Crece el consumo de ansiolíticos y antidepresivos

A.G.
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En 2020 se recetaron un 5,68% más tranquilizantes que el año anterior. El jefe de Psiquiatría del HUBU, Jesús de la Gándara, apenas lo achaca a la covid: «Se debe a que los casos que antes no se trataban se detectan más y mejor»

Crece el consumo de ansiolíticos y antidepresivos - Foto: Alberto Rodrigo

En todo el año 2020 se prescribieron en la provincia de Burgos 290.140 envases de ansiolíticos, según información facilitada por Sacyl, una cifra que supone un incremento del 5,68% con respecto a la que se alcanzó en 2019. Se trata de un dato que puede sorprender o alarmar y más si se multiplica este número de cajas de fármacos por el total de comprimidos que incluyen (una media de 30) que da un total de 8.704.200 de pastillas para la ansiedad consumidas por los burgaleses en el año de la pandemia. También los antidepresivos experimentaron un crecimiento: Los 298.897 envases que se dispensaron en las oficinas de farmacia supusieron un 2,86% más que el año anterior. Cualquier observador podría achacar rápidamente este aumento a la situación emocional que muchísimas personas están viviendo como consecuencia de los estragos en la salud, el trabajo y la convivencia que ha producido la pandemia de la covid-19. Pero no es del todo así. 

El jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), Jesús de la Gándara,  afirma que se trata de un aumento que se encuadra dentro de los esperable para estos medicamentos y la principal razón es que desde hace años que desarrollan un crecimiento vegetativo o natural debido a que cada vez se detectan y se tratan mejor las patologías que los necesitan y se abordan casos que antes se quedaban en el limbo. Otra razón que apuntala estos datos tiene que ver con que no solo Psiquiatría receta antidepresivos y ansiolíticos sino que estos fármacos son de habitual manejo en otras especialidades como la Medicina de Familia, Traumatología, Medicina Interna o Ginecología: «Hay muchas  quejas de personas en esas consultas que son de índole somática pero que no dan el paso de ir al psiquiatra. Pongo un ejemplo: Una persona que va a Traumatología porque se queja de grandes dolores de espalda y resulta que lleva muchos meses con gran tensión porque tiene un estrés enorme pues el traumatólogo le indica un ansiolítico o un antidepresivo».

Para De la Gándara, por tanto, el aumento de las cifras de recetas de estos fármacos está «dentro de lo esperable». Avisa el psiquiatra  que está más preocupado de lo que ha ocurrido en los últimos meses de 2020 y lo que pasará a lo largo de 2021: «Los procesos de adaptación en Salud Mental se miden en meses, y lo que está sucediendo ahora los psiquiatras vamos a verlo meses después». Por eso, calcula que de los porcentajes en los que han crecido tanto ansiolíticos antidepresivos apenas entre un 20% y un 30% están vinculados con la pandemia.

«Si dentro de unos meses se produce un incremento excesivo tendremos que revisar dos cosas. Por un lado, qué relación tiene con el hecho de haber tenido las consultas ‘cerradas’, porque no es lo mismo hablar por teléfono con una persona que está sufriendo que verla y evaluarla rigurosamente. En segundo lugar, si se confirman todos los efectos secundarios del ‘covid en masculino’ que es el desorden y el desastre de las asistencias, de la vida, de la economía y de la sociedad en general, ver si este covid nos ha incrementado el sufrimiento psiquátrico, que creo que sí, pero que lo veremos a lo largo de estos primeros seis meses del año y si dura más, en los seis siguientes».

Con respecto a los prejuicios que muchas personas tienen frente a los ansiolíticos y los antidepresivos, Jesús de la Gándara afirma rotundamente que «produce más daño la ansiedad que tomar un ansiolítico»: «Siempre tiene más riesgo padecer ansiedad o depresión y no tratarlas que tomarse una pastilla. Lo difícil de la depresión nunca son los tratamientos sino tres aspectos: los meses y años sin tratar y las ingratas sorpresas, que detrás de una queja haya un estado depresivo; las bajas laborales de, por ejemplo, seis meses por un dolor de espalda que esconde una depresión, y el suicidio, cuyo riesgo aumenta cuanto más tarde se diagnostique y se trate la depresión. En definitiva, es muchísimo menos peligroso equivocarse por prescribir un antidepresivo que no prescribirlo».

En este sentido, aseguró que los médicos de Atención Primaria están perfectamente preparados para manejar estos medicamentos: «Muchas veces lo que hacemos los psiquiatras es confirmar su trabajo  y dar a los pacientes, quizás, más tiempo y tener más seguridad en el manejo de algunos antidepresivos o combinaciones de fármacos y también está el ‘efecto médico’ ya que cuando uno va a un especialista en su patología concreta quizás se siente más implicado en los tratamientos».

La ‘mala fama’ que persigue a estos fármacos tiene que ver con que la población los relaciona con la adicción, indica el psiquiatra, que aclara que esta se produce siempre que se utilizan inadecuadamente y sin control médico: «Cuando se usan con control, cuando hay un médico que pauta las dosis y los tiempos prácticamente nunca hay problemas ni de adicción ni de dependencia: «Cuando das un ansiolítico o un antidepresivo mucho tiempo lo que se extingue es el efecto sedativo y no el ansiolítico, y lo que buscan los adictos es el sedativo. La probabilidad de que haya personas que sufran ‘daños colaterales’ o efectos adversos, insisto, es infinitamente menor que los problemas que se crean si no se trata esa depresión».