"Antes los políticos anteponíamos la ciudad al partido"

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Antonio José Pereda es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

Antonio José Pereda. - Foto: Alberto Rodrigo

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el 27 de abril de 2020

Los que tengan buena memoria y algunos años le recordarán como aquel chavalín con delantal que ayudaba a su padre, Eugenio, y a su madre, María Pilar, a atender a los clientes del bar buñolería-churrería el Arco del Pilar, que estuvo situado en el número 7 de la calle del mismo nombre. La infancia de Antonio José Pereda huele a churro, a consuenda, a orujo y moscatel (chico y chica) y a aquellas madrugadas de pestaña caída sirviendo desayunos a los trabajadores, a los viajeros, a los pescadores, a los cazadores... Mintió al hermano de La Salle cuando le dijo que era de Medina de Pomar como su madre y le costó un cachete... No, Toño Pereda nació en Burgos el 20 de diciembre de 1951, aunque aprendió sus primeras letras muy cerca de Medina, en la escuela de El Vado, con su tía como maestra.

Tras superar la reválida en La Salle, a los 16 años empezó a estudiar magisterio y logró a los 21 el título de ‘Ingeniero técnico pedagogo en psicología infantil’, o sea, maestro. Solo ejerció dos años, en el colegio de San Pedro de la Fuente y en La Aneja, ubicada en la antigua escuela de magisterio de la avenida de Cantabria.

Un buen día se presentó a un concurso de fotografía en el CUA y a Fede padre (Federico Vélez) le gustaron sus fotos. "Por la mañana me dijo que si quería trabajar con él y por la tarde ya estaba trabajando". Fueron cuatro años a jornada completa y otros diez colaborando. Lo suyo fueron los deportes, los partidos del Burgos de Primera División. Sus instantáneas se pueden ver en Foto Fede, en las páginas de Diario de Burgos y de otros periódicos, gracias a su trabajo para la Agencia Cifra. "Enviábamos las fotos en blanco y negro, de 18 por 24, y tardaban la friolera de once minutos en llegar a destino...".

"Fede compró el primer magnetoscopio de Betacam que hubo en Burgos, que costó casi un millón de pesetas, y yo hice la primera boda con vídeo y audio en la Catedral", rememora el que fuera tesorero de la Unión de Periodistas Deportivos de Burgos.

Sin dejar nunca la fotografía (los fines de semana deportivos), la búsqueda de un mejor sueldo le llevó a trabajar como comercial de Olivetti. "Vendía fotocopiadoras de líquido destilado de petróleo y la reina del momento: la máquina de escribir Olivetti Línea 98; y las calculadoras multisuma que costaban treinta y tantas mil pesetas, mucho más que un sueldo y solo para multiplicar y dividir".

Afable siempre, extrovertido y gran conversador, Antonio José ha vendido automóviles, calcetines, seguros y en sus últimos once años en activo se han centrado en la prevención de riesgos laborales, en Ibermutuamur, empresa de grato recuerdo. "Me encantaba el magisterio pero, al final, he logrado un curriculum muy largo...", ironiza.

música. Pereda se siente especialmente orgulloso de sus 52 años de trayectoria en el Orfeón Burgalés, al que se incorporó en septiembre del 68. No ha dejado de asistir a ningún ensayo desde entonces, hasta la tristemente famosa crisis del coronavirus. "El último día -recuerda con emoción- ensayábamos un canto ritual sudafricano titulado Indodana. Será difícil que nos volvamos a juntar en un tiempo y es triste. Allí estamos codo con codo y ahora eso es imposible...".

La pasión musical empezó con 8 años, en la coral infantil de La Salle y también en la de San Gil. Entra en el Orfeón de la mano de Salvador Vega Carreras, su director entonces y subdirector de la coral Francisco Salinas de Magisterio, donde estudiaba. Compagino canto en las corales de San Esteban, San Gil y San Lorenzo... De amigo en amigo, nunca ha dicho que ‘no’ a una buena sesión de música.

