El Juicio Final (II) - La portada de la Coronería

JOSÉ ANTONIO GÁRATE ALCALDE
-

Partiendo del Evangelio de Mateo, la portada de la Coronería prefigura con impactantes imágenes el advenimiento de Cristo al final de los tiempos para juzgar al mundo

Portada de la Coronería.

Antes del paréntesis navideño habíamos dejado por aquí a la sibila Herófila anunciando la venida de Cristo al final de los tiempos para juzgar a toda la humanidad. En el artículo de hoy voy a hablar propiamente del Juicio Final, un tema que en la catedral se materializa de manera magistral en su portada norte, la portada de la Coronería. Situada en pleno Camino de Santiago, podemos fácilmente imaginar la sensación que provocaría en el peregrino medieval la contemplación de sus impresionantes imágenes justo antes de sumergirse desde una considerable altura en la inmensidad del transepto catedralicio.

Hay que tener en cuenta que el hombre medieval, mayoritariamente iletrado, confiaba su conocimiento en asuntos teológicos a la fuerza de la palabra hablada y al extraordinario poder de las imágenes. Por ello, no es de extrañar que las autoridades eclesiásticas hicieran figurar visualmente todo lo concerniente a su salvación en las fachadas de los templos. Así, si la portada norte de la catedral recuerda el destino final de la humanidad, la sur, la portada del Sarmental, dedicada al magisterio de Cristo, muestra el camino para alcanzar el paraíso: «Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

Las principales fuentes de las que beben las representaciones relacionadas con el Juicio Final son el Apocalipsis y el Evangelio de Mateo. En un principio será el Juicio Final apocalíptico, con una potente carga simbólica, el que tenga una mayor influencia en el arte, gracias sobre todo a los comentarios que proliferaron en Occidente desde una etapa muy temprana y que alcanzaron su punto culminante a finales del siglo VIII con el Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana. 

Las penas del infierno representadas en el comienzo de las arquivoltas del lado derecho de la portada.Las penas del infierno representadas en el comienzo de las arquivoltas del lado derecho de la portada.

Sin embargo, a partir del siglo XII, el Juicio Final del Evangelio de Mateo cobrará un mayor protagonismo, convirtiéndose en la fuente iconográfica fundamental para la representación de la segunda venida de Cristo en las portadas de las grandes catedrales góticas.

La resurrección de los muertos. 
Según la escatología cristiana, el día del Juicio Final los muertos serán convocados por los ángeles a son de trompeta para que comparezcan ante Cristo Juez: «En un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta, los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados» (1 Cor 15,52). Este espectacular momento aparece plasmado en nuestra portada a lo largo de la más exterior de sus arquivoltas figuradas. Los resucitados salen desnudos de sus tumbas llamados desde la cúspide por tres ángeles. 

Una vez un visitante burgalés me comentó que, hace muchos años, cuando formaba parte de los niños de coro de la catedral, había una persona que les ofrecía dinero por lanzar piedras a los cuerpos desnudos de la portada de la Coronería. Puede que esa espantosa costumbre sea la causa del gran deterioro que sufre esta arquivolta dedicada a la resurrección de los muertos. La anécdota me recordó aquella famosa leyenda que cuenta que en el asedio de las tropas papales a la plaza de Béziers durante la cruzada albigense, ante la situación de que en la ciudad, además de herejes cátaros, había buenos católicos, se consultó al legado papal, Arnaldo Amalric, y este contestó: «Matadlos a todos, que Dios ya reconocerá a los suyos».

El tribunal celestial.
Desde el centro del tímpano de la portada, Cristo Juez preside solemnemente el tribunal celestial sentado en su trono y mostrando sus llagas. A sus lados, la Virgen y san Juan Evangelista, testigos de su pasión hasta el último momento, le suplican misericordia en nombre de la humanidad. En los ángulos del tímpano, unos ángeles exhiben los instrumentos de la pasión: la lanza, la columna, la corona de espinas, los clavos y la cruz. Y desde las arquivoltas interiores, ángeles y serafines asisten a Cristo Juez: «Vi al Señor sentado en su trono elevado y excelso. Estaban de pie serafines por encima de él, cada uno con seis alas» (Is 6,1-2). Esta composición del tímpano de la portada de la Coronería aparece ya a principios del siglo XIII en la portada central del transepto sur de la catedral de Chartres.

