"Me preocupa muchísimo ser víctima de la manipulación"

María Albilla (SPC)
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A Clara Sánchez le gusta adentrarse en los mundos oscuros, en las grietas de la sociedad que aparentemente nadie ve, pero que están ahí, y halla en la literatura la mejor forma de acceder a esos lugares vetados, como los palacios de los jeques

«Me preocupa muchísimo ser víctima de la manipulación»

Amina y Sonia. Sonia y Amina son tan parecidas físicamente que se pueden llegar a confundir. Tanto que la mujer árabe decide meterse en la piel de la española para huir de la cárcel de oro en la que vive como segunda esposa de un jeque árabe; una suerte de esclavitud de la que algunas mujeres como ella, pero en la realidad, se atreven a intentar salir, como sucede en Infierno en el paraíso.

 

Ha escrito sobre bebés robados, nazis ocultos en la Costa del Sol, del funcionamiento de las sectas y, ahora, de mujeres árabes encerradas en jaulas de oro. ¿Podemos afirmar que le gusta ir con sus historia adonde no llegamos a simple vista?

Exactamente, tú lo has dicho. La realidad a veces tiene grietas, manchas oscuras que pasan desapercibidas en el día a día, pero es lo que a mí, desde un punto de vista literario, más me atrae. Es como arrebatar esa mancha oscura de la realidad y llevarla a la novela.

Hay historias como Lo que esconde tu nombre o esta, Infierno en el paraíso, que ocurren en lugares idílicos bajo un cielo azul y luminoso, pero sin embargo son situaciones anómalas y oscuras y eso me atrae mucho. Partir de la realidad para montar thrillers psicológicos.

 

Pero hay una cosa importante y es que, todos esos puntos de partida, son muy verídicos.

Absolutamente. Se podría decir de ellas que están basadas en hechos reales, lo que pasa es que yo luego me monto la película para salir de la verdad. Pero esas grietas por las que me adentro me hacen pensar en la dependencia, en la manipulación, en la falta de libertad que sufren muchas personas. En esta última novela las mujeres están absolutamente sometidas. Algunas se dan cuenta, como Amina, pero otras ni se lo plantean porque la dependencia de su mundo es tan grande que no les permite un juicio crítico sobre su situación. Y eso es de lo que hablo porque me preocupa muchísimo ser víctima de manipulación sin saberlo.

 

¿En qué aspectos de la vida cree que puede ser víctima de esta manipulación en la actualidad?

Se me escapa el tema si a lo que te refieres es a esos poderes a los que es imposible llegar, como los económicos... Pero hay otro tipo mucho más sutiles. Por ejemplo, la presión sobre la mujer, la maternidad, la aparente obligación que tenemos de que alguien se enamore de nosotras... En estas cosas la sociedad presiona y manipula, pero claro, nada que ver con las mujeres árabes como las que aparecen en la novela, que son como esclavas en jaulas de oro. Hay ya si que no hay sutileza alguna.

 

Ni todo el oro del mundo puede pagar la libertad, ¿esa es la idea de esta novela, no?

Exactamente, Amina, la protagonista, se da cuenta de ello cuando llega de Arabia Saudí de vacaciones a Marbella y ve a la gente en bikini, a chicas besando a chicos... Eso le abre un mundo de deseos que no conocía, pero que le seduce. Quiere ser libre, pero la conquista de la libertad también tiene su precio. A ella le pasa que una vez que sale de su jaula no tiene las herramientas para moverse en ese nuevo mundo.

 

Esta historia la hemos leído en los periódicos hace no mucho...

Efectivamente. Estamos acostumbrados a ver que la gente abandona sus países huyendo de la pobreza, pero no lo estamos a ver que alguien huya de la riqueza, que es el caso de estas princesas árabes. Ellas viven envueltas en oro, sedas y piedras preciosas, pero no son dueñas de nada. Se necesita valor para salir.

 

¿Cree que cerramos los ojos ante algo inconcebible para nosotros como es esa vida de esclavitud de las mujeres árabes porque hay dinero de por medio?

Por supuesto. El poder arrastra mucha impunidad y es lo que yo, de una manera muy gráfica, he querido situar en aquella Marbella de los años dorados y de una España algo ingenua en la que no nos cuestionábamos demasiadas cosas.

Entonces venía aquí cada verano la familia real saudí con los bolsillos llenos de petrodólares y se mezclaba en un espacio reducido la gente de a pie con esos millonarios... En realidad no era otra cosa que el retrato del mundo en el que estamos los de a pie y luego los poderosos.

 

Habla de los «años dorados» de Marbella, pero ahora las cosas siguen igual aunque el lugar de recreo sea otro. ¿No se debería ser más exigente ante esas situaciones en las que la privación de libertad es algo conocido?

A veces se escuchan noticias sobre ello, son noticias llamativas, pero sin mucho desarrollo y, desde luego, no hay un clamor internacional. A veces cuando alguna mujer de estas escapa se le devuelve al país de origen con el peligro que esto supone.

Para estas mujeres los Derechos Humanos es como si no existieran, pero es que volvemos a una idea de la que ya hemos hablado. La impunidad que entraña un gran poder dictatorial y un dinero del que algunos países disfrutan y que, por tanto, no les interesa perder. Es más fácil mirar hacia otro lado, aunque sea una salvajada.

 

Se recrea en la vida palaciega que parece que ve desde la mirilla de una puerta...

Esa parte me ha encantado. He tirado del imaginario colectivo. Sabemos que les pirra el oro, las sedas, las alfombras, las fuentes... todo rozando en la horterada. Me apetecía entrar de la mano de Sonia, la otra protagonista, y pisar esas alfombras y llegar hasta los rincones más privados del palacio. Porque te digo una cosa, donde no puede llegar una cámara, puede llegar la imaginación.