Pero los 52 años de récord en el Orfeón no le han impedido hacer muchas más cosas por las que también es conocido este polifacético burgalés. En el año 75, recién casado con Paula, coralista como él y con la que ha tenido cuatro hijos (Diego, Enrique, Antonio José y Laura), le dio por el vuelo circular de aviones de aeromodelismo. "Nos fuimos a Andorra en el viaje de novios y allí me compré mi primera emisora de radiocontrol de cuatro canales. Junto con mi compañero, Fernando, fuimos los primeros en volar con radiocontrol en Burgos".

Del avión pasó a los coches y luego a los barcos. En el año 82 funda el Club Aeromodelismo Castilla, que sigue presidiendo en la actualidad, aunque en breve cederá el cargo a las nuevas generaciones.

Del radiocontrol saltó, por su innata curiosidad por las experiencias nuevas, a la radioafición. Se compró una emisora de camionero, la 27, y luego se examinó de ‘Eco Charlie’, y luego de ‘Eco Bravo’ y finalmente de ‘Eco Alfa’, certificado con la tarjeta del Rey. Pertenece a la red de Radio Emergencia de Protección Civil y ha participado en varios simulacros de emergencias vinculados a la central nuclear de Santa María de Garoña y su entorno.

También le ha gustado la filatelia desde niño y las motos. "A los 17 mi tío me regaló una Montesa y he participado en 21 ediciones de Los Pingüinos, en Valladolid, la mayor concentración invernal de moteros del mundo". Presidió además el club de la Velosolex, la bicicleta francesa con el motor en la rueda delantera con la que recorrió el Camino de Santiago. Organizó la primera (y la última) concentración nacional de Velosolex en Burgos.

Cómo no, le gustan los coches. Fundó la Asociación de Amigos del Seiscientos en el año 2000 y también recorrió la Ruta Jacobea con el primer utilitario de los españoles, siendo pionero en la aventura.

"Tuve dos Seiscientos, el último lo vendí el año pasado. También he tenido dos Ford Capri (uno lo conservo) y 28 motos, de las que solo me quedan cuatro". El problema, reflexiona desde su trastero imposible, es que no tiene espacio para tanto aparato, tanto artilugio, tanto papel, tantos carnés, tanta historia...

Concejal. Antonio José Pereda conoció a José María Peña San Martín en una cena de antiguos alumnos de La Salle. Era lo único que compartía entonces, los años pasados con los hermanos del babero. "No le conocía de nada, le trataba de usted, aunque nos habíamos visto en el fútbol, en el Orfeón y en alguna carrera de automodelismo. En la cena me encargué de la foto de familia, pero no entrábamos todos, y en la organización del grupo, por sorpresa, terminé hablando con el alcalde. Él me dijo que de dónde sacaba tanto tiempo para todo lo que hacía y me soltó aquello de ‘usted valdría para concejal’".

Pasaron las semanas y coincidieron de nuevo en el bar del Plantío. "Usted, ¿ya ha pensado lo que dije?", le soltó el alcalde sin contemplaciones. Pues aún no, de hecho no le había dado importancia aquella primera propuesta de la cena de antiguos alumnos.

A las dos semanas volvieron a encontrarse en el fútbol. "Es lo mismo que hace usted ahora pero para la ciudad", le insistió Peña, despertando por primera vez la curiosidad por la política de este hombre curioso de nacimiento. "Doy mi palabra de honor que yo entonces no sabía ni que un concejal cobraba por serlo...".

Y finalmente aceptó. Era el año 87, la tercera legislatura municipal de José María Peña. "Me enteré que estaba en la lista electoral de Solución Independiente mientras competía en el circuito de San Isidro. Aparecí en primera página del Diario de Burgos y me puse a temblar...". Se acabó la carrera: quedó el último del campeonato de automodelismo...

