15-M. De Sol al ocaso de Podemos

Leticia Ortiz (SPC)
-

Una década después de las movilizaciones que tomaron España, el partido que surgió de ese movimiento se encuentra ante un abismo

15-M. De Sol al ocaso de Podemos - Foto: Fernando Alvarado

Han pasado ya 10 años desde que una abarrotada Puerta del Sol se propusiera cambiar no solo la política en España, sino también la sociedad. Aquella concentración espontánea de indignados que se citó en una de las plazas más conocidas de España el 15 de mayo de 2011, aunque luego prolongarían su estancia allí durante meses, para cuestionar la democracia desde su cimientos celebra ahora su décimo aniversario precisamente cuando la incertidumbre asoma sobre el partido que más bebió de aquella fecha y que casi surgió entre las asambleas que se celebraron entorno al kilómetro cero de la capital, Podemos. Buena prueba de ello es que muchos de los que acamparon en la plaza aquellos días de mayo en Madrid y los que les siguieron en toda España dieron el salto a la política bajo el paraguas de la formación morada, que aglutinó bajo sus siglas los movimientos que fueron surgiendo al calor del 15-M.

«No queremos ser mercancía en manos de políticos y banqueros», «No hay pan para tanto chorizo», «Lo llaman democracia y no lo es», «Nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo», «Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir», o «No nos representan» fueron algunas de las consignas que se escucharon por las plazas de todo el territorio nacional. Y, precisamente, para representar a aquellos que las lanzaban nació, tres años después, una formación política dispuesta a capitalizar la indignación contra la casta, como llamaban a los servidores públicos de las formaciones tradicionales, que por entonces eran solo PP y PSOE, pues el bipartidismo aún reinaba en todas las instituciones del país.

Así, aquella nueva generación de políticos -que en su mayoría venía del ámbito universitario- pasó de las plazas, casi sin esperarlo, al Parlamento Europeo. Y es que, subida a la ola del 15-M y con el carisma de su líder, Pablo Iglesias, muy conocido ya por sus constantes apariciones en las tertulias televisivas, la formación morada logró cinco escaños en las elecciones europeas que se celebraron poco después de su nacimiento como partido. Toda una sorpresa.

A partir de ahí solo quedaba crecer. Y vaya sí lo hicieron. El objetivo, como repetían sus dirigentes, era ni más ni menos que «asaltar el cielo». Sin embargo, a medida que Podemos aumentaba su poder gracias al crecimiento en las urnas se le saltaban las costuras internas. Y ambas cosas por la misma razón: el hiperliderazgo de Iglesias. Su carisma atraía a votantes a la misma velocidad que resquebrajaba al partido por dentro. Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Luis Alegre, Sergio Pascual, Rita Maestre, Tania Sánchez, Ramón Espinar, Íñigo Errejón, Miguel Urbán, Teresa Rodríguez... Todos ellos ocuparon cargos relevantes en la fuerza izquierdista, pero acabaron marchándose por la puerta de atrás. Algunos para volver a sus antiguas ocupaciones y otros para formar parte de nuevas siglas, que para ellos seguían o siguen conservando el espíritu del 15-M, al contrario, aseguran, que Podemos. «No hay nada que te normalice y te modere más que entrar a gobernar subordinado a la pata izquierda del régimen del 78», apunta por ejemplo Urbán sobre el cambio del partido que surgió de aquellas movilizaciones. Rodríguez, compañera de Urbán en Anticapitalistas, ni siquiera quiere hablar de su salida del partido «porque aún es algo doloroso de recordar».

 

¿Y ahora, qué?

A pesar de aquellas salidas, Podemos aguantó. Maltrecho -en Galicia no logró representación en las últimas autonómicas, por ejemplo-, pero aguantó e incluso llegó a formar parte del primer Gobierno de coalición desde la Transición, donde aún permanece pese a los numerosos enfrentamientos con el PSOE, su socio en el Ejecutivo. Pero justo cuando se cumple una década de aquel germen morado que fue el 15-M, el partido izquierdista se enfrenta ahora a un territorio desconocido para él: un presente y, sobre todo, un futuro sin Pablo Iglesias.

Convocado ya Vistalegre IV para hacer frente al relevo del exvicepresidente segundo del Gabinete, toma forma la idea de una especie de bicefalia al frente de la formación: Ione Belarra se haría cargo del partido como líder, mientras que Yolanda Díaz -que no es afiliada, ya que sigue perteneciendo al Partido Comunista- llevaría el peso morado en el Gobierno de coalición. Una transición «tranquila», como pidió Iglesias al esbozar su adiós cuando anunció la candidatura a la Presidencia de Madrid, que acabó confirmándose después del fracaso en las urnas, donde Podemos quedó como tercera fuerza de la izquierda. Al adiós del que ha sido siempre su líder se suma, además, el crecimiento de formaciones como Más País, que ya ha lanzado el guante a los Anticapitalistas para unirse y volver a resucitar, precisamente, aquel espíritu del 15-M. Un movimiento que podría dejar aún más tocada a aquel partido que nació de las plazas de toda España para «asaltar los cielos», pero que ahora se enfrenta al abismo.