Las mascarillas ya son mayoría en Burgos

F.L.D.
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Los ciudadanos aplauden que el Gobierno haga obligatorio su uso en los lugares públicos. Las personas mayores están, por lo general, mucho más concienciadas desde el principio

En las franjas horarias centrales el uso está más extendido. - Foto: Patricia

La ciudad parece haber dejado atrás esa imagen fantasmagórica que lucía hace apenas unas semanas. La nueva fase intermedia de la desescalada permite la apertura de comercios al público más allá de las citas previas. Los bares sirven café para llevar y hasta aquellos que no sabían qué forma tenían los envases de papel han sucumbido a esta nueva forma de consumo con tal de salir de la tediosa rutina que había sembrado el virus. La calle recupera poco a poco la alegría, pero con un nuevo habitante que a buen seguro nos acompañará mucho tiempo: la mascarilla.

Los burgaleses parecen estar muy concienciados a la hora de usarla, ya no como medida de protección personal, sino para evitar contagiar a otros en caso de que, sin saberlo, el ‘bicho’ esté en su organismo. Celebran la decisión del Gobierno de hacerla obligatoria en espacios públicos, e incluso algunos opinan que la medida tendría que haberse acordado antes.

Las caras cubiertas varían en función del horario. No es lo mismo caminar por el centro o por lugares de cierto ajetreo matutino, como los mercados, los bancos y las tiendas que ya han abierto hasta arriba sus persianas, que hacerlo por las riberas de los ríos a primera hora del día o a última de la tarde, cuando los deportistas salen de su madriguera para echar unas carreras. En el primer tramo hay más adhesión a las mascarillas que en el segundo, en el que se ve a más gente joven y a niños. 

Rubén, que estira las piernas en el Puente Gasset tras un poco de ‘running’ hasta Fuentes Blancas, reconoce que rehuye de los protectores cuando hace deporte: «Es muy incómoda y cuesta controlar la respiración. Para ir al súper o en el autobús me la pongo y si la hacen obligatoria para caminar lo cumpliré, pero para correr me costará mucho». En su franja, cuando el Paseo de la Quinta luce su cara más animada, los que caminan son mayoría a la hora de usar mascarillas, aunque también hay ciclistas ataviados con este nuevo complemento. 

En el Espolón, la Plaza Mayor o Laín Calvo las ffp2 y las quirúrgicas son la nueva tendencia. Su uso está extendido y nadie parece cuestionar su obligatoriedad, sobre todo cuando la desescalada llegue a sus fases más avanzadas y los ciudadanos se echen en masa a las calles. Daniel, que reconoce estar más acostumbrado a ella porque trabaja en el sector de la alimentación, se muestra favorable, siempre que «todos cumplan a rajatabla», especialmente ahora que «no hay test masivos». Desde el principio de la pandemia, asegura, ha optado por protegerse con ella y no es algo que le incomode demasiado. 

«Ya era hora de que lo hicieran obligatorio», exclama uno de los dos miembros de seguridad que flanquea el Mercado Norte. Allí lo raro es ver a alguien sin mascarilla («el 99% la lleva», insiste), básicamente porque es uno de los lugares donde más concentración de personas ha habido y donde la gente tiene más precaución. A pocos metros de allí, en los Soportales de Antón, Susana aguarda en la cola de una panadería totalmente protegida. «La he llevado desde el principio. Me parece algo imprescindible y me alegro de que se vaya a implantar la medida», opina. Junto a ella, Begoña, que considera que tendrían que «haberlo decretado antes», porque, recuerda, «ya no es solo para evitar que nos contagiemos, sino que también miras por los demás». 

Por el puente de Santa María cruza Félix con la cara cubierta. Él también opina que,«al menos por un tiempo», es necesario llevar la mascarilla, aunque observa que a día de hoy es más habitual verla en algunos sitios más que en otros.