Ley (oprobiosa) de la Revancha Histórica

Carlos Dávila
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El Gobierno aprueba una norma, herencia de Calvo, que es un bodrio vengativo de una Guerra incivil que terminó hace 82 años

La exministra de Presidencia y Memoria Democrática saluda a su sucesor, Félix Bolaños, en el relevo de carteras. - Foto: Javier Lizón

Revancha. Que no de otra cosa se trata. Los presuntos perdedores de una Guerra incivil que terminó exactamente hace la friolera de ¡82 años! acaban de aprobar un texto legal con una sola aspiración, un único objetivo: vengarse de los presuntos vencedores. Y utilizo en los dos casos el epíteto presuntos porque, afortunadamente en la sociedad española de 2021 todos estamos mezclados: los hijos y los nietos de los actores de aquel monumental conflicto no responden, no respondemos a las etiquetas que entonces colocaron a nuestros antecesores. Curiosamente, ya durante el franquismo, ¡fíjense qué cosa!, algunos, muchos en realidad, descendientes de los llamados nacionales en el período 1936-39 se pasaron directamente al otro bando. Podríamos cursar esta crónica de apellidos que realizaron este trasvase ideológico y nos quedaríamos ciertamente cortos en el índice alfabético de cada sector. Además, ya que abrimos este repulsivo y agrio melón de aquella hecatombe española, podríamos asimismo recoger las afirmaciones de varios historiadores, entre ellos Stanley Payne en un lado, Salvador de Madariaga en el centro, o Paul Preston en la izquierda clásica, que siempre han sostenido que la mayoría de nuestros compatriotas que se vieron abocados a la lucha fratricida lo hicieron en una u otra parte porque la guerra les pilló en una u otra zona. Pocos pudieron elegir equipo.

 Pues bien: el bodrio vengativo que ha dejado como herencia la exvicepresidenta Carmen Calvo, perpetra un giro copernicano a la Historia, y no solo pretende convertir en ganadores a los que fueron derrotados, sino que abunda en un objetivo malsano para la convivencia nacional: que unos, los que en abril de 1939 resultaron abatidos preferentemente por su desorganización y banderías internas, se venguen de los que, también en esa fecha, del brazo de Franco, se alzaron con el triunfo. Cualquier técnico documental y experto en historiografía califica hoy de enorme vulneración científica el objetivo que persigue la Ley aprobada el martes pasado por el nuevo Gobierno de Sánchez, de un personaje, ya volcado en la autocracia, que parece haber copiado de la gobernación de Franco algunos de sus proyectos más queridos. Sin ir más lejos, esa Ley de Seguridad Nacional que ya hemos glosado y que, de aprobarse, que se va a aprobar, instala el confiscamiento de la libertad de expresión, el arrebato de la propiedad privada, la movilización política y el mando único y totalitario para que lo ostente el jefe del Gobierno de turno. O sea, él porque el PP ya ha advertido que, llegado al poder, la derogará.

Esta Ley Calvo, que en puridad se debe denominar para siempre Ley Sánchez, va más allá de la que en su tiempo perpetró su correligionario Rodríguez Zapatero. Mira más lejos, y con mayor virulencia, porque no solo castiga brutalmente todo lo que pueda ser relacionado con la dictadura de Franco, sino que se detiene en la propia Transición y pretende juzgar episodios acaecidos durante el quinquenio 1976-1981 como consecuencia directa del propio régimen del general. Un auténtico disparate. Y, claro está, solo los propios de una facción: es decir, que para esta conjunción social leninista que ordena y manda ahora mismo en el país, tiene mayor importancia, por ejemplo, el terrible momento de los asesinatos de los abogados comunistas de 1977 que las matanzas en serie de la banda criminal ETA casi hasta ayer mismo. Para Sánchez y sus hordas de revanchistas los terribles atentados del FRAP o del Grapo, no son si no respuestas a la violencia del Estado, aunque este Estado ya fuera impecablemente democrático. Les da exactamente igual: los protagonistas de estas dos organizaciones terroristas y sus asesinatos no hacían -vienen a decir- más que protestar por la opresión de unos gobiernos que no aceptaban sus militancias leninista, troskistas o maoistas. ¡Qué aberración!

La nueva Ley revive todas las heridas del pasado, vuelve a enfrentar a unos españoles con otros, considera víctimas a los asesinos de Paracuellos pero criminales sin excusa a los aviadores de Guernica, absuelve de todo pecado a los chequistas que mataban masivamente a personas de toda condición, declara nulos cualesquiera de todos los procedimientos judiciales abiertos y cerrados después de la Guerra, pasa sin la menor preocupación por los más de 300 crímenes de ETA que aún están por resolver, considera héroes nacionales a aquel Atance y a sus hordas que, desde la Dirección General de Seguridad en Madrid, realizaban sacas generales y llevaban a personas inocentes a los paredones, no guarda ni una palabra para los 6.700 religiosos, sacerdotes y fieles católicos que fueron pasados por las armas por su simple condición de y, ya en el futuro, penaliza hasta con cárcel a quien, ejerciendo su libertad de expresión, considera acertados ciertos elementos de la gobernación franquista. Pongamos que, sin ir más lejos, su obsesión por el Seguro Obligatorio de Enfermedad, o por abrir pantanos que hoy contribuyen a resolvernos la vida. Llegan hasta ese punto del ridículo.

 

Más de lo mismo

El bodrio vil que ha dictaminado este Gobierno ultraizquierdista es un más de lo mismo, una ampliación sin escrúpulos del que ya dejó visto para la sentencia de la Historia José Luis Rodríguez Zapatero. Este, como se sabe (todo está contado en un libro de Durán y este propio cronista) concibió aquella ley para rescatar y homenajear la memoria de su abuelo, el capitán Lozano. El tiro le salió por la culata porque los autores demostramos en 2008 que el susodicho antepasado había sido fusilado por los franquistas como pudo serlo por los autodedenominados rojos: era agente doble, y como tal se exponía a ser represaliado por los unos o por los otros. 

Ahora, este proyecto, que tiene trazas, a mayor abundamiento, de ser adobado como las peores y más humillantes aportaciones de los leninistas de Podemos, va a exasperar a una sociedad que ya estaba inmunizada contra las bestialidades de tirios y troyanos. 

Es la revancha de un acémila destinada a tapar bochornosamente los fallos, las tremendas lacras, la incapacidad de su Gobierno. El último semestre de este año se ha inaugurado no solo con esta Ley, sino también con la citada de Seguridad Nacional que va a instalar en España la posibilidad de un régimen totalitario, caribeño, donde las libertades resulten ser solo un recuerdo. 

Sánchez, del que no se conocen sus ancestros, se está vengando de España. No solo de la otra media, sino de España en general, la España que hemos vivido de la reconciliación. Yeso es una tragedia histórica.