El Castillo

MARTÍN GARCÍA BARBADILLO
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HEMEROTECA| "Es un sitio fantástico que tiene de todo: un centro de divulgación de aves, unos depósitos de agua, un parque de cuerdas, dos bares, parques infantiles, una campa descomunal, un mirador justo encima de la catedral (...)"

El Castillo

¿Qué es? Es un cerro, una elevación enorme pegada al centro de la ciudad. Como su propio indica, ahí está el castillo de Burgos.

Edad. Carezco de formación geológica, así que de la montaña en sí no puedo decir nada. La fortaleza se empezó a levantar en el 884, año de fundación de la ciudad. No estábamos para perder el tiempo.

¿Qué hay? Es un sitio fantástico que tiene de todo: un centro de divulgación de aves, unos depósitos de agua, un parque de cuerdas, dos bares, parques infantiles, una campa descomunal, un mirador justo encima de la catedral desde el que se divisa toda la ciudad y, por supuesto, las ruinas del castillo.

¿Merecen la pena? Claro. Ya sabes que aquí las piedras hablan. El castillo ha sido de todo: fortaleza, cárcel, fábrica de pólvora... Vivió tiempos de decadencia en el siglo XVIII, pero los franceses lo ocuparon y pusieron en uso en la campaña napoleónica de España. En su retirada, lo volaron llevándose por delante, entre otras cosas, la mayor parte de las vidrieras de la catedral.

¿Se puede visitar? Sí. En los últimos años se ha acondicionado. Lo mejor es el pozo: un descenso por una escalera de husillo y decenas de metros de galerías. Lo empezó a recuperar en la primera mitad del siglo XX un general de Guardia Civil, Leopoldo Centeno. Estaba convencido de que sus profundidades escondían fabulosos tesoros: oro, plata y hasta ¡una tumba egipcia! No encontró nada y perdió su fortuna (y la cabeza) en el empeño.

¿Y hay naturaleza en este lugar? Todo eso está en plena naturaleza. Hasta los años 50 era un cerro pelado, como se ve en fotos antiguas, pero en esa época se plantaron miles de árboles, principalmente pinos. Se puede pasear, y perderse, por infinidad de caminos y sendas al lado mismo del meollo urbano pero con la sensación de estar en pleno campo.

Un sitio así, supongo que será muy popular. Puntualmente se hacen algunas cosas: una romería que se pone hasta arriba, el Vía Crucis en Semana Santa... Hace unos años se celebró una recreación histórica bestial, de las guerras napoleónicas precisamente, con caballos, cañones y cientos de soldados. En mi juventud recuerdo incluso haber asistido a un festival de rock, con tres escenarios y gratuito, llamado Anda o algo así, alrededor de 1993. Tocaron Los Flechazos, Lagartija Nick, El Inquilino Comunista... Pero he buscado en internet y no hay nada, así que lo mismo lo he soñado.

Pero, a lo que íbamos: quitando días concretos y los turistas que van a hacer la foto desde el mirador, al Castillo suben cuatro gatos.

¿Y eso? La mala relación del Castillo y la ciudad viene de lejos. En la Guerra de Sucesión Castellana, en el siglo XV, el Castillo optó por Juana y la ciudad por Isabel. La fortaleza estuvo meses asediada y hubo mamporros de los buenos. Mucho después, a partir de los años 70 del siglo pasado, la zona ganó fama de peligrosa (hubo incluso dos crímenes) y eso se ha quedado en el subconsciente colectivo. Además, son todo cuestas, que parece que no son el terreno favorito del homo castellanus.

¿Aun así me lo recomiendas? Por supuesto, es lo que llevo haciendo desde la primera línea. El lugar es, sobre todo, un espacio natural descomunal. Recuerda un poco al parque de Richmond, en Londres; si lo vallasen podrían soltar animales salvajes como en ese lugar de Inglaterra. Aquí van unas pistas: te sugiero que subas por el arco de San Esteban (mudéjar) y tomes cualquier senda que te encuentres. Puedes toparte con los depósitos de agua, perderte entre coníferas, divisar la parte norte de Burgos o llegar a un campo de fútbol semiabandonado con vistas increíbles sobre la ciudad que evoca a esos que tienen en las lomas de Río de Janeiro. Eso, o tumbarte tranquilamente a mirar nubes.

¿Y el top 1 del Castillo, el rincón más especial? Para mí es un tramo mínimo de la carretera que asciende desde el antiguo hospital. Pasando el depósito (unos 50 metros después) hay un trocito con árboles a ambos lados que recuerda a una pintura de Cézanne o Monet, o a una famosa fotografía de Cartier-Bresson de una carretera francesa. Todo muy francés. Es el primer lugar, que yo conozca, en el que explotan los colores del otoño. Además, tiene grandes vistas. Búscalo.

Lo haré.

Si quiero parecer integrado... Tómate una cerveza en verano en la terraza que hay frente a la fortaleza.

Nunca, nunca, nunca... Te quejes de las cuestas. El esfuerzo merece la pena.

*Esta Contra se publicó en el suplemento Maneras de Vivir del 28 de marzo de 2020