La enfermedad silenciosa de los más mayores

S.F.L.
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Muchos de los ancianos que residen en el medio rural se encuentran sin apoyos familiares. La Asociación Solidaridad Intergeneracional crea en Miraveche una red vecinal para facilitar las relaciones entre residentes

Un grupo de personas se reúne los miércoles en Miraveche para desarrollar actividades y crear lazos de compañerismo.

Casi dos millones de personas mayores viven solas en España. Con una calidad de vida que aún les permite autonomía, lo cual es un avance, pero con menos lazos afectivos a su alrededor, lo que se convierte en factor de riesgo de sufrir soledad no deseada, y los efectos que en la salud conlleva. 
 El 60% de los ancianos dependientes vive en municipios rurales y en Castilla y León, el 21,2% de mujeres se encuentra en esta situación frente al 5,2% de hombres. La soledad no deseada constituye un grave problema de salud y se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de las personas mayores. Este sentimiento repercute directa y negativamente en la satisfacción de sus necesidades sociales, empeorando la esperanza y la calidad de vida. 
La Asociación Solidaridad Intergeneracional -de ámbito estatal de personas mayores y familiares- lanzó una iniciativa social en la España vaciada para hacer frente a este problema. Para ello ha credo 21 redes vecinales dentro de las nueve provincias de la Comunidad, y en concreto dos en La Bureba. 
En Rojas y Miraveche, dentro del programa Cuentaconmigo, un grupo de unas 15 a 20 personas se reúnen varios días a la semana para realizar distintas actividades y así facilitar el acompañamiento y el apoyo para la vida cotidiana y prevenir el aislamiento social. En la primera localidad el programa ya finalizó pero en Miraveche continua yendo una trabajadora social. A pesar de que estas dos redes funcionan con pequeñas supervisiones por parte de la organización, pero con el firme propósito de mantenerse y ser autónomas, sin necesidad de tutelas, por el simple hecho de que los participantes deseen seguir acompañándose y disfrutar de las relaciones vecinas. «Mi intervención en Rojas acabó en junio pero al crearse la red vecinal, tengo constancia de que los ciudadanos se juntan para jugar a las cartas y compartir experiencias», declara la terapeuta. 
Realizan talleres, charlas, gimnasia... para evitar que las personas que residen en pueblos pequeños, donde el fantasma de la despoblación campa a sus anchas, se queden aisladas y no tengan la oportunidad de seguir desarrollándose. Actualmente, estas actividades se llevan a cabo en Miraveche, un pueblo en el que los vecinos han permanecido siempre unidos, pero en el que desde el momento en que se creó la red, los lazos de protección comunitaria y los hábitos de compañerismo se han fortalecido. 
Todas las partícipes son mujeres excepto Fernando Alonso, que acude con su mujer. Ahora estudian un curso de capacitación personal, con el que aprenden a cuidarse para prevenir lesiones y mejorar su forma física. «Con este programa conseguimos que algunos mayores no dejen el pueblo y que sus familias sigan acudiendo a verlos», afirma la trabajadora social.

MARTA VALLADARES, 25 AÑOS.

Marta Valladares, de 25 años, es la persona más joven que acude cada miércoles a los cursos y talleres que organiza la Asociación Solidaridad Intergeneracional en Miraveche. Se trasladó con su pareja a esta pequeña localidad burebana en junio sin apenas conocer su existencia. Ella nació y ha vivido en Vitoria y su novio en Miranda de Ebro. Cansados de la estresante vida de la ciudad, tomaron la que hasta entonces ha sido la «mejor decisión de sus vidas». 
A pesar de que sus compañeros de aula la sacan más de 40 años, la joven ilustradora acude a las clases encantada. «Me siento muy a gusto en un grupo formado por gente mayor porque se aprende mucho de ellos», manifiesta. Amante de la naturaleza declara que se siente «muy feliz» y anima a los jóvenes a que «se muden» a los pueblos, ya que según ella, se gana en «tranquilidad».  

AMELIA GÓMEZ, 91 AÑOS.

