"Siempre he sido de armas tomar"

R.P.B.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. María Eugenia Yagüe es una de esas mujeres y esta es (parte de) su historia

María Eugenia Yagüe, en su casa, que parece un museo en memoria de su padre, Juan Yagüe. - Foto: Alberto Rodrigo

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 30 de noviembre. 

Es un trueno, puro nervio y vehemencia, María Eugenia Yagüe, que no se calla ni debajo del agua. "Yo siempre he sido de armas tomar y nunca he tenido pelos en la lengua", sentencia mientras muestra con orgullo las paredes de su casa, cubiertas de fotografías, recuerdos, títulos, documentos y reportajes de prensa que tienen un denominador común, un casi omnipresente personaje: su padre, el general falangista Juan Yagüe Blanco, el africanista que se sublevó contra la República que sólo dos años antes lo había enviado a sofocar la revolución minera de Asturias (labor por la que fue condecorado con la medalla militar) y que desempeñó un papel esencial durante la contienda civil, de Badajoz a Barcelona pasando por el Ebro; el militar soriano de nacimiento y burgalés de adopción que dejó en Burgos una huella indeleble, de la Academia de Ingenieros a la Ciudad Deportiva Militar, de una barriada popular a una residencia sanitaria.

Nacida en Madrid en 1935 cuando su padre estaba destinado en África, sus primeros recuerdos de infancia se ubican a caballo entre San Leonardo y Burgos. Y uno por encima de todos: la poderosa mano de su progenitor cerrándose en torno a la minúscula de su hija. "Mi padre era una persona entrañable, cariñosa, amable", evoca contradiciendo a quienes lo han retratado como un hombre violento y sanguinario, bautizado con el apodo de ‘El carnicero de Badajoz’ por la represión ejercida en la ciudad extremeña tras ser tomada por las tropas que comandaba, episodio del que su hija echa pestes. "A mí eso que cuentan no me cuadra. Mi padre no era vengativo. Tenía categoría humana", zanja enérgica. Afirma que su padre escogió la Capitanía General de Burgos antes que la de La Coruña o Valencia porque amaba la Cabeza de Castilla. "Su sitio, su lugar, era Burgos. Y también ha sido y es el mío".

Estudió en las Teresianas. Conserva buenos recuerdos de esa época, por más que reconoce haber sido malísima estudiante. "Era más vaga que la chaqueta de un caminero. Yo siempre he sido muy distinta a mis hermanos, desde pequeñita. Me gané algún capón, merecido. Aunque siempre que creía estar convencida de algo, lo defendía con uñas y dientes. Y ahora, con 85 años, lo sigo haciendo. De armas tomar, ya lo he dicho". En aquella juventud privilegiada -no oculta María Eugenia Yagüe haber crecido con un estatus cómodo para la una época tan dura- practicó la equitación, demostrando sus dotes de amazona en la Ciudad Deportiva creada por su padre, aunque en cierta ocasión se cayera y sufriera una lesión en un pie. Bailes en la Garrocha, paseos por el Espolón, Salón de Recreo... Y de vez en cuando, con los Franco cerca. "¿Cómo se llevaban mi padre y Franco? Ni bien, ni mal. Era la diferencia de un carácter gallego y uno castellano. Nunca se supo realmente por qué le desterró a Soria. Pero mi padre lo aceptó y se volcó en su labor social. Nunca se quejó ni le criticó. Lo asumió. Mi madre siempre le decía: ‘Juan, parece mentira que no le conozcas. Cuando está enfadado te llama Yagüe; cuando está a buenas, te llama Juanito’. Creo que Franco siempre tuvo celillos de mi padre, aunque también que tenía su lealtad hacia lo que él representaba. Me hace gracia que ahora, por determinadas afirmaciones, me da palos la izquierda y la derecha", vuelca como un torrente.

