoy la realidad se resume en una palabra: silencio. Hay silencio fuera y hay silencio dentro. Nada se mueve y pocas cosas permanecen. Sacyl dejó el hospital expedito para su funeral y sólo queda que las máquinas hagan su trabajo. Los pasillos están vacíos, de los quirófanos quedan las paredes y los grifos y nada, salvo los rótulos, un pijama colgado de la última taquilla en pie y alguna cortina extraviada, indican lo que fue.
Acaso sea la capilla el elemento más reconocible. La diócesis retiró el altar y el sagrario, pero allí sigue el Cristo que presidía la estancia, y las pinturas que Luis Sáez hizo directamente sobre las paredes de hormigón esperan su hora final. Se habló de su traslado al Museo de Burgos, después de la posibilidad de que alguien se hiciera cargo de ellas y ahora constituyen los últimos rostros que uno puede encontrar en las tripas del Yagüe, donde las campanas tocan a muerto.