En la primera legislatura fue concejal y diputado provincial; en la segunda, tras el juicio de la construcción y ya con Valentín Niño al frente de la Alcaldía, solo concejal. Fue vicepresidente de Deportes 8 años junto al presidente Antonio Bañuelos, el empresario taurino. "Me encantó, iba a ver al Burgos y tenía carné de prensa, de socio y también como concejal...".

"Estando en política abandoné bastante a mi familia. Trabajo, empeño y dedicación no escatimé. No sé si logré resultados. La primera legislatura fue maravillosa y en eso coincidimos todos los que participamos. Cristino y yo éramos los más jóvenes".

Con Valentín Niño fue delegado de Policía Local, Bomberos y Tráfico, "casi 400 personas a mi cargo y un recuerdo maravilloso de aquellos equipos". Tuvo permiso para portar pistola y no dudó en acompañar a policías y bomberos en sus emergencias. "Recuerdo que un día me llevaron a una salida en el camión porque algo ocurría en una casa. Cuando llegamos, el agua se estaba saliendo por un aseo... ¿Y para eso me llevaron? Cómo nos reímos".

Siguió en Deportes y también estuvo en Personal. "Yo fui la primera persona del Ayuntamiento en utilizar el teléfono móvil. Fue el año 87, un móvil del sistema 900 que costaba trescientas y pico mil pesetas...".

peatonalización. Cuando se le pregunta por aquellos proyectos que dirigió y que hicieron una ciudad mejor, insiste en que el trabajo municipal siempre es un trabajo de equipo con muchos méritos reunidos. No obstante, resalta la normativa que regula el funcionamiento de la Policía Local y la peatonalización del centro histórico de la ciudad, que le costó no pocos disgustos y críticos.

Él, un vecino del Arco del Pilar de toda la vida, se disponía a quitar los coches de las calles del centro, algo que no todos compartían. "Me acuerdo cuando me paraban por las calles espetándome que cómo íbamos a cortar la calle Laín Calvo, muchos de ellos eran conocidos e incluso amigos míos. No se me olvidan los escritos al alcalde pidiendo mi dimisión, realmente me pusieron a parir...".

Fue el año 93. Pereda había estudiado bien cómo habían hecho en Logroño -"un éxito"- y tenía claro que era una buena idea. "Pasado el tiempo, muchos lo vieron que fue una buena idea, pero no recibí ninguna carta de agradecimiento...".

Desde la distancia. "Tengo 68 años y pienso que en mis tiempos de política todos, los que gobernábamos o los que estaban en la oposición, pensaban siempre más en la ciudad que en sus propios partidos. Y no digo nada a nivel nacional, donde acabaremos teniendo 500 ministros para contentar a todos", reflexiona Pereda, recluido estos días en su casa como todos los burgaleses.

"Yo viví la política como la cosa más bonita del mundo, aunque algunos me lo ponían en duda. La política es servir a los demás sin servirte a ti mismo. A nadie le ponen una pistola para entrar en política, ni a nadie se la ponen para salir. Uno es dueño de sus actos: entra si le votan y se marcha cuando no, siempre por su propia voluntad".

Con la perspectiva de los años se siente muy satisfecho de su ciudad y no duda en calificar a ‘José María’ "como el mejor alcalde que ha tenido Burgos".

"De esta ciudad me encantaba y me encanta su limpieza y no es limpia porque se limpia más, sino porque se ensucia menos. En este tema no hay que relajarse".

También contempla con mucha satisfacción cómo se ha recuperado el Castillo y su entorno, un territorio muy conflictivo a finales de los 80, donde eran habituales los robos, los asaltos e incluso hubo que lamentar alguna violación. "Aunque también tuvimos nuestras críticas, metimos a la Policía Local a patrullar por las noches y desaparecieron los cacos, que hacían la vida imposible a los turistas".