El hambre no se va de vacaciones

Agencias
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Varias organizaciones alertan de que la despensa de muchos ciudadanos en situación de extrema necesidad depende de las donaciones de alimentos que en verano se ven reducidas

El hambre no se va de vacaciones - Foto: Enric Fontcuberta

Mientras miles de ciudadanos preparan sus maletas para hacer una escapada veraniega tras más de un año de restricciones a causa de la pandemia, otra parte de la población sigue gravemente afectada por la crisis económica, por lo que asociaciones vecinales, fundaciones y entidades solidarias piden más donaciones para llenar sus despensas ya que «el hambre no se va de vacaciones».

Es la llamada de atención de Ana Roda, responsable de primera atención de la Fundación Madrina. De cara al mes de agosto los miembros de esta organización -que realiza repartos tres días a la semana en la Plaza San Amaro de Madrid- ven con cierto escepticismo la llegada de las vacaciones porque temen que siga en descenso el número de donaciones.

Con su despensa «bajo mínimos», los voluntarios se movilizan para hacer una llamada a la solidaridad, con el fin de seguir ayudando a las familias más vulnerables.

Y es que las personas afectadas no pueden planear un descanso vacacional porque solo tienen la preocupación de «que no les echen de su casa», añade Roda, que reconoce un leve descenso en el número de quienes acuden a pedir alimentos con respecto a los meses más duros de la pandemia pero «para los que quedaron aquí la situación es mucho más dantesca que antes», porque no tienen alternativa habitacional, ingresos o acceso a ayudas sociales o subsidios.

Es el caso de Manuela, madre de una niña de un año y tres meses que acude a por pañales, leche y comida para su bebé. Necesita ayuda para llenar la nevera y una casa, ya que actualmente está de alquiler en un piso que no puede pagar.

Cristian es un joven que vive con su madre y su novia en la capital, y busca allí comida para su hija. El único ingreso viene de un trabajo «pequeño y temporal» de su pareja. «Estuve trabajando durante nueve meses de administrativo, llegó la pandemia y me quedé sin trabajo», relata. A día de hoy sigue en constante búsqueda de empleo durante todas las mañanas de las que dispone algo de tiempo libre.

A nueve kilómetros al sur de Madrid, en el barrio de Almendrales, Manos Hacia la Humanidad organiza repartos de alimentos en los que participan a diario una veintena de voluntarios que no dudan en enseñar la despensa que han recabado gracias a la ayuda de la Fundación Banco de Alimentos de Madrid y donaciones particulares. Tienen una cantidad de garbanzos, lentejas, leche, frutas y verduras que les va a permitir dar -al menos este mes- numerosa comida a cada uno de los 800 solicitantes mensuales distribuidos en 300 familias que están adscritos a la asociación.

Pero Manos Hacia la Humanidad también tiene problemas de abastecimiento, tal y como reconoce su presidente Florentino Barceló: «muchas veces nos quedamos cortos». Además, sostiene que en determinadas ocasiones se ven obligados a dar «menos cantidad para alcanzar a los otros que faltan por repartir», algo que les pone «entre la espada y la pared».

Futuro incierto

La Fundación Banco de Alimentos de Madrid, que atiende a 565 entidades benéficas de la región, alerta de que necesitan más donaciones ahora que llega la época estival. «Aunque la actividad económica vuelve, las cosas no se recuperan para todo el mundo a la vez», afirma Mila Benito, directora de marketing y comunicación de la Fundación, que reconoce que cubrir el gasto de la compra de los más vulnerables «significa que puedan llegar a fin de mes pagando otros recibos».

Los subsidios -Renta Mínima de Inserción, Ingreso Mínimo Vital, entre otros- son en muchas ocasiones insuficientes para afrontar todos los gastos, en especial en familias con presencia de niños menores. «La crisis de la COVID ha generado muchísima desigualdad. Todavía hay mucha gente a la que le va a costar trabajo salir adelante y seguirá necesitando ayuda», concluye Benito.