El triunfo de un soñador

Ó.C.
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Óscar Arriola es uno de los emprendedores que trabaja en el vivero de la Cámara de Comercio. Tras casi diez años desde su primer prototipo, Safemir Systems ha cumplido objetivos y hoy tiene pedidos con firmas como Aciturri

Óscar Arriola trabaja con otras dos personas en la empresa que creó oficialmente en 2014. / ó.c. - Foto: Ó. Casado

Como muchas personas, Óscar Arriola tuvo un día una idea. No fue algo que le vino de la noche a la mañana, fue un sueño que se formó paso a paso. De esto hace casi diez años, cuando en 2011 residía en Finlandia y empezó a dar rienda suelta a su imaginación. Al principio «diseñaba cosas por diseñar», reconoce, pero al tiempo que su lápiz se desgastaba, crecían las posibilidades de que aquellos bocetos terminarán siendo en realidad. Tras varias vueltas, Arriola tiene su empresa en uno de los pabellones del Vivero de la Cámara de Comercio y en estos momentos tiene en su cartera de clientes a Aciturri.

A pesar de suponer un salto, Arriola no esconde que mantiene la prudencia. Como soñador que asume que es, la ilusión le llega por lo que le queda por conseguir pero también por lo que ha logrado. «Hay gente que tiene el gusanillo de ser emprendedor y yo ya puedo decir que ya lo he hecho», afirma, aunque lamenta que la vorágine del trabajo no le permite disfrutar de cada proyecto, en una firma especializada en el diseño de piezas para proteger y cubrir cierta maquinaria. No poder sentir cada pedido también le sucede en proyectos grandes, como con el trabajo que está a punto de entregar a Aciturri. Una empresa cuya llamada «para mí es muy importante porque es de casa y puede dar continuidad», sostiene Arriola.

Aún así, reconoce que «soy humilde y en el primer año no iba a tocar la puerta de una empresa grande pero al final ellos me han llamado a mí», apunta este emprendedor que llegó el año pasado al Vivero de Empresas. En un año Safemir ha dado un salto, aunque Arriola recuerda que cuando regresó a la ciudad para continuar con su sueño, primero «mi hermano y yo estuvimos barriendo tres días y al principio había hasta eco».

Ahora, las máquinas que ha metido poco a poco en el pabellón que ocupa se mezclan con los pedidos e incluso se plantea sumar una personas más. Por el momento son tres. En cualquier caso su experiencia como emprendedor supone un relato que la Cámara ha querido que lo escucharan los estudiantes del ITM y del Río Ebro. Dos centros especializados en formación profesional que es de donde salió Arriola antes de iniciar su propio camino.

De aquellos pasos iniciales, el protagonista recuerda los compañeros de viaje que se han subido y bajado en este tiempo. Primero nombra a dos amigos con los que empezó a vender las primeras piezas pero, tras un tiempo, dejaron el barco.Arriola siguió, aunque en esa primera fase indica que casi todas las partes, menos el diseño de las piezas, las contrataban. Con ellos mantiene la relación, como también sucede con su segundo socio, un comercial que «me enseñó mucho». Con él formó la empresa «el 2 de marzo de 2014». En ese año recuerda que «hicimos buenos negocios, en 2015 nos fue muy bien y en 2016 él cambió de trabajo y lo dejó».

En ese momento afirma que venció la parte que él representaba: «Yo era el soñador del proyecto y él era el pragmático». De esta manera desde hace tres años, él toma las decisiones que quiere y hoy completan casi todos los pasos de cada pedido, desde el diseño hasta la fabricación de las piezas.