Tenía María Eugenia Yagüe 17 años cuando su padre falleció. "Fue muy duro para mí. Yo iba con mi padre a todos los sitios. Estaba entusiasmada con él. Y sigo estándolo. Su vacío fue terrible. Jamás esta ciudad ha vivido un funeral como el que tuvo él. Su figura es histórica". Aunque lo suyo no era el estudio -en trance estuvo de haber cumplido el Bachillerato y punto-, se inclinó por Magisterio. "Me gustó, lo admito". Pronto pudo ejercer, en las Escuelas que se abrieron en la barriada que durante décadas llevó su apellido. Y dejó su sello: lo convirtió en colegio mixto (toda una modernez en los 60) e instauró el uniforme para los alumnos "para que no hubiese diferencias. Fue una época preciosa. Ese colegio fue pionero en muchísimas cosas. Como profesora, fui muy exigente". Recuerda que, por orden suya, se rezó por primera vez el Padrenuestro en español en la iglesia de la barriada, no en latín. "¡Me llamó el arzobispo para reñirme!". La educación, la docencia, ha sido, junto con la política, su gran vocación, confiesa Yagüe.

María Eugenia Yagüe se convirtió, en 1966, en la primera mujer concejal de la historia del Consistorio burgalés. "Haber sido concejal es la cosa más bonita que he hecho en mi vida. Fueron siete años. Cuando voy al Ayuntamiento todavía me emociono. En aquella época uno entraba en el Consistorio por vocación, no por dinero -que no cobrábamos- ni por figurar, cosa que creo que está pasando ahora. Ahora es puro negocio. La política debe ser una vocación. Cuando yo estuve en el Ayuntamiento, todos los concejales teníamos nuestro puesto de trabajo". Afirma, convencida, de que lo consiguió por su valía personal, no por su ilustre apellido, de resonancias míticas en Burgos. Durante su etapa como edil, porfió para mejorar las infraestructuras escolares de la ciudad. "Conseguí que el Ministerio nos diera 14 millones de pesetas para hacer arreglos y adecentar todos los centros escolares de la ciudad, que cuando yo llegué al Ayuntamiento daban verdadera pena. Se estaba haciendo por aquel entonces el Libro Blanco de la Enseñanza. Pues yo hice el Libro Negro de la Enseñanza". De lo que no guarda buen recuerdo es del acoso y derribo que padeció la escuela de la barriada. "Desde el año 1975 hicieron todo lo posible por cerrarla. Al final lo consiguieron, pero tardaron diez años. Me dolió mucho. Fue una canallada. Cómo será, que no he vuelto a la barriada".

La hija del general. "No es fácil ser hija de un general como Yagüe. Pero lo asumí, consciente de que no podía vivir a la sombra de mi padre. Pero yo soy María Eugenia Yagüe más allá de la hija de Yagüe", reflexiona. Cuando llegó la democracia se afilió a Alianza Popular (después Partido Popular), en el que militó durante 29 años. Se dio de baja cuando gobernando ese partido se retiró el monumento a su padre en San Leonardo. "Juan Vicente Herrera se portó muy mal. Le escribí una carta durísima. Me he sentido traicionada por gente en la que confiaba. A cambio, he recibido apoyos en la calle, de mucha gente, de alumnos míos... Mucho cariño, que es un orgullo. También me decepcionó Aznar. El PP de hoy no es el de antes. Cuando el PP no fue capaz de apoyar una moción de censura, la presente quien la presente [se refiere a la impulsada por Vox hace unas semanas]... Es decepcionante. He estado muchos años sin votar. Ahora lo hago de nuevo. A Vox. Sé que mis verdades molestan. Pero yo no me callo". Otro puñal que tiene clavado María Eugenia Yagüe es el del archivo de su padre, del que asegura que está "secuestrado" por la Junta en Salamanca desde hace once años. "Lo que han hecho con ese archivo es un escándalo. Lo tienen que devolver", asegura.

Abomina de los partidos nacionalistas y de la Ley de Memoria Histórica, que ha hecho desaparecer el nombre de su padre de monumentos y edificios. Concede, eso sí, que quienes tengan a sus deudos en cunetas puedan recuperar sus cuerpos y darles digna sepultura. "Pero esa Ley de Memoria Histórica es injusta. Impidió que se hiciera una exposición sobre mi padre. Mi generación ha sido la que ha levantado España. Salir de una guerra civil es mucho más duro que salir de una pandemia como la que tenemos. La obsesión de mi padre era la reconciliación de los españoles. Esa ley no busca reconciliar. Quitar el nombre de mi padre a una calle, a una barriada, a una Ciudad Deportiva... Es una canallada".

En los últimos meses, esta temperamental mujer ha estado trabajando en una biografía de su padre que espera poder publicar cuando acabe la crisis sanitaria. En ella, pretende mostrar el lado más humano de su progenitor. "Veremos si me lo dejan publicar...", concluye.