La huerta no puede esperar

I.P.
-

La cercanía a la capital convierte a la comarca de Juarros en un entorno idílico de segundas viviendas que, de no ser por la covid-19, llevarían abiertas semanas. Ahora toca desbrozar para sembrar la verdura, segar el césped y retomar la vida social

La huerta no puede esperar - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

José Antonio Monedero no daba crédito al estado en que se encontró su huerta, más bien convertida en una pequeña selva. Ayer, por fin, pudo acercarse hasta San Millán de Juarros con su sobrino David, y entre los dos se afanaron en desbrozar las espigadas hierbas, salpicadas de amapolas y margaritas, para preparar la tierra y sembrar lechugas, tomates, alubia verde, cebolla y puerros. Para otras hortalizas y verduras como berenjena o calabaza, José Antonio dice que ya es tarde. Lo único que había sembrado allá por el mes de diciembre fueron los ajos, que ayer tocaba excavar. 

Tío y sobrino dicen que podrían haber venido antes a preparar la huerta, pero que han sido respetuoso y no se han arriesgado a acercarse desde Burgos. Son apenas 15 kilómetros los que separan la capital de San Millán, pero han preferido esperar a que la comarca entrara en fase 1 de la desescalada para preparar la huerta; otros lo han hecho, pero ellos no ha querido correr riesgos. En un año normal, José Antonio hubiera traído ya a sus padres, en Semana Santa y ya se hubieran quedado en el pueblo, pero en esta ocasión no ha sido posible, dice, recordando que algunos matrimonios se vinieron con el inicio del estado de alerta, al entender que iban a estar mejor que en la capital.

No solo se abrieron casas en San Millán desde aquel 14 de marzo, también en el resto de pueblos de los Juarros; vecinos con segundas residencias hicieron las maletas y han pasado el confinamiento en estos pueblos, donde muchos están empadronados, convencidos de que el riesgo de contagios iba a ser menor y que iban a gozar de mayor libertad de movimiento que en la capital, como así ha sido.

Dejamos San Millán y seguimos por la BU-V-8004 hasta Monzoncillo, donde dos vecinas van de paseo por la orilla de la vía; también ellas nos dicen que se han abierto una decena de casas antes que en años anteriores. No así la cantina, sin embargo, el lugar donde socializan los vecinos y entablar conversación con los visitantes, fundamentalmente cazadores, que paran porque su dueña, Ana Miguel, también da comidas. Ayer se afanaba en limpiar el bar y repasar los productos que quedaron almacenados a mediados de marzo para comprobar la caducidad. Ana no tiene claro cuando abrirá si estos días o el fin de semana que se acercará más gente, incluidos matrimonios con niños, que ayer no se venían en ninguno de los pueblos; también dice que está a la espera de conocer con más detalle en que condiciones puede abrir. Tampoco la cantina de Salgüero, que lleva Adelina, ha levantado la persiana. Si en cambio las de Santa Cruz y Cuzcurrita, apertura bien recibido por los vecinos que, en este último pueblo, tomaban ayer el aperitivo al sol, como Paco y Fortunato.

En Santa Cruz, la cerveza la bebieron en casa Eutiquio, Guadalupe y su hijo Miguel, que ayer se acercaron a abrir la casa, que llevaban 7 meses sin habitar. El domingo ya había estado Eutiquio a segar el césped del jardín. 

Clases, desde San Adrián. Francisco Javier Guadilla y Yolanda, su mujer, no se acercaron ayer a San Adrián de Juarros a pasar el día. Llevan en el pueblo desde que comenzara el estado de alerta, cuando decidieron trasladarse a esta su segunda vivienda -están empadronados además en el pueblo-, con los padres de ella. Él es profesor del inglés en el instituto Diego Porcelos y desde el pueblo -tirando de datos del móvil porque no haya cobertura de internet-, ha dado las clases a diario. Ayer nos atendía después de haber realizado dos teleconferencias con sus alumnos de Bachillerato, corregir exámenes y mandar tarea. Francisco Javier asegura que todos los profesores están trabajando tanto o más que antes de la crisis y sobre todo redoblando esfuerzo en el caso de los alumnos de segundo de BACH que este año tienen la EBAU. El matrimonio asegura haber estado muy bien en el pueblo, donde han podido pasear y, además, no ha habido contagios.