La invasión hostelera devora el comercio del Espolón

R.P.B.
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En apenas una década, ocho establecimientos comerciales han dado paso (o están a punto de hacerlo) a otros tantos negocios de hostelería en el paseo más emblemático de la ciudad

La invasión hostelera devora el comercio del Espolón - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Hubo un tiempo en el que podía explicarse la historia de Europa a partir del nombre de los establecimientos hosteleros del Espolón.Así lo hacía, recordó siempre Tino Barriuso, aquel viejo y afónico profesor llamado Luis Martín Santos: Viena, Rhin, Mónaco... Nombres que hoy pertenecen al pasado del más ilustrado de los paseos burgaleses pero que, a la vista de los acontecimientos, dejaron una semilla que hoy, décadas después, ha brotado con una fuerza inaudita, arrasadora. El Espolón, que no ha tanto languidecía en sepia, parece haber resucitado de la mano de la hostelería, que siempre estuvo presente aunque en convivencia con el comercio. Ya no. Aquella ha barrido a éste, y tan emblemático corredor va a convertirse en una terraza continua, como tan certeramente lo definió recientemente Fernando Rivas, de Música y Deportes, propietario de uno de los escasos comercios de toda la vida que resisten heroicamente.

En apenas una década, ocho comercios han dado paso (o están a punto de hacerlo) a siete establecimientos de hostelería. Nada más y nada menos. Locales que se han sumado y seguirán haciéndolo a los ya existentes desde hace más años. La Óptica Frühbeck es hoy el Roll-inn; la antigua tienda de Kikers es el restaurante japonés Sibuya; la Óptica y Joyería Unsain es el Pannus; la confitería Ibáñez, una chocolatería; las históricas Sedano (librería de viajes) y Melgosa (zapatería) darán paso en breve a una pizzería; la no menos histórica A la Villa de Madrid cederá su espacio a otro restaurante asiático; el destino de la clásica Simeón también será la restauración(varios grupos hosteleros pugnan por hacerse con el codiciado local). Todos ellos se incorporarán a los ya existentes: el restaurante Larruz, el Viva la Pepa, el Mariscastaña (antes Garbo) y el Alonso de Linaje y el Polisón.

Así pues, comercios propiamente dichos quedan pocos: la citada Música y Deportes, la Librería del Espolón, un estanco, una farmacia, la tienda de ultramarinos Venancio y una sede bancaria, la del Santander, después del reciente cierre de la de la Caixa que se ubicaba junto al Arco de Santa María. Algunos responsables de estos comercios miran con cierta tristeza esa invasión hostelera de la ciudad. «ElEspolón se va a acabar pareciendo a cualquiera calle de cualquiera ciudad, sin personalidad», señala Angelines, responsable del estanco. En similares términos se pronuncia la librera Pilar: «Menos mal que la estética del Espolón es tan especial, porque de lo contrario perdería mucha personalidad, especialmente porque en su mayoría no será una hostelería tradicional, sino esa invasiva de pizzas, hamburguesas, sushi...». Hay quienes se rinden a la evidencia, como Fernando, también librero delEspolón: «No me parece mal. Todo es cíclico. Con el cambio climático estamos viendo que puede haber terrazas todo el año y el turismo cada vez es mayor.Es una forma de que el Espolón esté vivo», indica el comerciante.

‘Burbuja hostelera’. Por su parte, la Asociación de Comerciantes Centro Burgos observa con preocupación y tristeza la deriva del paseo burgalés por excelencia. «Era un lugar de encuentro, de compras y de paseo. El cierre de comercios y la fuga de servicios e instituciones como los juzgados de Justicia le han restado actividad y funcionalidad, dejando de ser el cruce de caminos o la zona de encuentro obligada para muchos ciudadanos. Ante esta nueva situación, no se han tomado medidas o alternativas para promocionar o incentivar la actividad comercial en la zona, incluso se han realizado actuaciones innecesarias y que han mantenido la zona aislada durante largos periodos, lo que ha hecho  muy difícil su recuperación posterior. al no contar tampoco con locomotoras o elementos de atracción en la zona», explican desde este colectivo.

La transformación del Espolón, subrayan, no deja de ser un ejemplo de lo  mismo que pasa en el resto de las calles peatonalizadas del centro de la ciudad. «El cierre de servicios como entidades bancarias y de la actividad comercial, lejos de dar paso a nuevos actividades que conformen un max-mix comercial en la zona, lo que han generado es la invasión de la ‘burbuja hostelera’ que nos invade en estos momentos».

¿Hay solución?. Para la Asociación de Comerciantes Centro Burgos urge la «redacción y aprobación de una ordenanza que regule los usos y actividades en zonas saturadas en relación a determinadas actividades; esta ordenanza deberá organizar y equilibrar el mercado en la zona, promoviendo la apertura de actividades pendientes de incorporarse y fomentando aquellas que sean más necesarias».Asimismo, revindican cambios en el PGOU encaminados a flexibilizar y facilitar a los comercios del centro «la rehabilitación y reformas  de los locales y su adaptación a las necesidades y demandas actuales. Si queremos una ciudad en desarrollo y moderna no podemos pretender quedarnos atrás en temas de diseño y creatividad, debemos promoverlo y ubicarlo en nuestra zona histórica, que es nuestra seña de identidad y el barrio que muestra al mundo nuestros avances y nuestro desarrollo. Y siempre sin dejar de respetar aquellos edificios singulares que puedan estar sujetos a cambios y mejoras en su  entorno».

Desde el colectivo de comerciantes del centro reclaman también la existencia de una bonificación a las actividades de comercio «singular e independiente, que es el que genera la identidad de la ciudad, construyendo una zona comercial distinta y no una clonación del resto de ciudades». No tanto como ayudas económicas, lo que solicitan es que se facilite la puesta en marcha de un comercio tramitando de forma ágil y rápida licencias, permisos, altas, servicios, proyectos... Y dotando al centro de la ciudad de fibra óptica «que todavía a fecha de hoy no está disponible para las empresas ubicadas en él», concluyen.