Completan el tribunal celestial los apóstoles, que se sitúan en las jambas de la portada ocupando el espacio entre el vano de la puerta y los contrafuertes del hastial. Son doce estatuas de un tamaño mayor que el natural y de una calidad inferior a la de las imágenes del tímpano. Los apóstoles están presentes aquí como asesores de Cristo Juez: «Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, en la nueva creación, cuando el hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19,28). Esta posición de los apóstoles a los lados de la entrada la encontramos también en la mencionada portada de Chartres, principal referente para las portadas del siglo XIII dedicadas al Juicio Final.

En cuanto al vano de la portada, fue modificado a finales del siglo XVI mediante la construcción de una puerta renacentista. Durante esa desafortunada intervención (o tal vez durante otra anterior) se suprimió el parteluz de la puerta, cuya base todavía se puede apreciar a la altura del suelo original. ¿Qué imagen habría en dicho parteluz? Dos son las posibilidades más verosímiles: una estatua de Cristo (como en la mayoría de las portadas del Juicio Final francesas) o una figura de la Virgen (como, por ejemplo, en la portada del Juicio Final de la catedral de León). En esta segunda posibilidad, María aparecería como vencedora sobre la muerte y el pecado, pero también como intercesora, a la cual el peregrino dirigiría sus oraciones para obtener de su hijo el perdón de sus pecados. 

Precisamente, junto a la fachada de la Coronería existe una capillita que cobija a la Virgen de la Alegría, una imagen que guarda similitudes estilísticas con la Virgen del tímpano, si bien María José Martínez Martínez, en su tesis doctoral sobre la imaginería gótica burgalesa de los siglos XIII y XIV al sur del Camino de Santiago, la sitúa cronológicamente entre 1265 y 1270, datación que se aleja ligeramente de la de nuestra portada (hacia 1245).

Bienaventurados y condenados.
En el dintel de la portada se representa la ejecución del juicio. En el centro, el arcángel san Miguel pesa las almas de los resucitados con una balanza (prácticamente perdida) con el fin de determinar su destino. Este acto de valoración de las almas mediante su pesaje (psicostasis) procede de la religión del Antiguo Egipto, concretamente del Juicio de Osiris. En él, el corazón del difunto, que representaba sus acciones, era pesado por Anubis ante la presencia del dios Osiris. Ese carácter psicopompo (conductor de las almas de los difuntos al más allá) que en la mitología egipcia posee Anubis, en la mitología griega le corresponderá al dios Hermes, estableciéndose así una interesante conexión entre Anubis, Hermes y el arcángel san Miguel.

A la derecha de san Miguel, un ángel acoge dulcemente a los bienaventurados y los introduce en el paraíso a través de una minúscula puerta entreabierta: «Entrad por la puerta estrecha. Que es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y son muchos los que entran por ella. Y es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y son pocos los que lo encuentran» (Mt 7,13-14). El ángel ha hecho pasar ya al paraíso a cinco justos: un rey y una reina (quizá Fernando III y Beatriz de Suabia), un obispo (probablemente don Mauricio) y dos monjes (seguramente san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, que habían sido canonizados en 1228 y 1234 respectivamente).

En el lado contrario, en cambio, reina el caos. Unos demonios conducen violentamente a los condenados hacia el infierno. Entre los réprobos destaca un avaro, que porta una gran bolsa (la avaricia y la lujuria solían ser los pecados más representados en este tipo de portadas). Finalmente, en el comienzo de las arquivoltas de este lado se plasma el infierno. En él los condenados son sometidos a terribles suplicios, que se hacen figurar de manera muy explícita, y cuya imagen aquí os adjunto para que veáis lo que os espera si no obráis como Dios manda.