"Ser misionera es vivir con Dios entre los más pobres"

R. Pérez Barredo
-

Los misioneros Felisa Serna González y Pelayo Moreno Palacios relatan su experiencia en Gabón y Brasil, donde desarrollan su labor pastoral y asistencial

Felisa Serna González y Pelayo Moreno Palacios

Felisa Serna González (misionera en Gabón):

En su familia había religiosos, así que no extrañó en casa que Felisa Serna González, de 77 años y natural de La Nuez de Arriba, sintiera pronto la llamada de Dios. O, como ella dice, "ese deseo que no sabes muy bien que es, pero que sientes cercano porque en mi familia siempre ha habido religiosos". Uno de ellos, un tío carnal, a la sazón uno de los sacerdotes españoles más relevantes de Chile, Leandro Serna Serna, fallecido hace dos años en el país andino, donde pasó casi siete décadas desarrollando una maravillosa labor reconocida aquí y allá.

Felisa Serna pertenece a las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida, congregación presente en todos los continentes, con presencia relevante en África. Aunque durante años estuvo en distintos puntos de España, fue enviada hace unas décadas al continente negro. Camerún fue su primer destino. Allí estuvo quince años, con desplazamientos a otros países del entorno, como la República Centroafricana o el Congo. Desde hace diez reside en Gabón, en Port-Gentil, la segunda ciudad más populosa del país, ubicada en una península que se adentra en el Atlántico y que fue durante siglos puerto de esclavos.

"Gabón es un país rico, tiene petróleo, pero la riqueza no está repartida. Hay mucha pobreza y mucha miseria. Entre los políticos no hay conciencia de que el país es de todos. También allí la Iglesia es pobre y vulnerable", explica la misionera burgalesa, que desempeña todo tipo de labores, tanto pastoral como de servicio social: ayuda a mujeres ya niños, que son los más débiles en un mundo eminentemente machista "en el que la mujer vale muy poco". Asegura, eso sí, que pese a tener poco, son gente alegre "y se portan muy bien con nosotros", señala. "Pero viven el día a día, no piensan en el futuro. Tienen muy presente el dolor y la muerte, que es una presencia diaria, cotidiana. Están acostumbrados. Tienen una mentalidad totalmente distinta", apunta.

Las enfermedades, asegura Felisa , son letales allí. "No hay sanidad, no hay enseñanza. Apenas hay escuelas primarias y poco más. Nosotras tenemos hermanas que trabajan en escuelas diocesanas. Y tratamos de enseñar y formar también a las mujeres para que puedan tener autonomía, y ayudarlas para que puedan escolarizar a sus hijos haciéndonos cargo muchas veces de las matrículas ". Felisa , por ejemplo, también enseña a hacer repostería, para que las mujeres aprendan y puedan empoderarse y ganarse la vida decentemente. No es fácil vivir allí: Felisa asegura que el clima es duro, y que la alimentación no es la mejor. Pero ella no pierde el ánimo. Se conforma porque ser misionera, asegura, "es tener fe, eso es lo primero. Y mucho amor a Dios. Y es vivir con Dios entre los pobres. Sentir que Dios está en el prójimo y en el pobre. Lo dijo Jesús, que vivió pobremente y entre los pobres. Se entregó a ellos. Y los pobres están muy agradecidos".

 

Pelayo Moreno Palacios (misionero en Brasil): "Quieres ayudar, pero son ellos los que te ayudan a ti"

Nacido hace 71 años en la calle Cardenal Segura de la capital, a Pelayo Moreno Palacios no fueron a buscarle para que engrosara el ejército de Dios: con diez añitos visitó una exposición sobre misioneros y esa fue su epifanía, su revelación. No extraña, pues, que vaya a cumplir 47 años como evangelizador en el Brasil, un país que, asegura, es como un continente, y donde la miseria campa a sus anchas. Es lo que se encontró cuando, convertido en sacerdote agustino, recaló por primera vez en la periferia de Sao Paulo, una de las ciudades más pobladas del mundo, rodeada por un cinturón de favelas infinito. Ahí, en ese universo de pobreza, comenzó su ingente labor. "Nuestro trabajo no es sólo pastoral, espiritual o de ayuda, sino de creación de la Iglesia en Brasil. Ahora mismo tenemos bastantes sacerdotes ymisioneros brasileños, chavales majísimos, jóvenes, llenos de ilusión. Algo que ya no se ve en España, donde en las iglesias sólo se ve a gente mayor ". Recuerda su primer proyecto: la construcción de una casa de enormes dimensiones que pudiera acoger y cuidar al mayor número de niños pequeños para que sus madres estuvieran liberadas para trabajar.

No le desbordó en absoluto la realidad terrible de su destino: asegura que se siente feliz. "La gente allí es muy pobre, pero tiene una fe enorme. Vi que había un trabajo inmenso por hacer y que podía realmente ayudar. Pero no yo, sino quien me guiaba: Dios. Nosotros no hacemos nada, es Él el que lo hace a través de nosotros. Lo viví con mucha ilusión ", explica Moreno. Aquella gran guardería fue sólo el primer proyecto; luego llegarían muchos más. "Fuimos dando respuesta a las necesidades que vi cuando llegué". Le siguieron centros de formación profesional, que permiten a los chavales más mayores formarse a la vez que los aleja de la droga, la prostitución y la violencia, los male endémicos de esas zonas suburbiales de la ciudad brasileña. "Esos centros, que los estuve coordinando durante un tiempo,misionero burgalés.

Hoy Pelayo Moreno, que es una eminencia en Filosofía (defendió su tesis en Roma hace unos años), forma a futuros religiosos brasileños en el Seminario Mayor. Y es feliz. Inmensamente feliz dándose a los demás, conviviendo con los desposeídos de la tierra. "Para mí ser misionero es llevar a los hombres la sabiduría, y la sabiduría es Dios, que nos ha dado la vida y el conocimiento, la capacidad de realizarnos como seres humanos. Piensas que vas a ayudar a esas personas, pero son ellas - de verdad- las que te ayudan a ti. Son un ejemplo de alegría y de fe. Te enriquecen. Dios te enriquece ".

Pelayo Moreno Palacios tiene muy claro que jamás abandonará su misión. Que esa es su vida. La vida que desea vivir. La de estar con los más pobres, la de ayudarles, la de ser feliz entre quienes no tienen nada y, sin embargo, todos los días dan gracias a Dios con inmensa alegría.