Desvanecida Nevenka

RODRIGO PÉREZ BARREDO
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Burgos acogió hace ahora 10 años uno de los juicios más mediáticos de la década. El alcalde de Ponferrada, Ismael Fernández, fue condenado por abusar sexualmente de su edil de Hacienda, Nevenka Fernández

Nevenka Fernández, durante su declaración ante el tribunal. - Foto: Ricardo García (ICAL)

Da todavía hoy, diez años después, la sensación de ser un caso abierto, pese a que hubo sentencia condenatoria. Como si algo, en aquella máquina a presión que fue el juicio y cuanto en él ocurrió, hubiese tenido algún engranaje suelto por el que se filtró parte de la verdad, quién sabe si también parte de la justicia. Hoy, diez años después, el condenado sigue en primera línea pública; aunque ya no gobierna como entonces, su partido es clave en el funcionamiento del Ayuntamiento del que fue alcalde, cuenta con un enorme apoyo popular y sigue siendo considerado un hombre de éxito, un triunfador. Hoy, diez años después, la víctima está desaparecida. Es probable que siga exiliada voluntariamente en algún país del norte de Europa en el que se refugió tras el juicio. Cabe imaginar que aquella nueva vida que empezó entonces ya esté asentada, y que todo lo vivido en aquellos meses sea hoy para ella una pesadilla casi olvidada.

Seguro que hoy Nevenka Fernández ya no es aquella muchacha delgada, ojerosa y aparentemente desvalida que compareció silente en la sala del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que acogió hace ahora una década el juicio contra Ismael Álvarez, regidor de Ponferrada, del Partido Popular (PP), al que la primera había denunciado un año y dos meses antes por acoso sexual durante su etapa como concejala de Hacienda en el Consistorio berciano.

Aquel día, 26 de marzo de 2001, tras varios meses de ausencia de su puesto de edil en el Ayuntamiento durante los que se estuvo especulando sobre su paradero (se dijo que estaba recibiendo un tratamiento contra la adicción a las drogas, pero también que había ingresado en un secta), la joven convocó a los medios de comunicación en el Hotel Temple de Ponferrada acompañada por su abogado, Alfonso Barreda.

Allí, nerviosa, enflaquecida, vestida con ropa holgada que afilaba aún más su silueta, dijo que tenía 26 años y dignidad, que había intentado olvidarlo y superarlo pero que no podía y que por eso, tras meditarlo mucho, había decidido denunciar al alcalde de la ciudad, con quien había mantenido una relación sentimental, por acoso sexual y laboral, hechos que dijo haber comenzado a sufrir cuando ella decidió poner fin al romance. «Este acoso y presión psicológica a la que fui sometida provocaron en mí un estado de ansiedad, tristeza y angustia grandes», dijo con voz temblorosa. «Me lo debo a mí misma y se lo debo a todas las mujeres que ahora mismo pueden estar viviendo una situación tan terrible como la que yo he vivido», añadió.

La noticia estalló como una bomba y se propagó como el eco, saltando a las portadas de todos los medios de comunicación del país. Nevenka Fernández desapareció pese a que todos aquellos medios se pegaron por entrevistarla, llegando su abogado a recibir ofertas millonarias por la aparición de su defendida en programas de televisión en prime time. Se quitó del medio hasta que el juicio volviera a reclamar su presencia. Por su parte, el acusado, Ismael Álvarez, que recibió el apoyo inmediato, unánime e incondicional de todos sus concejales (a la sazón ex compañeros de Nevenka) y de la dirección del partido, no tardó en atribuir la denuncia a una trama política del PSOE y en convertirse en acusador al asegurar que la denunciante no estaba en sus cabales.

Durante semanas, el bautizado como ‘Caso Nevenka’ acaparó todos los focos. Con la joven fuera de plano (se marchó a Wrexham, localidad del norte de Inglaterra, para aislarse de todo el ruido mediático y de las amenazas que comenzó a recibir una vez hizo pública la denuncia judicial), el ofendido acusado saltó a escena. Alcalde con mayoría absoluta, para muchos casi un virrey con ínfulas de cacique, ofreció ruedas de prensa e hizo manifestaciones en todos los medios de comunicación posibles. Recibió, además, numerosas muestras de apoyo públicas de ciudadanos anónimos y de otros tan conocidos como el cantautor Amancio Prada, paisano del denunciado.

Aunque la sociedad pareció dividirse entre los que apoyaban a Álvarez y los que estaban del lado de Fernández, lo cierto es que durante el año y pico que transcurrió entre la denuncia y el comienzo del juicio la balanza pareció inclinarse del lado del acusado. Álvarez, elegido alcalde de Ponferrada en 1995, había sido el artífice de la reciente modernidad de la capital de El Bierzo. «De acuerdo que con unos métodos personalistas y populistas, pero la verdad es que con él cambió la ciudad a mejor», señala a DB un periodista ponferradino que vivió profesionalmente esa época. «Era y es un hombre campechano, y siempre tuvo un enorme apoyo popular.De hecho, nadie le ha dado la espalda. Todavía hoy todo el mundo le saluda por la calle», subraya.

