Un espacio para recuperar vidas

A.G. / Burgos
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En un mes se cumplen 25 años de la llegada de este colectivo a la ciudad, donde fue recibido de uñas por la APA del colegio Santa María la Nueva, que no lo quería junto a sus aulas

Proyecto Hombre celebra este año sus bodas de plata, 25 años de acompañamiento a muchas personas en el camino de dejar las drogas y a reconstruir sus vidas. Dice el director de la entidad, Manuel Fuentes, que no se atreve aún a dar una cifra de cuántas han sido las que en este cuarto de siglo llamaron en algún momento a su puerta para salir del infierno de las adicciones: «Estamos empezando a hacer este tipo de recopilaciones y pensando en la forma en la que celebraremos la efemérides, si digo cualquier cifra es bastante probable que me equivoque». En lo que no yerra es en alabar «la valentía y la prudencia» que tuvieron las personas encargadas de implantar el entonces pionero programa en Burgos. Porque, como todo el mundo que tenga una cierta edad recordará, no fue nada sencillo.

El 11 de febrero de 1991 Proyecto Hombre comenzó su andadura en el mismo lugar en el que aún sigue su sede principal: el barrio de Gamonal. Allí, junto al edificio que albergaba el colegio Santa María la Nueva (actualmente unido al San José Artesano), la Iglesia Católica burgalesa habilitó un espacio donde poder iniciar esta encomiable labor, algo que no gustó a la asociación de padres de alumnos del centro escolar, que elaboró toda una teoría de la conspiración según la cual sus hijos se podrían ver afectados por las adicciones si entraban a las aulas por una puerta cercana a la del programa terapéutico. A partir de esta alucinada premisa se inició una escalada de protestas que culminó en el mes de septiembre con agresiones físicas y duros insultos a los terapeutas y a los toxicómanos que allí acudían, que necesitaron protección policial como se puede comprobar en las imágenes de archivo que aparecen sobre estas líneas.

Como recuerda ahora Fuentes, los entonces responsables -era la Fundación Candeal, que se había formado un año antes y que tenía al arzobispo, que entonces era Teodoro Cardenal, como presidente- , mantuvieron la calma, se reunieron con los protestones y evitaron entrar en la polémica con palabras altisonantes porque sabían que les asistía toda la razón. Pero la cabezonería de aquellos probos ciudadanos -que no dudaron en salir de manifestación con unas vergonzosas pancartas que decían Proyecto Hombre, sí; en un colegio, no- llegó hasta tal punto que la cosa se enredó en los juzgados. Años más tarde, el Tribunal Supremo zanjó el asunto: Proyecto Hombre estaba muy bien donde estaba.

Por suerte, este raro comienzo no impidió seguir adelante a una iniciativa que había llegado a España seis años antes tras ser fundada en Italia en 1979 por el sacerdote Mario Picchi. Su premisa es una filosofía humanista que busca  identificar las causas que han inducido a la persona a la adicción y trabajar desde un marco terapéutico-educativo, «para lograr que recupere su autonomía, el sentido de la responsabilidad con su propia vida y el entorno y su capacidad para tomar decisiones».

Y en eso siguen. En todo este tiempo se han ido adaptando a la realidad con la incorporación de distintos programas como el de la dispensación de metadona para el mantenimiento de exheroinómanos con dificultades para abandonar la adicción y otros que tienen un especial cuidado con la juventud y el enganche a la tecnología. También se ha hecho un importante hueco en la sociedad que, por ejemplo,  responde con entusiasmo a la bicicletada que organiza todos los años y que, sobre todo, ha reconocido la tabla de salvación que el trabajo de Proyecto Hombre ha supuesto para cientos de familias.