Marcos, 3 años. Recién matriculado en el colegio Raimundo de Miguel de Belorado. Tiene que coger el autobús en Villafranca Montes de Oca y atravesar todo el valle por la Nacional 120. Su madre, profesional de la carretera, sabe lo que ese viaje conllevará durante todo el curso. Multitud de camiones, meteorología adversa... Como residentes en el medio rural tienen el transporte y el comedor bonificado. Por rechazar el primero ha perdido también el segundo derecho. No le parece justo pero antepone la seguridad de su hijo al ahorro económico. Y no está dispuesta a que recorra tantos kilómetros sin un sistema de retención homologado y acorde a su edad.
Beatriz Solórzano estaba muy ilusionada con el inicio del curso y daba por hecho que en el transporte escolar contaría con una silla para su pequeño (y para todos los demás). Pero se encontró con que según la normativa vigente no es obligatorio, basta con el cinturón en aquellos vehículos que lo tienen instalado (obligatorio en los posteriores a 2007). Además, durante los primeros días de clase, fase de adaptación con horarios más reducidos para facilitar la aclimatación de los pequeños, «tenía que estar la jornada completa» para volver a casa con el resto de los escolares que usan la ruta.
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