«En muchas operaciones los militares se han jugado la vida»

F.L.D.
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Nacido en Burgos en 1959, Jaime Íñiguez Andrade ha participado en muchas de las misiones internacionales de las Fuerzas Armadas y ha sido designado mentor principal en la OTAN. Ayer presentó un libro sobre acciones importantes de los boinas verdes

«En muchas operaciones los militares se han jugado la vida» - Foto: Alberto Rodrigo

Rescates que bien podrían haberse llevado a la gran pantalla, episodios que sin la intervención del Ejército quién sabe si hubieran cambiado el rumbo de la historia o simples anécdotas del día a día de los llamados boinas verdes. El general de la división en la reserva Jaime Íñiguez Andrade, primer comandante del Mando Conjunto, desgrana en su libro Las acciones no (todas) contadas de las Operaciones Especiales españolas, algunas de estas historias que pasaron de puntillas pero que al ponerles encima el foco cobran el protagonismo que nunca tuvieron. 

De la veintena de acciones que narra en el libro, ¿cuál destacaría por encima del resto por su importancia?

Es difícil elegir solamente una. Me quedo por un lado con la recuperación del islote Perejil, porque fue una operación de libro para evitar la escalada de una crisis, no hubo ninguna baja y se mandó un mensaje potente a Marruecos. También ensalzaría varias de Afganistán, especialmente aquellas en las que los soldados se jugaron la vida al meterse en la boca del lobo. Me quedo también con el rescate de la ciudadana francesa Evelyn Colombo en 2011. Fue el único operativo que se hizo a petición de otra nación, que es uno de los más complejos que se pueden afrontar. Lo tuvo todo: pericia, heroísmo y una serie de connotaciones que hicieron aquel episodio muy interesante. 

Habla del islote Perejil. ¿Nos jugábamos más de lo que pensábamos aquel verano de 2002?

Desde luego. Yo no estaba en los niveles estratégicos políticos, pero insisto en que el mensaje que se mandó a nivel internacional fue muy potente.  

Sobre aquel episodio se habló casi más del apoyo institucional de Estados Unidos que de la operación en sí. ¿Faltó reconocimiento a los boinas verdes?

Siempre se plantea esta cuestión, pero no solo en aquella ocasión si no en todas las operaciones de las Fuerzas Especiales. Muchos se preguntan por qué no se conocen más. Está fuera de nuestro control. A veces es porque la atención está en otro sitio, como pasó con el asalto al barco So San, que coincidió en el tiempo con la catástrofe del Prestige. También lo achaco a la mentalidad del boina verde, que tiene como lema ser parco en palabras, la discreción. Contar mucho no va con nosotros. 

Supongo que habrá algunas de esas acciones que no se pueden contar.

Sí, pero son las mínimas. También es cierto que si contáramos todas las que hubo, por ejemplo, enAfganistán, el libro hubiese sido muy largo. Además muchas fueron muy similares. 

¿Y esas pocas que no se pueden contar es porque no conviene que las conozca la sociedad?

No, simplemente porque están clasificadas como secretas y no tenemos capacidad de sacarlas a la luz. Tiene que ser el Gobierno quien lo haga.

 ¿Es posible incluso que en este mismo momento haya efectivos de las Fuerzas Especiales que se estén jugando la vida en algún lugar? 

Seguramente. No se puede decir por razones obvias. Pero hay que recordar que estamos todavía en Irak y Afganistán. Acciones en las que se han jugado la vida ha habido muchas y la sociedad no se ha enterado, no porque fueran secretas, sino porque la atención de los medios no se ha centrado en ellas. Me imagino que ahora será igual. 

Ha estado en los últimos grandes conflictos internacionales (Afganistán, Kosovo, Bosnia, etc). ¿Cuál de todos estos territorios ha sido el más hostil? 

Sin duda, Afganistán. No solo para las Unidades de Operaciones Especiales, que al fin y al cabo no han tenido ninguna baja en combates, sino para todas las Fuerzas Armadas. También Irak, pero no fue una intervención tan prolongada sino más puntual. No obstante, cada una de estas guerras tiene su peculiaridad. Bosnia, por ejemplo, fue la primera misión en la que participaron militares españoles y fue un punto de inflexión para el Ejército.  

Y a nivel personal, ¿cuál fue su momento más duro?

Diría que en España, cuando estuve en Bilbao a principios de los 80. Eran los años de plomo y el hecho de tener que estar cada mañana mirando en los bajos del coche en tu propio país era algo muy duro. Porque cuando estás en una operación tienes equipos de protección y compañeros. Sabes cómo reaccionar. Pero en aquel tiempo te descolocaba tener que tomar medidas de precaución en un trabajo muy rutinario. Era triste cuando mataban a compañeros o a guardias civiles. Es una sensación diferente. 

¿Han cambiado mucho los conflictos bélicos desde que entró en las Fuerzas Armadas hasta la actualidad?

Desde luego. A día de hoy, por ejemplo, es inconcebible que un ejército despliegue cien mil efectivos, como en Irak o Afganistán. En cuanto a Operaciones Especiales podemos decir, sin embargo, que sus cometidos siguen siendo los mismos. 

Pero en la actualidad se habla mucho de la ‘guerra’ por la información y las nuevas tecnologías. Habrá obligado a los boinas verdes a adaptarse. 

Sí, pero el cometido ha variado muy poco y no va a cambiar en exceso. Ahora tienen mejores medios, con comunicaciones más ligeras y fiables. Disponen de drones que facilitan la obtención de información. Pero los fundamentos siguen siendo los mismos. Si algo caracteriza a las Fuerzas Especiales es el entusiasmo, los militares son muy proactivos, y, sobre todo, el compañerismo que existe en los momentos más duros.

Es burgalés de nacimiento y mantiene relación con esta provincia. ¿Le entristece que en los últimos años esta tierra haya perdido varias unidades militares?

Es algo que pasa en muchas provincias. No conozco la realidad de Burgos, pero no creo que sea de los territorios que haya salido peor parada en la disminución de unidades.