Amelia Gómez es la veterana del grupo. A sus 91 años, esta vecina de Miraveche derrocha energía por los cuatro costados. Nació en La Aldea del Portillo y vivió allí hasta que se casó. Permaneció 30 años detrás de la barra de un bar para después dedicarse a la labranza. 
Cuando una vecina le contó que se llevarían a cabo estas actividades, no dudó ni un segundo en que quería participar. Se muestra muy «agradecida» a Rosa, la trabajadora social y afirma que la gusta «todo» lo que hacen, especialmente la gimnasia. Pese a su edad, Amelia continúa aprendiendo y declara que en los talleres practica ejercicios que «jamás» se hubiese imaginado hacerlos. Recuerda melancólica lo que ha sido el pueblo y en lo que se ha quedado aunque expone que desde que llegó con 35 años, siempre ha vivido muy «contenta».  

DORI Y FERNANDO ALONSO, 74 Y 80 AÑOS.

Dori tiene 74 años y siempre ha residido en la localidad burebana. Mujer con inquietudes, formó parte del Ayuntamiento como concejala durante dos legislaturas para «intentar cambiar un poco las cosas, antes siempre decidían los hombres», afirma. También fundó junto a otras vecinas la Asociación Virgen del Rosario y organizaban eventos culturales. 
Cada miércoles acude a los talleres junto a su marido, Fernando Alonso, único varón que participa en las jornadas. Agricultor y ganadero como la mayoría de los vecinos, este residente de 80 años cuenta que cada vez que asiste a las actividades se siente «como en una nube» y no entiende porque los demás hombres no quieren participar. «Yo me lo paso estupendamente rodeado de amigas», afirma entre risas. Además, confiesa que con los ejercicios físicos que ejecutan, se encuentra mucho «más ágil y joven».

MARÍA ÁNGELES SOBERÓN, 63 AÑOS.

Esta bilbaína de 63 años se mudó a Cascajares de Bureba hace 24 años, con la idea de cambiar radicalmente de vida. María Ángeles Soberón pasó de residir en una gran ciudad a comprarse unas ovejas y dedicarse a la ganadería. «Unos amigos tuvieron la culpa de que lo dejáramos todo en el País Vasco y nos trasladásemos a La Bureba», explica. 
Hasta ahora también se ha dedicado a cuidar de su madre y actualmente a llevar su casa. En Cascajares ha disfrutado mucho pero reconoce que ahora son muy pocos vecinos y los días se hacen «interminables». Por ello participa en los cursos de Solidaridad Intergeneracional. «Todos los temas que tocamos me resultan muy interesantes, aprendemos cosas nuevas y es una buena oportunidad para conocer gente y entablar nuevas amistades», declara. Se siente una más y totalmente aceptada en el grupo. 

PILAR TORRES, 65 AÑOS.

Pilar Torres nació y se crió en Cascajares de Bureba. A pesar de que más de la mitad de su vida ha residido en otros lugares, tuvo que regresar a cuidar de su padre y desde entonces, se quedó en el pueblo. Gracias a esta iniciativa afirma que su día a día «ha mejorado» aunque añade que el invierno cada vez se la hace «más largo» y que Cascajares es un «pueblo fantasma». 
Uno de los problemas que le afecta a ella directamente y a otros muchos vecinos se trata de la falta de transporte público a los municipios más grandes de la comarca para poder realizar sus compras u otras actividades. «El servicio que hay a Briviesca es insuficiente, solo pasa los miércoles y en un horario ridículo», manifiesta. Y es que para que los residentes que no tienen vehículo propio vayan a la capital burebana, tienen que llamar a un taxi que los recoge a las 7:45 de la mañana y los lleva a sus casas a las 10:30. 

CANDI RUIZ, 71 AÑOS.

«En los pueblos nos tienen muy abandonados, los políticos nos prometen el oro y el moro cuando vienen a por el voto y luego nos dejan tirados», expone Candi Ruiz, una vecina de Miraveche de 71 años. Se entusiasma de que por lo menos tengan la oportunidad de poder ir a las clases que se imparten los miércoles y «agradece» la labor de Rosa, la terapeuta, ya que les ayuda mucho a no perder la autoestima y continuar teniendo ganas de hacer cosas.  
Siempre se ha visto con la necesidad de aprender y reconoce que estos talleres vienen muy bien para mantener la «cabeza despierta». Aunque también declara que la vida en los pueblos pequeños se complica según transcurre el tiempo. Han pasado de disponer tres días a la semana consulta médica a uno y tiene claro que dentro de no mucho, se quedarán sin servicio. «¡No hay derecho!», reitera.