Una familia unida por las viñas

LETICIA NÚÑEZ
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Cuando llega la vendimia, padres, hijos, sobrinos y nietos de los Izquierdo Calvo aportan su esfuerzo y trabajo en Quintana del Pidio. Suman cinco generaciones ligados a la tierra, a su «forma de vida»

Varios miembros de la familia Izquierdo Calvo posan en una viña ubicada junto a su bodega, Valle de Monzón, en la localidad ribereña de Quintana del Pidio. - Foto: Jesús J. Matías

En casa de los Izquierdo Calvo la vendimia es sagrada. Suman cinco generaciones ligadas al trabajo de las viñas. Años y años de una tradición que, a la vez, supone la excusa perfecta para que padres, hijos, sobrinos y nietos se junten durante unos días al año en Quintana del Pidio.  

La unión, como ellos mismos dicen, «es muy potente». Todos aportan. Todos echan una mano. Sin excepción. Los hermanos Conchi y Julián se encargan de la bodega Valle de Monzón durante todo el año. Y estos días, los más decisivos y con mayor carga de trabajo, les acompaña el resto de la familia. David, hijo de Conchi, compagina la recolección con sus labores como jefe de cocina en un restaurante de Aranda. Su hermana Belén cambia  esta semana la oficina de Barcelona en la que ejerce como ingeniera industrial por el terruño. Y Bea, la pequeña de los tres hermanos, aprovecha unos días libres en la fábrica para  «agachar el riñón». 

Su padre, Emiliano, valora especialmente que haya un criterio favorable en los tres para ayudar cuando llega la vendimia. Y hasta Álex, el más pequeño de la familia, hijo de David, pone su granito de arena. Pronto cumplirá seis años y ya suma cinco entre viñedos. «Pinta maneras», dice orgulloso su abuelo. No es para menos. El pequeño cuenta, con sonrisa pícara, que le gusta más vendimiar que ir al colegio, aunque se afana por terminar los deberes para después ir un rato a cortar racimos. 

«Hemos nacido en el campo y nos gusta mucho el campo», resume Emiliano, mientras David destaca la importancia que tiene para ellos seguir acompañando a sus padres y a su abuela Concha y que ahora Álex continúe con la tradición. «Nos ha tocado y encima nos encanta», asegura. Él también lo ha mamado desde pequeño. Nació a finales de agosto y en octubre ya estaba entre viñas.

Un compromiso familiar y cultural que representa una «forma de vida» para los Izquierdo Calvo. Su modo de continuar con la historia de toda una comarca que alberga horas y horas de trabajo anónimo. Estos días de recolección, de alguna manera, se paralizan sus agendas, sus trabajos y casi, casi el mundo. Vuelcan su tiempo en mimar las raíces. Porque a los tres les han inculcado que estudien, que se formen en lo que más les apasiona, sin olvidar de dónde vienen. Y vaya si lo hacen. En total, se ocupan de 20 hectáreas familiares. El jueves por la mañana, junto con dos cuadrillas, recolectaron la uva en parcelas cuyas cepas tienen unos 30 años y por la tarde, las de 70 años. 

Cortan todo a mano. Después lo echan en el remolque y de ahí apenas cinco minutos más tarde recala en la bodega. El tiempo acompaña en el jardín de la Ribera, así que «esto es la leche», lanza David, si bien han llegado a soplarse las manos por los 0 grados que se han registrado algunos días a primera hora y a sudar con los más de veinte que suelen darse a mediodía. 

La colaboración familiar, no obstante, va más allá y el resto del año también procuran participar en el destalle o la poda en verde. 

No todo es trabajo. Las comidas en su merendero de Quintana también ayudan, y mucho, a fortalecer lazos. Ya lo dice Conchi: no todo es trabajo. De hecho, no hay jornada que no concluya en torno a una buena merienda, regada con uno de sus caldos. «Eso viene muy bien», apunta. ¿Acaso hay algo que una más?

ARCHIVADO EN: Aranda de Duero, Barcelona