Alegoría de la Caridad (La lactancia mercenaria: nodrizas)

JUANJO CALZADA
-

Los precedentes de esta práctica nos remontan a la Antigüedad Clásica

Capilla de las Reliquias: Caridad. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Como dije en el artículo sobre la lactancia biológica, así como en el Antiguo Egipto tenemos el mito de Isis amamantando a su hijo Horus, en la Antigüedad Clásica hay que hablar más bien de mitos relacionados con la lactancia mercenaria.
En la Antigua Grecia está Hera/Juno, que no es realmente una diosa madre que alimenta a sus hijos, y el único caso que conocemos de lactancia por parte de ella es el de Heracles/Hércules, cuya madre es Alcmena, razón por la cual podemos decir que se trata de un caso más cercano al de la lactancia mercenaria, es decir, la realizada por las nodrizas, que de una lactancia biológica, aparte que una de las versiones sobre el mito nos dice que Hera no consintió esto, sino que al bebé Heracles lo acercaron a sus pechos aprovechando que la diosa estaba dormida. La otra versión que existe sí está más acorde con la lactancia mercenaria pues nos dice que la propia Hera, compadecida por los llantos del bebé, termina acercándole el pecho.

Homero sí recoge un pasaje de la guerra de Troya en el que Hécuba enseña un seno a su hijo Héctor para que no fuera a la guerra en virtud de los pechos que le criaron, mas si descendemos a la realidad, podemos decir que en la Antigua Grecia estuvo muy extendida la lactancia de las nodrizas. En términos semejantes podríamos hablar de la Antigua Roma.

En la Edad Media existe un auténtico debate entre la lactancia biológica y la mercenaria, acentuado en el bajomedievo ante la creciente importancia de María como madre virtuosa y comprometida que alimentó a su Hijo.

La nodriza es algo propio de familias privilegiadas, caso de la realeza y de la nobleza y, a partir de la Baja Edad Media, de la burguesía que está empezando a coger importancia con sus negocios, siendo algo excepcional que la reina Berenguela no deje a su hijo Fernando III el Santo en manos de nodrizas y lo críe ella misma.

La nodriza debía reunir una serie de requisitos, tales como gozar de buena salud, haber sido madre varias veces, ser comedida en sus relaciones sexuales, no pudiendo alimentar al bebé si tiene la menstruación o está embarazada, y tener cierta cultura pues hasta el destete, que venía cuando el bebé tenía tres o cuatro años, la nodriza también se encargaba de la educación del niño, más si el crío durante la lactancia vivía en casa de la nodriza. Tenemos documentos en los que se constata el ‘mal trato’ que recibieron algunos bebés, pues la nodriza no veía en esto más que una forma de vida; ahora bien, también se nos habla de nodrizas que terminan siendo como madres para ellos, compartiendo confidencias y acompañándoles en la enfermedad y en la muerte.

Fuera ya de la Edad Media, durante los siglos XVI-XVIII la lactancia mercenaria siguió muy vigente entre las familias de élite. Las mujeres nobles pensaban que amamantar a sus hijos suponía un deterioro de sus pechos y un envejecimiento prematuro, de suerte que eso las impedía vestir a la moda. Así, para ellas, el papel de amamantar a sus hijos era poco digno y las retiraba de la vida social a la que estaban acostumbradas.

La caridad
Si la lactancia mercenaria era algo propio entre las grandes familias, también va a estar presente en el caso de niños expósitos de familias humildes a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Los precedentes de esto los tenemos una vez más en la Antigüedad Clásica. Así, en la Antigua Roma, frente al templo de la diosa Pietas se levantaba la Columna Lactaria en donde las mujeres lactantes se ofrecían como nodrizas. Allí acudían incluso padres con pocos recursos económicos apelando a la caridad que el Estado ha de procurar para sus súbditos y suplicando a este una nodriza. Incluso aquí se abandonaban a los niños recién nacidos no deseados que en muchos casos eran alimentados por piedad, aunque generalmente su destino era la esclavitud o la prostitución.

Publio Valerio Máximo en sus Hechos y dichos memorables, dedicados al emperador Tiberio nos relata un ejemplo de Pietas, es decir, de un acto de caridad de una hija, por nombre Pero, para con su padre Cimón. Confinado este en la cárcel y privado de todo tipo de alimento, su hija cuando le visitaba lo alimentaba con su propia leche. Contamos con un fresco de la ciudad de Pompeya que relata el acontecimiento, así como con varias pinturas barrocas, una de ellas, de Pedro Pablo Rubens, bajo el título de La Caridad romana.

La lactancia mercenaria en los hospitales de la Edad Media se va a poner en relación con la virtud de la Caridad, llevada a cabo en muchos casos por personas que habían perdido a sus hijos y que buscaban en estos niños que alimentaban y criaban el cariño que necesitaban, llegando incluso a no cobrar por su función de nodrizas.

Si analizamos la representación de las virtudes que Gil de Siloé nos dejó en la Cartuja en el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, obra de finales del siglo XV, la virtud de la Caridad, hoy muy deteriorada, se presentaba como una mujer con el anagrama de Cristo resplandeciente en una mano y un corazón en la otra, con un pelícano que alimenta a sus crías con su propia sangre. Se trata de una iconografía que viene de Francia.

Lo que quiero destacar, sin embargo, en estos momentos es la iconografía de las virtudes que viene de Italia y que bebe directamente de la Antigüedad Clásica. En este caso, la Caridad se representa mediante una mujer que calienta y amamanta a unos niños. En nuestra catedral tenemos en el contexto de obras renacentistas varias representaciones sobre ella. 

-En la capilla de la Natividad tenemos una sillería renacentista, obra de Martín de la Haya, aunque en ella se nota también la mano del que por entonces era su primer oficial, García de Arredondo. En los respaldos se representa la Anunciación y las virtudes, tanto las teologales como las cardinales. La Caridad es una mujer que aparece en su función de madre de unos niños a los que protege. Uno de ellos está sostenido por su mano izquierda y otros dos están a sus pies. En la mano derecha lleva un corazón. No aparece en el momento de amamantar a los niños, como en otras representaciones, pero su función de nodriza es una realidad.

-En las capillas funerarias la presencia de las virtudes en las sepulturas nos dan a entender que el difunto, como hombre virtuoso, merece alcanzar la salvación. Así, tenemos la representación de la Caridad en el sepulcro de Don Luis de Acuña y Osorio, en la capilla de la Concepción o de Santa Ana. Por otro lado, en la capilla funeraria de la Presentación, aparte de las virtudes representadas en el sepulcro de Gonzalo Díez de Lerma, su fundador, también están presentes en la reja de entrada a la capilla, obra de Cristóbal de Andino, de suerte que podemos ver entre ellas la figura alegórica de la Caridad, una mujer con dos niños fajados.

-Los ejemplos que acabo de señalar no muestran directamente el hecho de la lactancia en sí, pero si acudimos a la capilla de las Reliquias, concretamente a su cúpula, ahí sí podemos ver como la figura alegórica de la Caridad da el pecho a un niño. Se trata de una capilla del siglo XVIII en cuya ejecución tiene mucho que ver Fernando González de Lara, a quien debemos la ejecución de nuestro ayuntamiento y, entre otras cosas, su participación en la portada principal de la catedral.

Fuentes: artículos de Silvia Alfonso Cabrera, Irene González Hernando, María Dolores Pérez Bravo, Joaquín Díaz González y Aurelio Barrón García.