"El arte es la vida, un alimento inmaterial necesario"

H.J.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Rafael Sedano es uno de esos hombres y mujeres y esta es (parte de) su historia

Sedano ha querido fotografiarse junto a un hermoso quejigo del parque lineal del Vena: "Los árboles me fascinan". - Foto: Valdivielso

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 26 de octubre. 

Un amigo suyo bromea con él diciéndole que es un hombre del Renacimiento. No es para menos. A Rafael Sedano, Rafa para casi todo el mundo, le gustan todas las artes.

Se embriaga con la música clásica, se emociona ante un cuadro, se estremece ante una escultura, la goza con un libro. Habla con verdadero apasionamiento de Luis Sáez, de Chillida, de Tàpies, atesora obras de varios autores prestigiosos… Y al mismo tiempo es capaz de sentirse fascinado por un árbol o por la belleza de un amanecer.

No crean que estamos ante un hombre que ha vivido de las humanidades. No es un ratón de biblioteca, un sedentario o un desocupado aristócrata. Él ha sido simultáneamente bombero e ingeniero de obras públicas, dos profesiones más bien prosaicas que sin embargo ha compaginado con sus múltiples aficiones. Porque, según confiesa, "el arte es como respirar, es la vida, forma parte de mi propia existencia, es un alimento inmaterial absolutamente necesario y en él caben la música, el árbol, un río, el vino, el hombre o la tierra".

Sedano vino al mundo en 1958, en la calle entonces denominada Defensores de Oviedo, y fue el penúltimo de ocho hermanos. Estudió primero en el Liceo y luego en el Diego Porcelos, y por el camino la familia se mudó al barrio de la Sagrada Familia. Su padre, secretario judicial, falleció cuando él tenía solo 17 años y por entonces quería hacer Veterinaria, pero su hermano mayor le aconsejó que con Obras Públicas tendría mejor futuro y se puso con ello.

Tras cursar el primer año le llegó el momento de hacer la mili, y le tocó nada menos que en la Brigada Paracaidista, un cuerpo dependiente de la Legión donde vivió una experiencia intensa, en todos los sentidos: "Allí había una disciplina férrea, absoluta, era un cuerpo de élite donde te adiestraban para aguantar adversidades, para hacer de nosotros una máquina de sufrir y de cumplir órdenes".

Habla de un lugar y un ambiente fuera de lo concebible, incluso para ser el año 1978, con la Transición todavía en pañales. "Lo que allí se vivía te lo cuentan y no te lo crees. Me arrepiento de no haber escrito algo así como El diario de un paracaidista. El trato que nos daban suponía una deshumanización total, el ejército todavía tenía mucho poder y allí no existían los derechos sino únicamente los deberes, pero al mismo tiempo tuvo su punto bueno porque me aportó una madurez que después me ha servido en la vida".

Llegó a ser Cabo Primero aunque no continuó con la carrera militar y a la vuelta de año y medio regresó a Burgos para retomar Obras Públicas. Dice que había perdido la capacidad de estudiar, y sin embargo junto a otro hermano suyo se preparó exitosamente las oposiciones de bombero. Era 1982 y las aprobó en compañía de un nutrido grupo de jóvenes que conformaron una de las promociones más numerosas de las historia, en una época en la que comenzaba la modernización de un cuerpo que hasta entonces no estaba apenas profesionalizado.

Al mismo tiempo, logró el título de ingeniero y empezó a compaginar ambos trabajos sumando entre ambos un chorro de horas semanales. "Parecen muy distintas, pero en realidad ambas tareas buscan dar soluciones a problemas. En la bombería la resolución debe ser inmediata y se recibe una profunda gratificación de la gente, mientras que en la ingeniería civil hablamos de un proceso más meditado, en el que la inspiración te puede venir a las 3 de la mañana mientras estás durmiendo y con resultados a muy largo plazo".

Su tarea como ingeniero le ha permitido participar en proyectos interesantes como la circunvalación BU-30, aunque Sedano es mucho más conocido en la ciudad por sus 36 años de carrera en el Parque de Bomberos, del que se retiró hace casi tres años siendo cabo de intervención.

Cuando entró en el cuerpo la sede todavía estaba al principio de la avenida del Cid "en unas instalaciones antiquísimas, inhabitables, donde no teníamos casi formación ni apenas materiales. Teníamos un aprendizaje autodidacta y era todo voluntad y trabajo".

El viejo teléfono. En aquella época, para contactar con ellos había que llamar al 201310 (sin prefijos) y todo era más artesanal y mucho menos protocolizado. Los tiempos modernos han traído mejores medios materiales y una gran profesionalización, pero también han conllevado aspectos negativos: "El tiempo de respuesta se ha dilatado. Antes el bombero que recibía la alerta cogía el chaquetón, el casco y salía, ahora con las normas de prevención de riesgos todo implica más tiempo por tu propia seguridad, pero acaba haciéndolo más lento".

Lo mismo pasa, sostiene, con la canalización de todas las llamadas a través del 112, centralizado en Valladolid: "Muchas veces no saben dónde está una calle, hay confusiones… se pierde un tiempo precioso y al final tenemos que acabar llamando desde aquí al alertante. Por eso creo que sería deseable la vuelta al teléfono 080".

Como bombero ha vivido "los momentos más intensos" desde el mismo día que supo que había aprobado la oposición. Esa misma jornada falleció un compañero, Ramón García García, en un incendio. Pasó "verdadero miedo" en un incendio en un garaje en Pisones, de esos irrespirables donde los profesionales llegan a temer por su vida. Recuerda sacar a un ahogado del río Ubierna, en "un rescate para el que no teníamos en aquel entonces ni técnicas ni cualificación". Pero su evocación más dura es para el accidente laboral de la calle Sauce.

