«El porno es la pedagogía de la violencia sexual»

Ángelica González
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Amelia Tiganus, superviviente y activista feminista en Feminicidio.net, analizará esta semana con varios expertos en la UBU cómo el porno y la prostitución están vinculados con el aumento de delitos contra la libertad sexual

«El porno es la pedagogía de la violencia sexual»

El Macabucha, uno de los prostíbulos más conocidos de Burgos, junto a la N-1, fue uno de los muchos escenarios de la pesadilla que Amelia Tiganus vivió durante cinco años como víctima de explotación y trata. Ahora, esta superviviente y activista feminista en Feminicidio.net por la abolición de la prostitución,  vuelve a esta provincia, 12 años después de salir de aquel infierno, y lo hace para denunciar la estrecha relación entre el porno y la prostitución en las jornadas Mercados y mercaderías de la sexualidad. Estrategias de normalización de la violencia sexual organizadas por la UBU. Su intervención tendrá lugar el martes, 7, a las 17,30 horas en el Teatro Principal.  

¿Cuál es la relación que existe entre prostitución y pornografía?

Desde mi experiencia personal y mi formación en el cuerpo teórico feminista, sé que la pornografía es el márquetin de la prostitución, no es más que prostitución grabada y, a la vez, sirve de puente entre este supuesto mundo de la fantasía y el mundo real. Los jóvenes que violan en manada han aprendido la sexualidad con la pornografía y lo han puesto en práctica con la prostitución, por lo que es muy fácil que luego lo trasladen a la realidad, entendida ésta como el mundo fuera de la prostitución.

 ¿El porno está normalizando la violencia sexual?

Sin duda alguna, es la pedagogía de la violencia sexual. Parece ser que el pensamiento neoliberal ha atacado de raíz la crítica feminista que hacemos  porque si es a cambio de dinero pareciera que es menos violento, degradante, humillante y cosificante para las mujeres. Y esto no es así, el intercambio de dinero no exime de responsabilidad a los agresores ni deja de cosificar a las mujeres.

¿Qué deberían tener en cuenta los consumidores de pornografía?

Que el porno mata el deseo, que se van a ver incapacitados a la hora de conectar con una mujer de carne y hueso; de hecho, cada vez hay más casos de jóvenes con trastornos de ansiedad que les impiden tener sexo. También, que en la pornografía no se interpreta un papel sino que las mujeres están siendo penetradas por todos los agujeros, que hay mucha trata de personas y que las consecuencias sobre la salud de las actrices porno -debería abrirse un debate sobre esta denominación- son brutales. Esto es una prostitución grabada.

Hay estadísticas que aseguran que un 40% de los hombres consumen o han consumido prostitución. ¿Qué razones les impulsan a pagar por tener sexo con mujeres que no les desean?

Las razones que ellos dicen son variopintas y no hay un perfil determinado, ya que utilizan la prostitución hombres de todas las clases sociales y de todas las profesiones, es el espacio en el que todos se ponen de acuerdo y dejan de lado  lo que les diferencia. ¿Por qué pagan? Pues porque hasta ahora no  se han cuestionado el privilegio masculino. Es en estos momentos cuando se empieza a poner el foco en los puteros, en los prostituidores -quien compra personas no puede ser llamado cliente- que lo que compran no tiene que ver con el sexo ni el placer sexual sino con el placer de dominar, de tener poder sobre las mujeres. Ellos saben que las mujeres no les desean aunque prefieren creerse sus mentiras.

¿Qué importancia tiene para usted el lenguaje cuando se analiza la realidad de la prostitución?

Mucha, porque el lenguaje construye la realidad. No se puede decir ‘empresarios de locales de alterne’ cuando en realidad estamos hablando de proxenetas que regentan prostíbulos que son auténticos campos de concentración exclusivos para mujeres empobrecidas, porque se está haciendo un intento de romantizar la violencia y la prostitución, que es tortura y esclavitud. Llamarles clientes es una gran equivocación porque así se les otorga derechos y se les blanquea. Cualquiera puede ser cliente de un banco o de una tienda pero penetrar por boca, vagina y ano a mujeres y niñas y frivolizar con lo que representa esta deshumanización es una realidad que no merece maquillaje. Son puteros o prostituidores para quien elija un lenguaje más académico, yo prefiero puteros porque tiene un matiz despectivo que es necesario: durante siglos el estigma le hemos llevado las mujeres en prostitución y son ellos los que lo tienen que llevar y ser despreciados por la sociedad.

¿Qué siente, como superviviente, cuando pasa por una carretera festoneada de prostíbulos?

Se me revuelven las tripas y es lo que me da fuerza para seguir haciendo activismo hasta que llegue el día en el que la sociedad diga lo que dijo en su día la alemana cuando se enteró de lo que ocurría en los campos de concentración. Si hasta ahora no ha pasado es porque se prefiere mirar a otro lado.