En aquellos meses previos al juicio, fue la figura de Nevenka la que salió peor parada, apareciendo en la prensa y en el boca a boca callejero, un día sí y otro también, anécdotas sobre su pasado, teorías y rumores que conformaron un perfil de personaje frívolo, de niñata caprichosa, ligera de cascos, mentirosa compulsiva, irresponsable e inepta para el cargo municipal que había llegado a ostentar. La presunta víctima fue condenada de antemano mientras el presunto culpable fue eximido de toda sospecha, siendo jaleado por los suyos mientras continuaba, como si no hubiese pasado nada, al frente del gobierno de la ciudad.

El proceso. El juicio, que comenzó en Burgos el 29 de abril de 2002, levantó una expectación inusitada: los periodistas no dejaron de abarrotar la sala en todas las sesiones. No empezó bien para Nevenka, ya que días antes la Asociación para la Defensa de la Mujer Acosada (Apadema), que se había personado en su momento para ejercer la acusación popular, se retiró del caso aduciendo que había perdido la confianza en la denunciante. La Fiscalía pidió para el acusado 15 fines de semana de arresto y una indemnización de 6.000 euros; la acusación particular, un año de cárcel, 18.000 euros de multa y 12.000 euros indemnización por daños morales; la defensa solicitó la absolución de Ismael Fernández.

Tanto las declaraciones del imputado, que se erigió como víctima acosada, como las de la denunciante, que fueron estremecedoras, marcadas por el espeso silencio de la sala, con momentos de enorme carga emocional que llevaron incluso a aplazar la vista por los sollozos y la tensión de la temblorosa joven, acapararon largas crónicas y dejaron muchas imágenes imborrables.Sin embargo, ni Ismael Álvarez ni Nevenka Fernández tuvieron tanto protagonismo como el que cobró, para pasmo de todo el mundo, el fiscal jefe del TSJCYL, José Luis García Ancos, cuya actitud, catalogada posteriormente por la Fiscalía de General del Estado de «acoso procesal» y «empecinamiento», motivos por los que acabó siendo relevado del cargo, fue tan dura como desafortunada hasta el punto de ser llamado al orden por el juez, quien tuvo que recordarle que la ex concejala se encontraba allí en calidad de víctima, no de acusada.

Para los anales de las hemerotecas, García Ancos dejó perlas como ésta: «¿Por qué usted, que ha pasado por este calvario, este sufrimiento, que se le han saltado las lágrimas; por qué usted, que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos; por qué usted aguantó?». Aquella vehemente logorrea se trasladó también fuera de sala, donde hizo declaraciones groseras e intolerables, caso de las que ‘vomitó’ en un programa de radio, en el que con todo su cuajo dijo que Nevenka «siendo una colegiala, era una putilla». De toda aquella polémica García Ancos, que fue sustituido por Gregorio Segurado, dijo no arrepentirse porque «he ido buscando la verdad y se acabó».

Los psicólogos, psiquiatras y forenses participantes en el juicio avalaron la denuncia de Nevenka. Dictaminaron que presentaba todos los síntomas de una víctima de acoso sexual y que nada hacía pensar que hubiese fabulado en ningún momento. Para la Fiscalía fue determinante. La acusación particular subrayó que «la solicitud de favores sexuales» y la actitud «hostil y humillante» de Álvarez causaron «lesiones psíquicas» a la querellante mientras que el perito de la defensa dijo que los informes de psicólogos y psiquiatras no podían asegurar taxativamente que los síntomas de la presunta víctima obedecieran a una situación de acoso o que no hubiese mentido en su relato. El 17 de mayo el juicio quedó visto para sentencia, cuyo resultado se dio a conocer el día 30.

La resolución condenaba a Ismael Álvarez, como autor de un delito de acoso sexual, a una multa de 24 euros al día durante 9 meses y 12.000 de indemnización para su víctima, Nevenka. Ese mismo día, el alcalde dimitió a la vez que anunciaba que recurriría la sentencia. En noviembre de 2003, el Tribunal Supremo la confirmó, si bien rebajó la multa. Nevenka lloró de alegría al conocer la resolución, aunque declaró que le parecía una pena muy baja, y pidió a los jueces más valor a la hora de condenar este tipo de delitos. Aunque intentó quedarse a vivir en España, las dificultades para encontrar trabajo llevaron a Nevenka de nuevo al extranjero.

A pesar de salir condenado, Álvarez recibió numerosas pruebas de ánimo y apoyo, como la que le procuró Ana Botella, esposa del entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, quien dijo públicamente que el acosador había tenido un comportamiento «impecable».

La vida sigue. Diez años después de aquel sonoro juicio celebrado en Burgos, y tras varios apartado de los focos públicos, Ismael Álvarez ha retomado su carrera política. Concurrió a las elecciones municipales del pasado año liderando el partido Independientes Agrupados de Ponferrada (AIP), cosechando unos resultados excelentes; tan buenos, que le quitaron la mayoría absoluta a su anterior partido, el PP, convirtiéndose en pieza clave para el gobierno de la ciudad y en un hombre poderoso en el seno del Consejo Comarcal del Bierzo. Este periódico se puso ayer en contacto con él, pero declinó hacer declaración alguna.

De Nevenka se sabe poco. Al parecer sigue viviendo en el extranjero -se dice que en Londres- y se la ha visto en contadas ocasiones en Ponferrada y en la localidad familiar de Villadepalos, siempre para visitar a sus padres. Diez años después de ganar el juicio continúa exiliada, como desvanecida, dando la sensación de que en esta historia todavía hay piezas que están sin encajar.