Él iba al mando del primer camión que llegó a aquella desgracia en la que perdieron la vida 10 trabajadores. "Unos días antes había ardido el poliuretano de otro edificio y cuando recibimos la llamada pensamos que sería lo mismo. Pero al llegar vi el humo negro que salía del local y a alguien arrastrando a una persona… aquello era muy grave".

Por suerte, aquella vez se libró del estrés postraumático que pueden dejar este tipo de intervenciones. Rafa aún tiene clavado en la memoria de sus tímpanos otro caso impactante, el de los gritos de una niña que perdió el brazo atrapada en una máquina.

Evidentemente, en casi cuatro décadas de servicio también ha tenido sucesos con final feliz, como aquel que en 1996 les llevó a él y a otros compañeros al programa Valor y coraje de Televisión Española,. Fue a raíz del desprendimiento de una ladera en Quintanilla Escalada. La tierra se llevó por delante la caseta donde estaba un guarda jurado, quien quedó sepultado. Seis horas después lograron rescatarlo, y hoy es el día en que de vez en cuando se sigue encontrando a aquel ‘resucitado’ por las calles de la capital burgalesa.

Y con especial orgullo recuerda la gran nevada del 26 de diciembre de 2004, cuando la ciudad amaneció con medio metro de nieve y los 18 bomberos del turno trabajaron sin descanso durante las 24 horas, ayudando a la gente que había quedado atrapada en la carretera y que tuvieron que realojar en el gimnasio del parque, improvisado como albergue para decenas de personas. "Fue uno de los días más largos, emotivos y útiles de mi vida profesional", resume.

Ha participado en "500 accidentes de tráfico" y ha presenciado "verdaderas carnicerías", cuando la mayoría de las carreteras no estaban desdobladas y eran trampas mortales para un parque de vehículos que no tenía ni de lejos la seguridad actual.

Tantos años después, y pese a las dificultades mencionadas que conlleva la excesiva protocolarización, cree que los bomberos de Burgos han progresado para bien y sobre todo alaba a su máximo responsable, Miguel Ángel Extremo: "Es el mejor jefe de parques de toda España".

Ahora, felizmente retirado, puede disfrutar plenamente de sus múltiples aficiones. Dice que "hay gente muy materialista que es absolutamente infeliz, pero yo tengo la virtud de disfrutar de cada minuto. Soy capaz de despertar a mi mujer si estoy viendo un amanecer bonito y me dio una pena enorme una encina preciosa que iban a sacrificar cuando estábamos haciendo el proyecto para el AVE en Guadalajara".

Asegura sentirse "fascinado desde siempre por el saber, por encontrar el por qué de las cosas" y para alguien tan inquieto desde el punto de vista intelectual la llegada de Internet supuso la revolución definitiva: "La red es el gran invento de toda la historia de la humanidad. Por encima de la rueda o del fuego. Ha transformado el mundo entero. Yo me he trillado la Enciclopedia Larousse y sin embargo ahora cualquier artículo en internet está lleno de enlaces que te llevan a otros y así sucesivamente en una estructura compleja pero llena de conocimiento".

Y gracias a internet, por ejemplo, se pueden encontrar joyas como una que destaca específicamente porque quiere recomendarla a los lectores: "Vean el capítulo de Imprescindibles que está en la web de RTVE dedicado al escultor Jaume Plensa. Son 58 minutos para disfrutar de un hombre excepcional", subraya mientras pone por las nubes al autor de la conocida Julia, una enorme cabeza de mujer que preside la madrileña plaza de Colón.

Internet ha sido también una herramienta imprescindible durante el confinamiento, "pero también ha servido para incrementar el número de fraudes, por ejemplo en las compras online, porque la red también tiene su lado oscuro. Contiene lo mejor y lo peor. Es capaz de engañar a las masas y de facilitar que robots preparados para ello publiquen bulos y desinformaciones como ha ocurrido en Cataluña, con el Brexit, en Brasil o en Estados Unidos, donde hemos visto los peligros del populismo".

La pandemia. Un hombre tan vital como él se vuelve sin embargo mucho más cauto cuando analiza la situación actual, condicionada desde principios de año por una pandemia de pesadilla. "A veces me dicen que soy pesimista, pero yo contesto diciendo que soy un optimista bien informado. Tengo clarísimo que el hombre es un lobo para el hombre".

Al principio de la crisis del coronavirus cundieron en una gran parte de la sociedad los buenos deseos. Eran los días de arcoíris en el balcón, de aplausos y de canciones. Se decía mucho que de esta íbamos a salir mejores. "Yo siempre pensé que ni hablar, que saldríamos más egoístas", contesta Rafael Sedano. "Nos están tomando el pelo, unos y otros. Yo ya decía hace 20 años que un día alguien haría un virus que nos mataría a todos y hombre, no creo que sea así esta vez, pero mira", lamenta.

Indignado con la clase política, asegura no entender muchas de las medidas que se han tomado a lo largo de los últimos meses, como la apertura de fronteras: "Yo soy extraordinariamente generoso, lo que tengo lo regalo y nunca he sido de vender, tengo apadrinados niños en la India y en Myanmar, pero no se puede decir que vengan a España 5 millones de africanos porque es imposible y no tendrán trabajo. Como decía mi padre, de donde no hay no se puede sacar".

Mientras pasa la tormenta, como la que esta semana caía sobre Burgos mientras charlábamos con él, se refugiará en su salón ambientado con luces cálidas. En su música, sus cuadros y sus libros, tratando de seguir disfrutando de la vida, de los desayunos de los domingos en el Vara Café, de los ratos con los amigos cuando lo permita el virus y de ese aprendizaje cotidiano ante la belleza humana y natural por el que transmite una apasionante e indisimulada ilusión.